Los glaciares de los Andes y el riesgo de desastre: una visión regional para un desafío global
El derretimiento del hielo amenaza el desarrollo de las comunidades que viven en las montañas al poner en riesgo sus cultivos e infraestructuras
Los ecosistemas de alta montaña desempeñan un papel crucial en la estabilidad ambiental y en el suministro de agua, pero enfrentan transformaciones. En América Latina, los glaciares andinos perdieron más del 35% de su superficie entre 1990 y 2020. Ese retroceso incrementa la vulnerabilidad ante eventos de alto poder destructivo, como desbordes de lagunas glaciares (GLOF, por sus siglas en inglés), avalanchas y deslizamientos.
En Perú, por ejemplo, el Inventario Nacional de Glaciares 2023 reporta una reducción del 53% en la cobertura glaciar desde 1962, lo que aumenta el riesgo de desastre, afecta la regulación hídrica y, en el corto plazo, compromete la seguridad de más de 10 millones de personas en cuencas dependientes. Este fenómeno no solo afecta la biodiversidad y la estabilidad de los suelos, sino que también reconfigura los desafíos de desarrollo para las comunidades que dependen de estos servicios ecosistémicos, desde el acceso al agua potable hasta la agricultura de subsistencia
En América Latina, los glaciares andinos perdieron más del 35% de su superficie entre 1990 y 2020
El riesgo de los desbordes de lagunas glaciares aumenta por los cambios en su volumen y estabilidad, y por la ocupación de zonas que podrían ser gravemente afectadas. Estos lagos se forman por el derretimiento de glaciares y suelen estar contenidos por barreras naturales de materiales sueltos o hielo.
Las causas más comunes de estas liberaciones incluyen el desbordamiento del lago, la erosión interna de la presa, impactos de avalanchas, actividad sísmica o incluso fenómenos volcánicos. Estos eventos pueden liberar millones de metros cúbicos de agua y escombros en minutos, viajando a velocidades que pueden superar los 10 metros por segundo y alcanzando áreas situadas a cientos de kilómetros aguas abajo. La combinación de agua, sedimentos y material rocoso hace que estas avalanchas sean particularmente destructivas, erosionando valles, alterando cursos de ríos y destruyendo infraestructuras críticas como puentes y carreteras.
El retroceso glaciar trasciende las fronteras y requiere soluciones innovadoras y coordinadas. Estos ecosistemas montañosos aportan hasta el 60% del agua dulce mundial. En este contexto, 2025 ha sido declarado por la ONU como el Año Internacional para la Conservación de los Glaciares. Este reconocimiento ofrece una plataforma para impulsar estrategias que combinen la gestión de riesgos de diversa índole con el desarrollo. Soluciones como la restauración de vegetación nativa y la gestión integrada de cuencas pueden reducir la erosión entre un 20% y un 30%, estabilizando suelos y mitigando amenazas.
Una región en riesgo: los Andes como epicentro
En los Andes, la exposición a estos cambios es particularmente crítica: el 70% de las comunidades rurales depende de estos ecosistemas para agua y agricultura. La combinación de retroceso glaciar y eventos extremos ha triplicado la frecuencia de GLOF en las últimas décadas, afectando infraestructura y medios de vida. Los Andes concentran el 60% de los glaciares tropicales del mundo, que retroceden aceleradamente, incrementando el número de lagos glaciares inestables.
Esta problemática se agrava por la alta densidad poblacional en zonas de riesgo. Se estima que 1,2 millones de personas en los Andes peruanos viven en áreas directamente expuestas a GLOF, con más de 120.000 concentradas en la cordillera Blanca, ubicada en el norte del país. La urbanización descontrolada incrementa el daño potencial de un nuevo GLOF.
En Perú, la reducción del 53% en la cobertura glaciar desde 1962 compromete la seguridad de más de 10 millones de personas
Desde principios de la década de 2010, el B Interamericano de Desarrollo (BID) ha acompañado al Perú en la gestión de riesgos glaciares, motivado por el acelerado incremento del nivel de lagunas como Palcacocha, ubicada a 4.562 metros sobre el nivel del mar y declarada en emergencia en 2011. Un estudio pionero promovido por el BID modeló por primera vez el posible recorrido de un aluvión desde Palcacocha hasta Huaraz, marcando un hito en la comprensión científica de este fenómeno.
A lo largo de los años, el BID ha contribuido al fortalecimiento de sistemas de alerta temprana (SAT) multiamenaza y actualmente promueve el desarrollo de metodologías para evaluar el riesgo de desbordes violentos de lagunas glaciares. Desde 2020, apoya los planes de inversión del Perú para implementar SAT específicos para peligros glaciares en cinco subcuencas prioritarias de los Andes peruanos, que abarcan provincias como Áncash, Junín y Huari-Huari.
De la gestión de la crisis a la construcción de resiliencia
Se puede construir resiliencia mediante una gestión integral del riesgo. Inversiones en infraestructura, como represas naturales, y en tecnologías de monitoreo satelital pueden reducir las pérdidas económicas en un 15% anual, al tiempo que generan empleo y fortalecen la seguridad alimentaria. En Perú, por ejemplo, se han implementado proyectos piloto de monitoreo glaciar para que las comunidades puedan anticiparse a eventos extremos, salvando vidas y cultivos. Estas iniciativas demuestran que la acción proactiva no solo mitiga riesgos, sino que también contribuye a la estabilidad económica y la seguridad alimentaria.
Igualmente, los esfuerzos de reorganización y planificación del territorio y de inversiones necesarias para reducir los niveles de riesgo inminente en algunas regiones pueden ser una oportunidad para incrementar la eficiencia de sistemas urbanos y productivos, así como mejorar la integración de paisajes productivos dentro de un enfoque de uso responsable de los recursos. Dada la brecha de inversión y de atracción de inversión de estos territorios, en la atención del peligro de la ocurrencia de GLOF puede también fortalecerse la capacidad de adaptación y la prosperidad de centenares de comunidades que habitan por encima de los 3.500 metros sobre el nivel del mar a lo largo de los Andes.
La degradación de estos ecosistemas tiene un impacto directo en los medios de vida de la población vulnerable y se requiere un enfoque que atienda sus necesidades de forma prioritaria. En Bolivia y Perú, la disminución de glaciares amenaza el riego para el 40% de la producción agrícola andina, mientras que los costos asociados a desastres consumen hasta el 2% del PIB regional cada año. Ignorar el problema o no evaluarlo bien podría aumentar desigualdades y desplazar a comunidades. Sin embargo, la cooperación regional y el financiamiento innovador ofrecen alternativas que vienen fortaleciendo la resiliencia local.
El BID promueve herramientas financieras y técnicas para conservar glaciares, reducir riesgos y fomentar el desarrollo sostenible sobre la base de la innovación y cogeneración de conocimientos,
Recientemente, el BID lanzó el programa regional Preparados y Resilientes en las Américas, cuyo pilar “Datos para la Resiliencia” busca orientar inversiones para mejorar el modelado de riesgos. En Perú, contar con un sistema de alerta temprana puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para más de 600.000 personas que habitan cerca de cuencas glaciares en los Andes.