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Sistema de juego propio: ¿hacia una innovación con Marca España

¿Podemos desarrollar un sistema de juego propio? Si lo descubriéramos quizás podríamos potenciarlo y lograr de este modo, dejar atrás el seguidismo innovador, asegura uno de los principales referentes del 'venture capital' en España

Getty Images

Una de las características de los humanos inquietos es la de preguntarse constantemente sobre nuestra propia esencia. No pasa una generación que, por un motivo u otro, no se plantee su propia identidad en forma de pregunta. La respuesta es un rasgo definitorio de su tiempo. 

¿Podemos hacernos esa reflexión desde la innovación?

La innovación es un lenguaje que hoy se escribe principalmente en inglés. Los centros internacionales de excelencia, las empresas, la formación, el talento, viven inmersos en una filosofía de origen anglosajón y protestante, que empapa todos los aspectos de...

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Una de las características de los humanos inquietos es la de preguntarse constantemente sobre nuestra propia esencia. No pasa una generación que, por un motivo u otro, no se plantee su propia identidad en forma de pregunta. La respuesta es un rasgo definitorio de su tiempo. 

¿Podemos hacernos esa reflexión desde la innovación?

La innovación es un lenguaje que hoy se escribe principalmente en inglés. Los centros internacionales de excelencia, las empresas, la formación, el talento, viven inmersos en una filosofía de origen anglosajón y protestante, que empapa todos los aspectos de la innovación, sus objetivos, sus principios y sus metodologías. Incluso en China traducen.

No tenemos más que echar un vistazo rápido a un ecosistema de innovación corporativa o a una ciudad o un grupo de emprendedores para saber de qué van. Viene, entonces, a la mente la imagen de los grupos de rock españoles que cantaban en inglés. Podían ser muy buenos, casi los mejores, pero la gente acudirá finalmente al original, al auténtico. 

¿Cuál es el acento y lenguaje propio de la innovación en España? ¿Podemos desarrollar un sistema de juego propio

Si lo descubriéramos quizás podríamos potenciarlo y lograr de este modo, dejar atrás el seguidismo innovador (el me too anglosajón) y la dependencia de las subvenciones desde las que es imposible sobresalir, crecer, diferenciarse y liderar.

Xavi Hernandez chuta ante Daniele De Rossi y Giorgio Chiellini durante la final de la Eurocopa 2012.

Es muy posible que sepamos innovar con reglas propias.

A pesar de mi total ignorancia de la ciencia del fútbol, un gran símil desde el que explorar nuestra capacidad de innovación es el de la Selección Española de Fútbol. ¿Cómo logró destacar entre la masa, quitarse su perenne etiqueta de víctima y revolucionar el fútbol con victorias de talla mundial?

Si nos fijamos en la manera de jugar de la selección antes de su temporada de éxitos, nos encontramos con unas características que, a aquellos se mueven en el espacio de la innovación corporativa, les resultarán familiares. Hasta hace no mucho tiempo, lo diferencial del modelo de la selección española era lo que llamamos la furia, un estilo de juego en el que el pundonor se intentaba imponer a la impotencia en un deporte en el que, como decía Gary Lineker, “juegan once contra once y siempre gana Alemania”.

 La furia se basaba en los siguientes principios:

  • Oportunismo. La victoria dependía del rol del delantero escurridizo y astuto. El palomero, esperando en el área a que le llegaran balones y que la suerte de un mal rechace acabara en tanto.

En muchas ocasiones éste y no otro es el rol que esperamos de nuestras empresas. Esperamos que innoven de rebote, casi de milagro, a partir de modelos no sistematizados, tácticos y oportunistas. 

  • El rematador solo podía triunfar si llegaban aquellos balones lanzados casi a ciegas a la olla desde las líneas defensivas. Ante la duda, balonazo al frente, esperando que la suerte pusiese el mismo en la bota de algún compañero.

