Menos valor nutricional, aumento de precio y peores cultivos: el cambio climático amenaza la alimentación
La Alianza Mundial para la Mejora de la Nutrición augura que 50 millones de personas sufrirán inseguridad alimentaria durante este siglo debido a la crisis climática
Antes de llegar a la Alianza Mundial para la Mejora de la Nutrición (GAIN, por sus siglas en inglés), Oliver Camp ejercía de consultor en la industria alimentaria. Trabajó para multinacionales como Nestlé y Unilever en los departamentos de nutrición y tecnología, hasta que chocó contra un muro. “Me di cuenta de que a través de las empresas no vamos a cambiar el sistema alimentario”, cuenta por videollamada a EL PAÍS desde su casa en Londres.
Camp ahora es asesor de Medio Ambiente y Sistemas Alimentarios en GAIN y uno de sus objetivos es que los países aborden la nutrición y el cambio climático en una agenda conjunta. Él y su equipo publicaron a finales de 2024 un segundo informe de la Iniciativa sobre Acción Climática y Nutrición (I-CAN, por sus siglas en inglés). “Un gran número de personas experimentarán el cambio climático a través de la inseguridad alimentaria”, explica el británico. Aproximadamente, 50 millones en lo que resta del siglo, según los cálculos de los investigadores en GAIN.
Este vínculo entre cambio climático y alimentación afecta, entre muchas otras cosas, la calidad de los suelos y la productividad de los cultivos, que a su vez repercute en los precios de la comida y lleva al consumo de dietas con un menor valor nutricional. Esto en un contexto mundial en el que la nutrición ya es un problema. Según otro estudio de GAIN, actualmente el 60% de la población mundial no ingiere los suficientes micronutrientes.
El informe, cuya primera edición fue publicada en 2023, evalúa cómo, en términos generales, las políticas climáticas globales no tienen en cuenta a la nutrición. “Es un reflejo de la situación en el momento y no necesariamente es una buena imagen. La nutrición es el resultado de un sistema alimentario funcional”, apunta el investigador.
Dietas “resilientes” al cambio climático
En GAIN buscan que los informes se conviertan en “herramientas” con las que los países puedan empezar a trabajar. Uno de los puntos urgentes que señalan es la transición hacia dietas “resilientes” al cambio climático. Es decir, dietas más sanas, que produzcan menos emisiones de gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, sean económicamente viables. “Estamos empezando a ver más pruebas de que los alimentos ultraprocesados están relacionados con una mayor huella ambiental, así que una dieta sana con alimentos integrales también es mejor para el planeta”, apunta Camp.
En cuanto a los alimentos de origen animal —cuya producción es la principal generadora de emisiones y la primera causa de pérdida de biodiversidad en el mundo—, Camp señala que hay un desequilibrio global. “Hay países que consumen más de lo necesario y, además, tipos de carne que en realidad pueden ser poco saludables”, afirma. Este consumo de algunos sectores, principalmente países ricos, supone “una carga desproporcionada para el medio ambiente”.
Al otro lado del espectro, están millones de personas en países pobres que consumen “una cantidad insignificante” de alimentos de origen animal: “No tienen un gran impacto negativo en el medio ambiente porque a menudo la carne que comen se ha producido en pequeños sistemas locales, en lugar de sistemas de producción intensiva que asociamos con impactos ambientales negativos”.
Camp explica que los alimentos de origen animal son una fuente muy importante “de ciertos micronutrientes clave”, y no solo proteínas, sino otros “difíciles de conseguir” en fuentes no animales, como vitamina A, hierro, zinc y vitamina B12. Por ello, las personas de países con menor consumo de carne “pueden necesitar aumentar su consumo por razones nutricionales” y, probablemente, puedan hacerlo “sin un gran impacto medioambiental negativo”.
“En muchos contextos de todo el mundo existe una enorme falta de diversidad en la dieta y un poco de alimentos de origen animal puede contribuir en gran medida a mejorar los resultados nutricionales”, añade el investigador.
La diferencia entre países ricos y pobres va más allá del valor nutricional y el consumo de carne, también abarca otros ámbitos como el desperdicio de comida. El 30% de la comida en el mundo se desecha, según GAIN, algo que el investigador califica como “insostenible”. Además, las cifras más altas de comida desechada se concentran en los países ricos.
Cada país de acuerdo a su necesidad
El trabajo de Camp lo ha llevado a conocer los sistemas alimentarios de países de distintos extremos del planeta, desde Nigeria hasta Indonesia, y cómo de amplias y diversas son las cadenas de consumo. “Las políticas y los objetivos nutricionales deben adecuarse al contexto de cada país. Este análisis global (el I-CAN) toma en cuenta eso. Los informes abren la puerta para la colaboración entre países”, señala. El investigador cree que las agencias de las Naciones Unidas deberían trabajar con las comunidades locales de Latinoamérica, Asia y África para diseñar estrategias que se adapten a cada realidad.
“Para la nutrición tenemos que pensar en las características ambientales, los medios de subsistencia y cómo esto pueda dar buenos resultados económicos”, agrega. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático toma en consideración no solo las necesidades de cada país, sino la “responsabilidad histórica” de cada uno. Esto, según Camp, debe ser un eje también para la nutrición.
Ahora mismo, en GAIN consideran que la prioridad debe ser conseguir el financiamiento para que los países más pobres puedan trabajar en la integración de sus estrategias climáticas y de nutrición. Esto pasa por “inyectar recursos, crear alianzas comunitarias y generar una narrativa”. “No es radical, es algo que está totalmente dentro de nuestras posibilidades. Se trata de conseguir que las agencias gubernamentales alrededor del mundo trabajen juntas de una manera más coherente”, asevera Camp.
Lo fundamental, para el investigador, es que se trabaje por la salud sin que nadie “se sienta como el perdedor”: “Queremos que sea algo que todo el mundo pueda apoyar, que sea bueno para los agricultores, para los consumidores y para nuestra salud. No es una agenda abrumadora y aterradora”.
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