‘Toxic tour’: viaje a seis (bellos) desastres ecológicos de Europa
La cadena Arte presenta una serie de cortos documentales sobre la belleza de la naturaleza devastada por los seres humanos. Cada historia, de siete minutos, se cuenta a través de la relación personal con ese espacio maltratado
La cadena franco-alemana de televisión Arte ha producido una serie documental, Toxic tour, que se compone de seis cortometrajes sobre paisajes destrozados por la intervención humana en el otrora idílico continente europeo. Y aun así, las imágenes que se nos brindan son bellísimas, estilizadas, de una fotografía muy cuidada. Se trata de retratar dramas ecológicos fotogénicos, muy a pesar de haber sido y estar siendo aún hoy altamente contaminados.
En el origen del proyecto está la periodista Anne-Lise Carlo, quien explica que “la contaminación es generalmente invisible e impalpable.” Con Toxic tour, Carlo quería precisamente fotografiar lugares “donde la polución es visible a simple vista y otorga a los paisajes una belleza que podríamos creer natural”.
De hecho, los seis escenarios visitados (en Francia, España, Rumanía, Italia, Alemania y Ucrania) tienen un irónico punto en común: suscitan la admiración en las redes sociales. La periodista justifica por ello su elección: quiere partir de esta primera atracción visual para hacer reflexionar al espectador y conseguir así hacerle reaccionar. Cada historia, que dura unos siete minutos, es contada por alguien que tiene una relación personal fuerte con ese espacio maltratado. Los seis documentales pueden verse gratis en lengua original, subtitulados al español.
Los seis escenarios visitados tienen un irónico punto en común: suscitan la admiración en las redes sociales
El primer episodio, por ejemplo, filmado en el sur de Francia, nos muestra postales de la Provence, que recuerdan el Colorado americano, y de ahí su atracción turística. Pero en realidad, el rojo que tiñe suelos, tierras, casas e incluso mobiliario urbano es el resultado de unas aguas residuales tóxicas que una fábrica de alúmina vierte en la naturaleza desde hace décadas con el beneplácito de las autoridades.
En el capítulo español se ve el triste caso del río Tinto, donde no vive ningún pez en sus aguas rojo sangre. Un río ácido y cargado de metales pesados, quien en vez de proporcionar vida, quema todo lo que encuentra a su paso. Un escenario parecido al de Marte y por eso atrae a científicos que estudian su caso único, astrobiólogos incluso venidos de la Nasa, y a turistas que se toman la preceptiva selfie, fascinados por la paleta de colores y la puesta en escena surrealista. ¿La fascinación estética por encima de la conciencia ética?
Mención especial merece el capítulo de Ucrania, que fue filmado en julio del año pasado, mucho antes de la invasión rusa. Al drama ecológico, la zona contaminada alrededor de la central nuclear de Chernóbil, se suma la tragedia; ¿dónde estarán hoy los lobos que poblaban el año pasado, esa zona reconvertida en reserva natural y sobre todo qué habrá sido de la zoóloga que nos explica la historia de ese territorio?
Al acabar de ver los seis capítulos me digo que de alguna manera como sociedad nos hemos vuelto locos, en el sentido de haber perdido pie. Cautivados por la cultura audiovisual, somos ya incapaces de ver la realidad tal cual es. Solo nos interesa la naturaleza, el paisaje, en la medida en que es fotografiable y compartible a través de nuestro smartphone. Y mientras tanto, que mueran animales, que se talen bosques, que se enfermen poblaciones enteras, que desaparezcan pueblos y culturas. Tanto nos da todo mientras nos quede la satisfacción última de hacernos una bonita foto para el recuerdo. Mucha belleza se esconde en estos mini-documentales, pero también mucha tristeza.