Siguiendo con nuestro símil, debemos pensar que la innovación es un aspecto integral de todos los componentes de la empresa, no es algo que se pueda delegar de vez en cuando y poner en manos ajenas. 

  • Una vez cumplida su misión, el defensa volvía a su posición y el equipo se cerraba atrás. Ante la falta de imaginación atacante, hay que evitar que el delantero contrario se acerque demasiado, aunque sea a patadas.

La reacción natural de las empresas ante los envites de un mercado cada vez más complejo es cerrarse atrás, buscar un espacio seguro y contar con la costumbre, el privilegio, el monopolio o la regulación como protección, los Goikoetxeas de empresas que juegan buscando el empate.

  • Contábamos, además, con una figura en la que poníamos la esperanza de la disrupción, el sufrido lateral al que mandábamos a correr la banda hasta reventar de agotamiento. El “corre la banda chaval” era la orden más frecuente que se oía desde el banquillo.

Este mismo rol puede aplicarse a los sufridos responsables de innovación o transformación de las empresas, que han de responder a los deseos corporativos arrastrando los proyectos a través de una interminable carrera de obstáculos para, al final, depender de la suerte, de que haya alguien en posición de remate.

  • El motor fisiológico de la furia no estaba en la cabeza o el corazón, si no en la fuerza bruta. Se valoraba el esfuerzo, el sudor, la sangre, el sufrimiento y se despreciaban aspectos como, por ejemplo, el talento y el arte.

La analogía cultural respecto al entorno corporativo es clara. Una cultura que impone lo táctico sobre lo estratégico, la acción sobre la reflexión, el cortoplacismo sobre la visión, las horas sobre la productividad, el clan sobre el talento, es una cultura que impide que emerja la innovación.

Pero en un momento dado dijimos no. ¿Qué sucedió para que España comenzara a ganar y qué podemos aprender en el campo de la innovación? Existen varios factores que parecen entrar en juego y que suponen un cambio sustancial en la manera de jugar, y ganar, de la Selección.

Descubriendo un sistema de juego propio

Hasta ese momento la Selección jugaba como reacción, generalmente impotente, al juego de otros. El primer paso para desarrollar un sistema de juego propio es olvidarse por un momento del contrario y pensar en uno mismo, en las habilidades y características diferenciales que definen lo que somos, nuestras fortalezas y sobre todo nuestras debilidades. 

De ahí surge una idea maravillosa, a partir de una capacidad única de hilar relaciones múltiples y complejas, se llega a entender el juego como red. El foco deja de estar en el balón y, lo más importante, deja también de estar en el jugador. La partida se establece en las relaciones invisibles y dinámicas entre los jugadores, en una compleja maraña móvil de enlaces que envuelve, controla y crea oportunidades.

El día en el que los jugadores dejaron de pensar en el balón, comenzaron a ganar. El tiki-taka es juego de equipo, de pases reales y potenciales, entre posiciones actuales y de futuro. Se juega con el pie, pero sobre todo con la mente y la imaginación, se piensa con el cuerpo y se actúa desde lo intangible.

El sistema de juego propio, el que nos permite alcanzar cotas antes vetadas, surge de asumir que no somos Alemania y de empezar a construir con nuestras propias reglas, con nuestras fortalezas y debilidades. Surge cuando logramos pasar del talento individual al talento colectivo, del virtuosismo a la colaboración, de la acción a la estrategia, de apoyarnos en el esfuerzo a trabajar desde la creatividad, de la fuerza sólida a fluir como un líquido, de la carrera física al ingenio mental, de la testosterona a la reflexión, de lo épico a lo poético, de la inferioridad a la paciencia y la confianza.

De dejar de intentar ser máquina a aprender a ser red

No es necesario explicar la analogía con nuestro modelo de innovación. ¿Estamos construyendo el futuro con reglas ajenas? ¿Existe un Sistema de Juego Propio que desde España pueda guiar una innovación competitiva y diferencial?

Yo creo que sí, pero ese es otro artículo.

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