Los pacientes de VIH de Camerún, acorralados por la guerra y el estigma

El conflicto en el país africano, que arrancó hace ocho años, agrava la situación de las personas seropositivas, que a veces no pueden ni acercarse al hospital para recoger sus medicamentos

Trabajadoras en el Hospital de Distrito de Bali explicaban la importancia de seguir el tratamiento a pacientes con el VIH/SIDA.Nalova Akua

Marguerite y Victory (nombres ficticios) son dos enfermeras que atienden a personas seropositivas en la asediada región noroccidental de Camerún. Su rutina diaria suele incluir hojear los registros del hospital para saber qué paciente vendrá a recoger su terapia antirretroviral (TAR). Las dos hacen a continuación llamadas de recordatorio a los pacientes. Pero una cosa es recordárselo y otra muy distinta que acudan, ya que se enfrentan a infinidad de problemas, como la imposibilidad de pagar el transporte, el estigma relacionado con el VIH y el riesgo de quedar atrapados por el fuego cruzado del conflicto que asola Camerún desde finales de 2016, una guerra civil entre los separatistas en las regiones de habla inglesa y el Gobierno.

Llevan así ocho años. “Algunos pacientes han muerto como consecuencia del conflicto, otros se han trasladado a zonas más seguras, y otros han dejado de tomar la terapia antirretroviral influidos por sus pastores o por dudas sobre su estado”, señala Marguerite, que realiza el seguimiento de los pacientes en el Hospital de Distrito de Bali, en la región noroccidental de Camerún, en el marco del proyecto HIV Free, financiado por Estados Unidos. “Los confinamientos y la inseguridad perennes a veces dificultan la entrega de medicamentos”, explica por teléfono. “Si hay ataques, las balas atraviesan las paredes del hospital y las granadas estallan dentro. Cuando pasa esto, nos tiramos al suelo”. Debido a la inseguridad, hay pacientes que han desarrollado cargas virales muy altas porque no han tomado sus medicamentos, señala la enfermera. En la actualidad, el centro de salud se hace cargo de más de 700 personas con VIH.

Victory, que hace el seguimiento de los pacientes en el Hospital de Distrito de Tubah, también en la región noroccidental, explica que para aliviar la carga física y psicológica, ella y sus compañeras han recurrido a llevar la terapia antirretroviral a las casas. “El conflicto ha agravado el trauma de los pacientes con VIH. Hemos documentado casos de hombres armados que entran por la fuerza en las casas o granjas y violan a mujeres y niñas”, lamenta Victory durante una llamada. “Les decimos a los enfermos que no se desanimen y tomen sus medicamentos. A veces, incluso les miento diciéndoles que yo también soy una paciente que vive gracias a la terapia antirretroviral, solo para que acepten su condición”.

A veces, les miento diciéndoles que yo también soy una paciente que vive gracias a la terapia antirretroviral, solo para que acepten su condición
Victory (nombre ficticio), enfermera en el Hospital de Distrito de Tubah (Camerún)

Añade que el estigma entre los pacientes está muy extendido: algunos que acuden al hospital a por el tratamiento se detienen en la puerta y esperan a que las enfermeras les atiendan allí, discretamente. “Y si no encuentran a ninguna dispuesta a hacerlo, prefieren volverse sin recoger los medicamentos”, afirma Victory. Del mismo modo, hay quien da media vuelta en cuanto descubre que hay residentes de guardia. “Algunos recién diagnosticados incluso dan números o nombres falsos para que no les llamen para recoger las recetas”.

La mayoría de los hospitales de las zonas en conflicto se han embarcado en pruebas diagnósticas para detectar el mayor número posible de personas infectadas. “Una vez que diagnosticamos a un paciente con el virus, preguntamos por sus contactos sexuales para examinarlos también. Pero no les decimos que nos han sido remitidos por sus parejas”, explica Marguerite. “Esto nos ha ayudado a conseguir que muchas más personas se sometan a las pruebas y reciban tratamiento. Todavía tenemos parejas en tratamiento antirretroviral que intentan ocultar su estado a sus compañeros”.

Un problema de salud pública

El VIH sigue siendo un importante problema de salud pública en Camerún, donde se calcula que medio millón de personas viven actualmente con el virus. Pero una Encuesta Demográfica y de Salud de 2018 —la más reciente con la que cuenta el país— apunta a un progreso en los últimos 14 años, con una disminución del 50% (5,4% en 2004, 4,3% en 2011 y 2,7% en 2018) en la prevalencia del VIH entre las personas de 15 a 64 años.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) atribuye este descenso a una combinación de factores que incluyen un mayor acceso a la terapia antirretroviral, una estrategia de “prueba y tratamiento para todos” y cambios en el comportamiento sexual de riesgo, como el retraso en el inicio de las relaciones sexuales, la disminución de la violencia sexual y un mayor uso del preservativo.

