“Afganistán es un test, para saber si el mundo se opondrá a la persecución de género”, sostiene la ONU en una cita con mujeres afganas en Madrid
Activistas y responsables humanitarios piden que no se mire hacia otro lado ni se normalicen relaciones con los talibanes e instan a seguir apoyando mecanismos internacionales de investigación de crímenes y de rendición de cuentas
Hace algunos meses, una afgana de la provincia de Takhar, en el noreste de Afganistán, dijo al relator especial de la ONU para los derechos humanos en el país, Richard Bennett, que la justicia para ella no se limitaba a las cuatro paredes de un tribunal y significaba “ser escuchada, sentirse segura y recibir un trato correcto”. “Pero la realidad es muy diferente”, admitió el responsable el viernes ante el auditorio del Ministerio de Relaciones Exteriores en Madrid, donde se habían dado cita casi medio centenar de afganas venidas de Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia y diversas partes de España, diplomáticos, representantes de la ONU y organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres, como Women for Afghanistan, coorganizadora junto con el Gobierno español de esta reunión anual, llamada HearUs (Escúchennos).
“Hoy reivindicamos la importancia de estar juntas y de gritar juntas, porque por separado nadie nos va a escuchar, aún menos en este momento de múltiples crisis mundiales que hacen que Afganistán y sus mujeres caigan en el olvido”, dijo a este periódico Sunita Nasir presidenta de la Asociación de Mujeres Afganas en España.
Para Bennett, mientras los derechos de las mujeres afganas se vulneran cada día un poco más desde el retorno de los talibanes en 2021, internacionalmente, se extiende la idea de que el país es “una causa perdida” y el control de los fundamentalistas, una realidad frente a la que es muy difícil encontrar una solución.
“Pero Afganistán no es una causa perdida y no podemos mirar para otro lado. El país es más bien un test, para saber si el mundo se opondrá a la persecución de género o considerará que los derechos de las mujeres son negociables. Para saber si escuchamos y apoyamos a las mujeres afganas que siguen resistiendo valientemente o decidimos ignorarlas y continuar con la impunidad”, dijo Bennett, lamentando que este año solo se ha recaudado un 38% de los 2.400 millones de dólares previstos en el Plan de Respuesta humanitaria de la ONU para Afganistán.
El objetivo de la reunión de Madrid fue compartir ideas para trazar una hoja de ruta para la justicia, la rendición de cuentas y la protección a largo plazo de los derechos humanos de las mujeres y niñas afganas a través de mecanismos jurídicos internacionales, algunos de ellos ya en marcha.
Fawzia Koofi, exparlamentaria afgana y dirigente de Women for Afganistan. recordó que hace exactamente un año, en la precedente reunión en Madrid, los talibanes prohibieron a las mujeres estudiar en las facultades de Medicina o convertirse en enfermeras, decisión que se suma a la de prohibir que los sanitarios hombres atiendan a pacientes femeninas.
“¿Cuántas mujeres han muerto en el parto o durante el embarazo por falta de asistencia sanitaria? ¿Cuántas mujeres fallecieron en el terremoto de septiembre porque no pudieron ser atendidas por doctores varones?“, se preguntó Koofi. ”Todo lo que nos da dignidad, los talibanes están intentando quitárnoslo“, agregó, subrayando que esa represión está afectando seriamente a su salud mental y también a la economía del país. “Porque, ¿cómo puede ser próspero un Estado si a la mitad de la población, es decir, a las mujeres, se les cierra la puerta del mercado laboral?“.
¿Cuántas mujeres han muerto en el parto o durante el embarazo por falta de asistencia sanitaria? ¿Cuántas mujeres fallecieron en el terremoto de septiembre porque no pudieron ser atendidas por doctores varones?Fawzia Koofi, Women for Afghanistan
La peligrosa normalización
Las presentes recordaron que desde que regresaron al poder en 2021, los talibanes han publicado más de 130 edictos que invisibilizan cada día más a la mujer en la sociedad. Sobre todo, han cerrado las puertas de la educación a las afganas de más de 12 años, una situación inédita en el mundo, y las han excluido de la mayoría de los puestos de trabajo y de los lugares de ocio. La situación se ha complicado aún más en los últimos meses, contó en la reunión una profesora desde Herat. Las mujeres no pueden entrar en un hospital de la región o dar clase a los niños de primaria si no llevan el burka exigido por los talibanes.
Por todo ello, la ONU considera que los fundamentalistas han instaurado un apartheid de género y una persecución contra las afganas. “Apoyo la codificación del crimen de apartheid de género. Apoyo a aquellos que usan ese término ya, sin esperar a que se considere legalmente un crimen, algo que puede tardar años”, dijo Bennett, celebrando los avances hacia la firma de un tratado sobre crímenes contra la humanidad, que debería incluir “el delito de apartheid de género”.
