África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

¿Es posible el amor entre las letras y las imágenes?

El Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT) explora en su 19ª edición las sinergias entre la literatura y el cine en el continente

Libros expuestos para su recomendación y venta en el Festival de Cine Africano de Tarifa.FCAT

Películas míticas están inspiradas en novelas. Doctor Zhivago (David Lean, 1965) en la obra de Boris Pastemak, escrita en 1957; Las uvas de la ira (John Ford, 1940) en la de John Steinbeck de 1939; Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939) en la de Margaret Mitchell de 1936; La gata sobre el tejado de zinc caliente (Richard Brooks 1958) en la de Tennessee Williams de 1955; Memorias de África (Sydney Pollack, 1985) en la de Karen Blixen de 1937, o El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972) en la de Mario Puzzo de 1969, por citar solo unos pocos de los ejemplos más conocidos.

En algunos casos, la fama del libro precedió a la película; en otros, el éxito de la cinta impulsó las ventas de la novela. Sea como sea, lo cierto es que no se puede negar que ambos se convierten en expresiones artísticas complementarias. Al menos esa fue la conclusión a la que se llegó en la mesa redonda titulada Entre la tinta y la pantalla, evento celebrado en el Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT), moderado por el experto en cultura africana Alejandro de los Santos.

Mesa redonda en el FCAT sobre las conexiones entre el cine y la literatura. De izquierda a derecha: el escritor y director, Ondjaki; el director y pionero del cine en Angola, Mariano Bartolomeu; el experto en cultura africana, Alejandro de los Santos; el periodista y escritor mauritano Beyrouk; y el programador cinematográfico especializado en África, el francés Olivier Hadouchi.FCAT

En el encuentro, la nota discordante la puso el periodista y escritor mauritano Beyrouk, que dejó bien claro que para él, la literatura está por encima del cine. Sin embargo, en su novela Estoy solo (Libros de las Malas compañías, 2021), en la que trata el tema del yihadismo en el Sahel, algunos pasajes llevan a rememorar la película de su amigo Abderrahmane Sissako, Timbucktu (2014). Durante su intervención contó que se trata de una cuestión que preocupa a los dos desde hace tiempo y ambos lo han abordado desde su propia disciplina. Además, han sido capaces de colaborar juntos en la escritura de un guion para una película que, al final, no ha visto la luz.

Otro de los presentes, el director y pionero del cine en Angola, Mariano Bartolomeu, confesó no ser especialmente partidario de la adaptación de novelas a la pantalla, sino, más bien, de inspirarse en ellas a la hora de crear sus propias obras. De hecho, él ha partido del cuento The Killers, de Ernest Hemingway, para escribir Un lugar limpio y bien iluminado (1991), una película que lleva el título de otro relato corto del escritor estadounidense. Igualmente, ha jugado con Chéjov u otros autores en su proceso de creación. Para él, la literatura mueve los sentimientos relacionados con la imaginación y el sueño, mientras que el cine es la plasmación de ese sueño. Por eso, piensa que ambos pueden ir de la mano.

Para el director Mariano Bartolomeu, la literatura mueve los sentimientos relacionados con la imaginación y el sueño, mientras que el cine es la plasmación de ese sueño

El también angoleño Ondjaki, que destaca por su faceta de escritor con obras tan sublimes como Os transparentes (2002) con la que ganó el Premio Saramago de novela, presentó en Tarifa su primer corto: Vou mudar a cozinha (2022). Él no tiene ningún problema en utilizar las dos manifestaciones artísticas para expresarse. Esta actitud no es muy distinta de la de Ousmane Sembène, actor, director, escritor, guionista, activista político senegalés y considerado padre del cine africano. Su nombre resonó constantemente durante el desarrollo de la mesa redonda.

Ondjanki, a lo largo de sus intervenciones, defendió la libertad de los creadores africanos frente a las imposiciones llegadas de Occidente. Reivindicó un cambio “en la voz del narrador” que, a su juicio, debe ser devuelta a África y América latina. “Europa tiene que aprender a escuchar y a colaborar”, señaló. Son los escritores, guionistas y directores africanos los que tienen que decidir qué es tradición africana, qué historias quieren contar. Igualmente, reivindica la oralidad urbana, en contraposición a la rural que los no africanos tienden a ver como la única.

Finalmente, el programador cinematográfico especializado en África, el francés Olivier Hadouchi, repasó ejemplos concretos del cine africano, donde la complementariedad entre literatura y cine es innegable. Igualmente, destacó la literatura como factor de resistencia frente a un mundo colonial cerrado donde el cuento, la poesía o incluso la tradición oral abrieron un nuevo imaginario.

La variedad de opiniones y la riqueza de las aportaciones de los presentes hizo corto el tiempo de escucha y difícil llegar a conclusiones. Sin embargo, algunas ideas quedaron patentes, como la complejidad que encierra la adaptación de obras literarias a la gran pantalla. O en qué manera el cine permite representar contradicciones que son muy ricas, que integran elementos de las culturas africanas. Que a veces el celuloide no puede reproducir los matices y detalles de una obra escrita, como podría ser el caso de las producidas por Gabriel García Márquez, pero que en otras ocasiones aporta detalles y sutilezas visuales que se escapan al papel. Y, por encima de todo, el fructífero e intenso diálogo creado entre las dos disciplinas que mantiene todas las posibilidades de resolución abiertas.

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