Por qué en la India las mujeres son más vulnerables a las catástrofes naturales
Hay que resolver las desigualdades y la violencia de género preexistentes para limitar el daño inicial de los desastres y reducir los riesgos subsiguientes de desplazamiento y migración
De las muchas catástrofes naturales que afectan cada año a la India, las inundaciones son las más frecuentes. Esto no sorprende, dado que en este país hay cerca de 40 millones de hectáreas de terrenos inundables, y casi el 75% de las precipitaciones anuales ocurre en unos pocos meses.
Pero, con el aumento de la frecuencia y gravedad de las catástrofes naturales debido a las mayores temperaturas, las inundaciones en la India se han vuelto más destructivas y mortales, y los ciclones han ganado intensidad. El país sufre la mayor cantidad de muertes relacionadas con inundaciones de Asia, y los daños económicos causados por las inundaciones han pasado de 1.400 millones de euros en 2013 a 10.500 millones en 2020. Esta escalada afecta drásticamente las vidas de muchos indios en zonas rurales, que representan el 65% de la población, pero son las mujeres quienes se llevan la peor parte.
Hay muchos motivos por los que las catástrofes naturales afectan de manera desproporcionada a las mujeres indias. En primer lugar, representan una proporción significativa de la fuerza laboral del sector agrícola: entre 2021 y 2022, el 57% de las mujeres en edad laboral del país trabajaban en la agricultura, frente al 34% de los hombres. A pesar del desplazamiento estructural hacia sectores no agrícolas, muchas mujeres de las zonas rurales no han podido aprovechar esas oportunidades debido a la falta de recursos y restricciones a la movilidad. Debido a que trabajan en granjas familiares o como asalariadas agrícolas, quedan expuestas a la volatilidad económica que producen las inundaciones y otras condiciones climáticas extremas. Además, como solo el 14% de las mujeres indias son propietarias de tierras, muy pocas pueden adaptarse al cambio climático y responder a él.
Un estudio sistemático mundial detectó que en situaciones de catástrofe aumentan las violaciones, los asaltos sexuales y el tráfico de personas
Las responsabilidades familiares y otras restricciones que les imponen las prácticas culturales tradicionales y las normas sociales patriarcales refuerzan esta dinámica y les impiden participar en actividades —como el empleo no agrícola— fuera del hogar. A su vez, esto las hace más vulnerables frente a las inundaciones: sus tasas de mortalidad son mayores y tienen menos acceso a las medidas de asistencia.
Además de la amenaza inmediata para sus vidas y sustento, las mujeres están más expuestas a la violencia posterior a las catástrofes naturales: un estudio sistemático mundial detectó que en esas situaciones aumentan las violaciones, los asaltos sexuales y el tráfico de personas. En los meses posteriores al huracán Katrina en 2005, por ejemplo, el porcentaje de mujeres que denunciaron violencia en el marco de la pareja o expareja aumentó del 34% al 45%, y las madres con bajos ingresos fueron reubicadas en refugios temporales masivos que muchas consideraron inseguros tanto para ellas como para sus hijos.
Del mismo modo, las investigaciones basadas en las Encuestas Nacionales de Salud Familiar señalan que, tras el tsunami de 2004, la violencia física y sexual aumentaron el 61 % y el 232 %, respectivamente, en el Estado de Tamil Nadu, y la violencia emocional, el 122 % en Karnataka. Además, entre 2010 y 2019, las inundaciones en el Estado de Bihar dañaron más de medio millón de viviendas y obligaron a los residentes a mudarse a campos temporarios para refugiados, donde muchas sufrieron acoso verbal y sexual.
La violencia contra las mujeres está profundamente arraigada en problemas sociales y estructurales, como su menor estatus socioeconómico, diferencias basadas en el género en la distribución de los recursos, entornos inseguros y acceso limitado a los servicios de asistencia. Las catástrofes naturales pueden exacerbar todos esos problemas. Por ejemplo, la pérdida de empleos debida a esas catástrofes puede debilitar la capacidad de negociación de los hogares y causar estrés psicológico y financiero a los hombres, lo que suele conducir al aumento del uso de alcohol y drogas (disparadores típicos de la violencia de parejas o exparejas). Las mujeres se ven incluso más limitadas que antes, pero las mismas barreras sociales y culturales que les impiden pasar a empleos no agrícolas se mantienen intactas, impidiéndoles participar en las decisiones económicas.
Las catástrofes no solo aumentan la violencia de las parejas y exparejas, también llevan a que las comunidades resulten inseguras para ellas. Las adolescentes enfrentan un riesgo elevado de abuso sexual y explotación, principalmente debido a que dependen de otros. En los campos provisionales para las personas desplazadas suele reinar el delito. Los hombres buscan favores sexuales a cambio de necesidades básicas como alimentos, agua y refugio, y las mujeres pueden ser violadas y sufrir agresiones sexuales. Además, la necesidad de viajar largas distancias para conseguir leña y agua potable, sumada a la iluminación poco confiable de las calles, no hace más que aumentar las tasas de victimización.
Los efectos a largo plazo de las inundaciones y otras catástrofes naturales son igualmente devastadores. Los impactos económicos de esas catástrofes pueden producir un entorno de crecimiento negativo para las mujeres en desventaja social y económica. Por ejemplo, los daños por las inundaciones habitualmente llevan a la caída dramática y sostenida del empleo agrícola, lo que limita fuertemente sus oportunidades futuras fuera del hogar.
Para evitar que las catástrofes naturales perjudiquen desproporcionadamente a las mujeres indias, el Gobierno debe implementar leyes para poner freno a la violencia de género, como prohibir el alcohol, implementar políticas que mejoren la respuesta policial o contratar mujeres policía. También será fundamental garantizar una mayor independencia económica, y los responsables de las políticas deben trabajar junto con las partes interesadas para garantizar que las mujeres tengan acceso a oportunidades de empleo alternativas, como en la industria láctea y otros sectores adyacentes a la agricultura. Además, los funcionarios deben contratar a mujeres para ayudar a dirigir los refugios de evacuados, e incluirlas en la planificación contra catástrofes.
El Comité Internacional de Rescate debe colaborar con los gobiernos locales, las ONG y la sociedad —especialmente, las mujeres— para desarrollar estrategias que limiten la discriminación y violencia de género durante la recuperación de las catástrofes naturales. Mediante la transferencia directa de fondos de asistencia a las mujeres afectadas, los gobiernos y las organizaciones internacionales pueden empoderarlas para que abandonen relaciones abusivas y puedan centrarse en desarrollar sus habilidades.
Las recientes inundaciones catastróficas en Libia, que causaron miles de muertes y obligaron a otros miles de personas a abandonar sus hogares, son un ejemplo de la amenaza urgente y constante que implica el clima extremo en el mundo. Tanto en la India como en otros lugares hay que centrarse en resolver las desigualdades y la violencia de género preexistentes para limitar el daño inicial de esas catástrofes y reducir los riesgos subsiguientes de desplazamiento y migración. Cuando aumenta la resiliencia de las mujeres, aumenta también la resiliencia social.
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