La falta de consumo de micronutrientes es un problema global: el 60% de la población no ingiere los suficientes

Una investigación publicada en ‘The Lancet Global Health’ proporciona la primera estimación mundial sobre el consumo inadecuado de 15 sustancias fundamentales

Un hombre cocina sardinas a la parrilla en un chiringuito en el paseo marítimo de Málaga este julio.Stefano Guidi (Getty Images)

En 2017, cuando era un investigador de doctorado en la Universidad de California Davis, Ty Beal (Phoenix, Arizona, 38 años) hizo su primera publicación en una revista académica. Fue sobre el suministro mundial de micronutrientes. Analizó su disponibilidad global, lo contrastó con las necesidades de consumo y demostró la existencia de un gran déficit. Beal quiso seguir estudiando y, ahora, como especialista técnico de la Alianza Mundial para la Mejora de la Nutrición, ha conseguido un hito: publicar el primer estudio que proporciona estimaciones del consumo inadecuado de 15 micronutrientes esenciales por parte de cinco mil millones de personas.

La investigación, publicada a finales de agosto en la revista de medicina The Lancet Global Health, en colaboración con la Escuela de Medicina de Harvard y la Universidad de California Santa Bárbara, señala que el 60% de la población mundial no consume suficiente yodo; lo mismo le sucede al 67% con la vitamina E; al 66% con el calcio; al 65% con el hierro y al 53% con la vitamina C.

La carencia de cada micronutriente conlleva sus propias consecuencias para la salud, que pueden ir desde “resultados adversos en el embarazo hasta ceguera, pasando por una mayor susceptibilidad a las enfermedades infecciosas”. “Esta carencia generalizada es más grave de lo que se creía y tiene graves consecuencias para la salud mundial, especialmente en términos de salud materno-infantil, inmunidad y potencial humano en general”, recoge el documento.

Por videollamada desde Washington, Beal hace hincapié en la necesidad de que las personas entiendan las consecuencias de estas deficiencias: “Si se trata de un niño pequeño, por ejemplo, puede que no sea capaz de aprender en la escuela. Un adulto podría tener anemia y no ser capaz de funcionar muy bien y puede que sea más propenso a las infecciones”.

Bases de datos mundiales

Según explica Beal, previo a su nueva publicación ya existía un cuerpo importante de investigaciones sobre cadenas de alimentación y déficit de micronutrientes, y algunos países también tenían datos locales. “En las cadenas de alimentación, los dos componentes que se analizan son cómo se produce y cómo se consume la comida. Pero no siempre la comida que se produce es la que se come, por lo que hay un vacío de conocimiento”, señala Beal. Además, el científico afirma que muchas de las encuestas sobre la dieta hechas por gobiernos estaban desactualizadas o no eran de buena calidad.

Beal sostiene que “nunca” se había publicado un estudio mundial sobre el consumo de micronutrientes como este, porque los vacíos de información representaban grandes obstáculos. Así fue hasta que la Escuela de Ciencias de Nutrición de la Universidad de Tufts (Boston) creo el Global Dietary Database, un gran modelo de datos que detalla las cantidades y tipos de alimentos que las personas comen alrededor del mundo. Beal y sus compañeros usaron esta herramienta para su investigación, pero sabían que tiene limitaciones, al tratarse solo de estimaciones, por lo que la complementaron con las otras bases de datos locales del Banco Mundial y la FAO, también con encuestas dietéticas disponibles de 31 países.

Los investigadores contrastaron todos estos datos con las necesidades nutricionales y desarrollaron su base de datos propia, que incluye a 185 países. En la evaluación se estudiaron quince micronutrientes: calcio, yodo, hierro, riboflavina, folato, zinc, magnesio, selenio, tiamina, niacina y vitaminas A, B6, B12, C y E. Decidieron, además, que pondrían toda esta información disponible en abierto para poder “orientar otras investigaciones más específicas”.

Diferencias por género, edad y región

Los investigadores decidieron dividir a la población en hombres y mujeres pertenecientes a 17 grupos de edad de 0 a 80 años en intervalos de cinco años, y un grupo de 80 años o más. Esta división permitió realizar hallazgos que Beal considera de los más sorprendentes de la investigación. Se dieron cuenta de que existe un problema común de consumo de nutrientes en el mundo, pero cómo se manifiesta esta deficiencia varía enormemente entre los grupos estudiados.

El documento revela que hombres y mujeres sufren carencias de micronutrientes diferentes. Por ejemplo, las mujeres tienen más probabilidades de presentar ingestas inadecuadas de yodo, vitamina B12, hierro y selenio, mientras que los hombres son más propensos a sufrir carencias de calcio, zinc y “varias vitaminas esenciales”.

Para Beal, esto se debe a que, por lo general, hombres y mujeres tienen dietas diferentes. Sin embargo, las diferencias también se deben a que las necesidades de micronutrientes son distintas según el sexo. “Las mujeres en edad reproductiva necesitan más hierro. Los hombres necesitan más zinc, vitamina C y vitamina A”, señala Beal.

En cuanto a las diferencias por regiones, el documento apunta “patrones muy claros”. “Algunos nutrientes como el folato, la vitamina E y la riboflavina hacen falta en la dieta de Norteamérica para los hombres, pero si estás en el África subsahariana, son las mujeres las que tienen más dificultades para obtenerlos”, afirma.

En términos absolutos, la región del mundo donde se encuentran los déficits de micronutrientes más graves es el sudeste de Asia, pero el África subsahariana es “muy pobre” específicamente en hierro, zinc y vitamina B12, tres componentes esenciales.

Beal cree que estos datos plantean retos para el futuro: “Creo que esto nos orienta un poco para saber qué nutrientes son un problema, dónde hacen falta, en cuáles grupos de población, qué tipos de alimentos hay que promover y cómo se abordan estas necesidades”. Hay una carencia de nutrientes en el mundo entero, pero cada región y grupo poblacional tiene necesidades diferentes. Para el científico, ahora el meollo del asunto está en empezar a trabajar para buscar soluciones “sin dejar a nadie atrás”.

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