El Comité Nacional de Control del Sida de Camerún, creado en 1998 para coordinar, supervisar y gestionar el programa multisectorial de control de la enfermedad, pretende ponerle fin como amenaza para la salud pública de aquí a 2030, reduciendo las nuevas infecciones, las muertes y el estigma asociados al VIH. El país está en vías de alcanzar el objetivo mundial “95-95-95″: el 95% de las personas con VIH conocen su estado serológico, el 95% de las que lo conocen están en tratamiento y el 95% de las que toman antirretrovirales tienen una carga viral suprimida. Las tasas en 2022 eran del 95,8%, 92,3% y 89,2%, respectivamente, según el Comité Nacional de Control del Sida.

A pesar de estos avances, la inestabilidad política en las regiones noroccidentales y sudoccidentales de Camerún, predominantemente anglófonas, ha tenido un impacto significativo en la respuesta a la enfermedad, contribuyendo a la desigualdad sanitaria y amenazando los avances en el control de la epidemia. La guerra civil en las regiones noroeste y suroeste de Camerún comenzó a finales de 2016, cuando abogados y profesores anglófonos de las regiones salieron a la calle para protestar por el nombramiento de profesores y magistrados francófonos en escuelas y tribunales de habla inglesa. Más de 6.000 personas han perdido la vida en el conflicto, que se ha recrudecido desde entonces. Más de 730.000 han sido desplazadas de sus hogares, mientras que otros 2,2 millones (uno de cada dos habitantes) necesitan actualmente ayuda humanitaria. El personal sanitario de primera línea de las dos regiones reconoce que la actual inestabilidad política ha obstaculizado el desarrollo y el avance de una respuesta local eficaz al VIH/SIDA en las dos regiones afectadas de Camerún.

Inaccesibles ciudades fantasma

En la asediada región anglófona del suroeste, varias enfermeras que atienden a pacientes con VIH y que hablaron con este periódico bajo condición de anonimato explican que empiezan sus días con llamadas de recordatorio a los pacientes, revisión de la disponibilidad de antirretrovirales, recepción de pacientes, asesoramiento, recogida de muestras de carga vírica y documentación. Esto no está exento de dificultades. “Los pacientes se quejan de que no tienen dinero para pagar el transporte”, explica una enfermera que trabaja en un centro de salud de Buea, capital de la región suroccidental. “Para evitar esto, les damos medicamentos que puedan mantenerlos hasta tres meses o más. También nos anticipamos a las ciudades fantasma [periodos de confinamiento obligatorio] y hacemos llamadas de recordatorio, reprogramando las citas para que no caigan en esos días”, señala.

Algunos pacientes contactados por este periódico no ocultan su calvario de lidiar con el virus y el conflicto. Elisa (nombre ficticio), de 26 años, que toma terapia antirretroviral desde 2006, cuenta que ha faltado a su cita en el hospital en numerosas ocasiones debido a las dificultades económicas y a la inseguridad. “Hay días que no consigo recoger los medicamentos por culpa del cierre. [Pero a veces] las enfermeras me los entregan”, explica esta joven, que perdió a su padre poco antes de nacer, y a su madre en 2008.

Hay días que no consigo recoger los medicamentos por culpa de los confinamientos
Elisa (nombre ficticio), paciente con tratamiento de terapia antirretroviral desde 2006

Una paciente que toma TAR desde 2013, tras haber sido diagnosticada con el virus tres años antes, dice que los repetidos tiroteos a veces la disuaden de recoger sus medicamentos, lo que ha provocado un deterioro de su estado. “La crisis me ha traumatizado tanto que he tenido que trasladarme a un lugar más seguro. Y salir de mi nueva ubicación para recoger los medicamentos resulta difícil”, explica. Otra paciente afirma que las numerosas atrocidades durante el conflicto le han infligido “pánico”. “Siempre me quedo en casa durante los días de ciudades fantasma por miedo a lo desconocido”, asegura.

La actual República de Camerún tiene su origen en una compleja historia colonial, cuya distorsión ha alimentado el conflicto actual. El territorio anexionado inicialmente por los alemanes en 1884 se dividió posteriormente y estuvo gobernado como entidades separadas por franceses y británicos tras la derrota de los alemanes en la I Guerra Mundial. Con la independencia en 1960-1961, los dos territorios se reunificaron y formaron un Estado federal, en el que la sección francófona constituía alrededor del 80% y la sección anglófona alrededor del 20%, tanto en territorio como en población. Sin embargo, la estructura federal que garantizaba los derechos de la sección anglófona minoritaria se disolvió en 1972 tras un controvertido referéndum.

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