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La vida de los niños sudaneses en el campo de Adré, sin escuela ni electricidad: “Al menos aquí no escuchamos disparos”

Desde que comenzó la guerra en Sudán en abril de 2023, más de 600.000 refugiados han huido a Chad. Este trabajo fotográfico de Médicos sin Fronteras recoge los testimonios de los pequeños, que explican cómo es su día a día lejos de casa y cuáles son sus talentos, aficiones o sueños

Mazim (en el centro), de 12 años, junto a tres de sus cinco hermanos menores, el 18 de julio en Adré (Chad). Mazim es de El Geneina, la capital de Darfur Occidental, ciudad donde la organización Human Rights Watch ha documentado una campaña de limpieza étnica por parte de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido y milicias aliadas. Como otros cientos de miles de niños, huyó de Sudán a Chad con su familia, tras el estallido de la guerra en abril de 2023. Desde hace más de un año, vive en el campo de refugiados de Adré. Mazim es zapatero a tiempo parcial. "Voy al mercado varias veces a la semana para lustrar zapatos y reparar otros mientras aprendo a coser. La comida que dan las organizaciones humanitarias no es suficiente, así que compro un poco de verduras e incluso carne, ya que estas no las proporciona la ayuda", comenta. En el futuro, le gustaría ser médico para "ayudar y curar a la gente".Thibault Fendler (MSF)
Pero la gran pasión de Mazim es el fútbol. En la imagen, juega con el balón que sus hermanos y él hicieron con un calcetín lleno de bolsas de plástico. "Mis días consisten en jugar al fútbol y rezar. Mi equipo favorito es el Real Madrid. ¡Mirad! Tengo su logo en mis pantalones de chándal. Y mi jugador favorito es Cristiano Ronaldo. Mi hermano es del Barcelona, siempre lleva la camiseta. Así es como jugamos todo el tiempo: Madrid contra Barcelona", explica.Thibault Fendler (MSF)
Mushtaha, de 10 años, sostenía en las manos a su muñeco Tom, el 17 de julio en el campo de refugiados de Adré, en Chad. Tom es uno de los pocos juguetes que ella y sus cinco hermanos consiguieron llevarse cuando huyeron de El Geneina el año pasado. "Antes hablaba de verdad, pero ahora no tenemos pilas", dice. Cuando le preguntan cómo es vivir en el campo, no se lo piensa dos veces: "¡Nada bien!", es su respuesta. Ir a la escuela es lo que más echa de menos. "¿Por qué no hay escuela aquí?", se pregunta la niña.Thibault Fendler (MSF)
Desde la izquierda, Mahali (con Tom en brazos), Mulhim, Muhamat, Mihaf, Mihan y Mushtaha, el 17 de julio en el campo de Adré. Falta la hermana menor, Mihan, que nació hace cinco meses en la maternidad apoyada por Médicos Sin Fronteras en el hospital de referencia de Adré. "Aquí no hay electricidad, así que no hay que ver la televisión. Me encantaba ver MBC3, un canal para niños", cuenta Mushtaha. La niña se queja de que, al estar en medio del desierto, tampoco hay árboles bajo los que jugar. "Mis padres construyeron un refugio con un techo de metal para dormir, y ahí es donde nos quedamos y donde jugamos", explica.Thibault Fendler (MSF)
Una sanitaria de MSF vacunaba a una niña el 8 de julio en el marco de una campaña contra el sarampión llevada a cabo en el campo de Adré. La ONG vacunó a más de 22.000 menores de entre 6 meses y 14 años durante una semana, entre ellos Mushtaha. "No lloré cuando recibí la inyección, a diferencia de mi hermana pequeña. Ni siquiera me dolió", presume orgullosa. Thibault Fendler (MSF)
Zamzam, de 11 años, el 17 de julio en el campo de refugiados de Adré. Ella también es de El Geneina, la capital de Darfur Occidental (Sudán). Lleva más de un año viviendo en el campo de Adré. "Las condiciones de vida aquí en el campamento son duras", dice. "No tenemos ropa, ni comida adecuada, ni electricidad... todo lo que teníamos nos lo quitaron durante el viaje", continúa Zamzam. Como Mushtaha, lo que más echa de menos es ir a la escuela. "Era muy buena estudiante, siempre estaba entre las tres mejores de mi clase y quiero ser médico de mayor", confiesa la niña.Thibault Fendler (MSF)
A la derecha, Ouman, de 11 años, junto a sus hermanas Nawal y Maiada, el 18 de julio. Las tres huyeron de El Geneina con sus otros seis hermanos y su madre, y llegaron al campo de Adré hace cinco meses. "La vida en el campo no es buena" lamenta Ouman. "Nuestro refugio es demasiado pequeño para toda la familia. No tenemos lonas de plástico y es complicado cuando llueve", continúa. La niña asegura que no tienen comida suficiente para cocinar. "Con un poco de harina, podría hacer rosquillas fritas", dice con resignación. Cuando sea mayor, a Ouman le gustaría ser "líder voluntaria" en este campo de Adré porque quiere cambiar las cosas para mejorar la vida de las personas refugiadas. "Si pudiera cambiar algo, construiría una escuela aquí", concluye.Thibault Fendler (MSF)
Rayan, de 7 años, es otra de las decenas de miles de niños sudaneses que viven actualmente en el campo de Adré. Posaba orgullosa el 17 de julio, delante de unas tacitas y teteras que hace con el barro que recoge después de la lluvia. "Cuando todavía iba a la escuela en Sudán, mi momento favorito era el final de la clase, cuando la profesora nos daba una réplica de juego de té para que jugáramos con ella", recuerda la pequeña. Por esa razón, ahora ella misma hace sus propios juegos de té, para poder seguir jugando con los demás niños. Rayan vive contenta en el campo de Adré: "Al menos aquí no escuchamos disparos".Thibault Fendler (MSF)
Rayan también participó en la campaña de vacunación de MSF contra el sarampión. En la fotografía, aparece Islam, de seis años, que fue uno de los primeros niños vacunados contra esta enfermedad durante la campaña en el campo de Adré. El equipo médico vacunó en julio a niños y adolescentes, de 6 meses a 14 años, tanto del campo como de las comunidades de acogida circundantes. En Chad, los brotes de sarampión siguen siendo recurrentes.Thibault Fendler (MSF)