La magia vudú busca fieles... y turistas
El mayor mercado de fetiches de África Occidental se encuentra en Lomé, la capital de Togo. Los comerciantes aseguran que sus creencias animistas no pasan por su mejor momento debido a la pandemia y a las nuevas corrientes evangélicas tan de moda en el continente
No es lo mismo vudú y brujería. Eso es lo primero que Okeke Dako quiere dejar claro: ellos no son de lanzar maleficios y de dañar al prójimo. Aunque por poder, podrían, reconoce. Los conocimientos están ahí, pero si un maestro chamán osara utilizarlos, sería expulsado de la comunidad y despojado de su credibilidad, de su reputación y de sus medios de subsistencia. Dako es uno de los guías oficiales del Mercado de Fetiches de Akodessewa, abierto de lunes a domingo de ocho y media de la mañana a seis de la tarde. Se encuentra en Lomé, capital de Togo, y está gestionado íntegramente por familias de origen beninés. “El vudú tiene dos caras: una negativa y otra positiva, como todo en la vida. La buena es para ayudar y la mala es la hechicería que ves en las películas de Hollywood. A eso la gente le llama vudú, pero es brujería. Nosotros solo usamos la magia para ayudar”.
El mercado de fetiches es el mayor de objetos vudú de África occidental, presume este hombre, heredero de una estirpe de sacerdotes o curanderos tradicionales. Se dice que este particular supermercado lleva en pie desde el siglo XVII, y también que hasta 20.000 objetos se acumulan aquí, pero ambos extremos son difíciles de contrastar. Lo que sí es cierto es que sigue abierto como uno de los epicentros del animismo. “Los animistas son las personas que creemos en el milagro de Dios”, aclara Dako. Y está en Togo y no en Benín, cuna de esta religión, por una sencilla razón: “Somos las mismas personas porque Benín y Togo eran el mismo país. Fueron los colonizadores quienes vinieron a dividir el país y trazar nuevas fronteras”, afirma. El animismo es un conjunto de creencias religiosas que comparten la idea de que todo lo que existe en el mundo, desde animales, plantas y seres humanos, hasta objetos inanimados y paisajes, poseen consciencia propia.
Previo pago de 5.000 francos CFA (7,5 euros) por una entrada que da derecho a tomar fotografías y a realizar una visita guiada en una nube de efluvios a animales muertos y hierbas exóticas. Dako o cualquier otro de los que lucen bata verde –aquí todo es muy oficial– ofrecen al visitante un viaje por el mundo del animismo. Esta fue la única que se profesaba en África antes de las colonizaciones europeas, pero el islam, el cristianismo y las nuevas vertientes pentecostales y evangélicas les roban fieles. Los datos son antiguos, no obstante. Las últimas estimaciones, de la Universidad de Lomé, son de 2009, y calculaban que de una población de 8,2 millones de togoleses, el 43,7% era cristiana, el 35,6% animista, el 14% musulmana sunita y 5% seguía otras corrientes.
Por otra parte, la covid-19 y sus restricciones al movimiento han hecho descender notablemente las visitas turísticas. Ambas circunstancias han diezmado los ingresos de la veintena de familias que vive de cuidar las necesidades espirituales de sus fieles y presentar las particularidades de su religión a los extraños. En un buen día, el mercado recibía una media de 30 visitas turísticas. “Con la pandemia ha bajado mucho; ayer tuvimos 12″, compara Dako.
Para los creyentes, un mercado de fetiches es como una farmacia. Pero en vez de antiinflamatorios y antibióticos, aquí se venden animales disecados, enteros o por piezas: cabezas de primates, murciélagos, camaleones, aves, serpientes, colas de caballo... Hasta un armadillo. Las piezas se exponen en precarios puestecillos de tablones irregulares de madera, generalmente un poco polvorientas, y siempre muy apretujadas unas contra otras.
Ojo: no se pueden adquirir de cualquier manera, sino siguiendo la lógica: es el sacerdote vudú a quien uno acude cuando tiene un problema. “Hace 70 años, en África, la casa de nuestros abuelos eran como el hospital. Cuando enfermas, primero tienes que ir a ver al sacerdote vudú y después de darle tu nombre, él hará la consulta para que el Oráculo lo sepa qué ha pasado. Después, prescribirá en un papel los animales que necesita; vas, los compras y se los das. Con esos ingredientes se hace un polvo que puede mezclarse con perfume, talco o jabón. Se vierte en una taza, se añade agua y se entrega como una poción”, describe Dako.
Los ejemplares que se exhiben en el mercado no han sido sacrificados para su venta, advierte el guía. “Los compramos ya muertos en Benín, Ghana y Nigeria, y aquí en Togo tenemos cazadores locales que van al bosque y buscan ejemplares para traerlos aquí”. Lo primero que hay que hacer con ellos, según el guía, es abrirlo, extraer las tripas e introducir en su interior hojas antibióticas y otros remedios desinfectantes, pues resulta imposible saber si ese animal murió por una enfermedad, y toda precaución es poca. “Es como una momificación”, compara.
Los sacerdotes vudú también pueden crear amuletos que, con el conjuro adecuado, pueden brindar distintos tipos de protección (accidentes, personas tóxicas, males de ojo, problemas económicos...) y ayudar a mejorar aspectos de la vida como, por ejemplo, aumentar la capacidad de memorizar. También existen los famosos muñecos vudú, que aquí son figuras de madera muy rudimentarias que representan tanto a hombres como a mujeres. Son iguales, y solo se diferencian en que la masculina tiene un pene y la femenina unos pechos. En principio, es únicamente una pieza de madera, pero el sacerdote puede emplearlo para curar a distancia, como una telemedicina ancestral.
Dako describe el modus operandi: “Si tú vives en Madrid, por ejemplo, y te sientes mal, pero no puedes venir a Togo a ver al sacerdote, puedes decirle qué problema tienes, le mandas el dinero y él comprará los ingredientes. Por la noche, el sacerdote te pedirá que vayas a la cama y tu espíritu saldrá de tu cuerpo. Desde Togo, el sacerdote iniciará una ceremonia para llamar a tu espíritu, que saldrá de tu cuerpo. Tu cuerpo se queda en Madrid, pero tu espíritu viajará a Togo y entrará en la estatua. El sacerdote hará la ceremonia con el muñeco cuando tu espíritu esté dentro y te curará; luego, el espíritu volverá a tu cuerpo”.
La comunidad lamenta que cada vez tienen menos fieles porque estos deciden profesar otros credos. Aunque, en muchos casos, siguen practicando el animismo en secreto. “Algunas personas son hipócritas porque van a la iglesia y se presentan como musulmanes o cristianos, pero luego siguen practicando en secreto. Se sienten avergonzados porque en la iglesia no está bien visto el vudú; los curas y los imames prohíben que practiques dos religiones”, analiza el guía.
Estos fieles en la clandestinidad no se dejan ver en ceremonias tradicionales, pero siguen recurriendo a la magia. ¿Cómo? Por teléfono: el guía asegura que la gente que siente vergüenza de ser vista en el mercado llama para pedir lo que necesitan. Incluso remedios contra la covid-19, como se ha visto en otras partes del mundo. Pero Dako recuerda en este punto de la conversación que el vudú es un remedio para los males del alma, no los físicos: “Hoy en día tenemos el hospital moderno. Cuando las personas enferman van directamente a ver al médico al hospital. Nuestros remedios son espirituales, y solo los sacerdotes vudú pueden ayudarte. Si tienes fe, serás sanado”.