Además, el relator insistió en que cualquier normalización con los talibanes no solo es moralmente criticable, sino “estratégicamente peligrosa”. “Lo que pasa en Afganistán no se quedará solo en Afganistán. Cualquier acción que legitime a quienes cometen persecución por motivos de género, envía un mensaje no solo a los talibanes, sino a cualquier persona que piensa que las violaciones contra mujeres y niñas se pueden cometer en total impunidad”, advirtió.
Afganistán no es una causa perdida y no podemos mirar para otro ladoRichard Bennett, relator ONU
En la apertura de la jornada, el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manual Albares, garantizó que el actual Gobierno español jamás reconocerá al gobierno talibán “porque no es legítimo” y que seguirá liderando los mecanismos de investigación y condena internacional contra los fundamentalistas.
Hace un año, España, junto a Francia, México, Chile y Costa Rica, denunció ante la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional (TPI) la vulneración de los derechos de las mujeres y niñas afganas y pidió que la corte incluyera en su investigación sobre Afganistán los crímenes cometidos contra mujeres y niñas tras la toma de Kabul, en agosto de 2021. En julio de este año, el TPI dictó órdenes de detención contra Haibatulá Ajundzadá, líder supremo de los talibanes, y Abdul Hakim Haqqani, presidente del Tribunal Supremo de Afganistán, por considerar que han cometido persecución por motivos de género.
Culpables
La reunión de Madrid se celebró un día después de que se hiciera público en La Haya el veredicto del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) que se reunió en noviembre en Madrid para escuchar testimonios y analizar pruebas que sustentan el apartheid de género impuesto por los talibanes. La sentencia concluye que las autoridades de facto en Afganistán son responsables de crímenes contra la humanidad, incluida la persecución por motivos de género. La decisión no es vinculante, pero desde la creación de esta corte en 1979 para abordar violaciones graves de derechos humanos ignoradas por los Estados, sus dictámenes han tenido un gran valor simbólico.
“Creo que es un paso muy importante porque todo el material y los testimonios recogidos podrán ser usados por la justicia internacional para acelerar los procesos en curso que sí pueden derivar en una condena efectiva al régimen”, confió Nasir, de la Asociación de Mujeres Afganas en España.
Dentro de las herramientas para facilitar la rendición de cuentas de los talibanes, los presentes también celebraron la aprobación en octubre por parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU de un mecanismo independiente de investigación de las violaciones de los derechos humanos perpetradas en Afganistán, con especial atención a las sufridas por las mujeres. Según las organizaciones de defensa de los derechos humanos, allanará el camino para que víctimas y sobrevivientes obtengan justicia, reparación y verdad.
“Necesitamos que esta herramienta no se quede en el papel y creo que gran parte de la responsabilidad recae en nosotras, las mujeres de la diáspora, que tenemos una oportunidad que otras afganas no tienen”, dijo la activista Maryam Gardiwal.
Cuando me arrestaron, me dijeron que si tenía miedo, tenía que haberlo pensado mejor y quedarme calladaZahra Haqparast, activista
Zahra Haqparast, de 27 años, quiere contar su historia, pero todavía le tiemblan las manos cuando recuerda sus días de detención en 2022 en Kabul, después de haber organizado manifestaciones contra las decisiones de los talibanes contra las mujeres. “Contacté a mujeres por WhatsApp, preparé protestas y sesiones de información en mi consulta de dentista, porque no podía asistir a todo aquello sin decir nada”, explica a este periódico. “Cuando me arrestaron, me dijeron que si tenía miedo, tenía que haberlo pensado mejor y quedarme callada”.
Los golpes le fracturaron la mandíbula y le dejaron traumatizada hasta hoy, cuando, tras un largo periplo, está en Alemania e intenta trabajar como odontóloga de nuevo. “Las mujeres de mi país están muy solas. Ya casi nadie habla de nosotras y menos aún actúa por nosotras”, lamenta.
Aziza Akrami, representante de la juventud afgana ante la ONU, alertó en Madrid sobre la irreversible pérdida de capital humano debido a las decisiones de los talibanes y recalcó que las mujeres de su país necesitan inversión, inclusión y protección. “Tampoco olvidemos a los hombres, a los que tenemos que involucrar en la defensa del lugar de la mujer en la sociedad”, dijo.
“Es urgente hacer presión sobre quienes toman verdaderamente las decisiones de apoyar las escuelas online y los centros educativos clandestinos para niñas o de abrir las puertas a mujeres en peligro y darles seguridad”, pidió Nigara Mirdad, exdiplomática afgana.
A largo plazo, Afganistán tiene otros retos, subrayó, como construir una verdadera oposición que será la encargada de velar por los derechos de las mujeres, combatir el narcotráfico, apuntalar la economía y erradicar la violencia interna.