El futuro de la energía en los países olvidados de África depende de un fallo de mercado
Unos 1.200 millones de personas no tenían acceso a la electricidad en 2017. Hoy son poco más de la mitad, gracias mayoritariamente a la inversión privada
El acceso a la energía no solo proporciona más horas de luz, con la opción de convertirlas en horas productivas, horas de estudio, o en seguridad para toda la familia. El acceso a la energía también permite cargar el móvil, lo que a su vez te abre la posibilidad de pagar productos esenciales en pequeñas cuotas, haciéndolos asequibles, o el acceso a sistemas de distribución de productos como estufas mejoradas, que mejoran la economía doméstica y la salud. Además, posibilita comprar productos alimentados con energía solar tan críticos como las bombas de irrigación solares o refrigeradores, que a su vez mejoran la productividad de los sistemas agrícolas y alimentarios, incrementando otra vez la generación de ingresos e impactando en la calidad de vida. Una cadena virtuosa que solo es posible con el acceso a energía, a la que hace pocos años no tenían acceso más de 1.200 millones de personas.
Las cosas han mejorado mucho y las empresas de comercialización de productos de generación de energía solar han conseguido en los últimos 15 años constituir una industria capaz de servir a casi 500 millones de personas y crear 500.000 puestos de trabajo. Esto ha supuesto un salto enorme para conseguir el objetivo de desarrollo sostenible número 7: energía accesible y limpia para todos. Un gran logro para el sector del emprendimiento social que dudo se hubiera logrado de forma tan efectiva, eficaz y rápida sin ser liderada por el sector privado.
Hoy en día, todavía 675 millones de personas viven sin acceso a este recurso esencial. El 75% de ellas se encuentra en solo 16 países, y el 80% está en el África subsahariana. Sus vidas están fuera del foco de atención y carecen de las oportunidades que la electricidad podría brindarles. Estos países, las economías menos desarrolladas, con tasas de electrificación iguales o inferiores al promedio del África subsahariana y altas tasas de pobreza, todavía dependen del queroseno, el carbón vegetal, la madera, el petróleo y el diésel para generar de forma deficiente, cara y contaminante, energía esencial para su vida, lo que además contribuye a la deforestación y al calentamiento global.
Dados los aprendizajes en estos 15 años, un aumento de la inversión podría iluminar su futuro y forjar caminos para salir de la pobreza. Los riesgos son muchos: entornos operativos muy desafiantes, siempre cambiantes, con una alta incertidumbre, infraestructuras deficientes (con más de la mitad de la población sin acceso a una carretera practicable), monedas muy débiles y gobiernos y políticas inestables. Pero no podemos esperar más.
Por eso, actores como Acumen y el Fondo Verde para el Clima (GCF), junto con otros aliados, se han atrevido a lanzar Hardest-to-Reach Fund, un fondo de 250 millones de dólares (unos 230 millones de euros) para generar acceso a energía limpia y asequible en los mercados desatendidos del África subsahariana. Un espaldarazo no solo al desarrollo de estos países y atajar la pobreza, también a la lucha contra el cambio climático. El fondo se apoyará en la experiencia de Acumen (una empresa de capital riesgo sin ánimo de lucro), que ha invertido ya en 40 compañías que brindan acceso a la energía a comunidades de bajos ingresos, impactando positivamente a más de 223 millones de personas y evitando la emisión de 58,5 millones de toneladas de CO2.
Hardest-to-Reach es la primera iniciativa de financiación combinada dedicada exclusivamente a ampliar el acceso a energía limpia y asequible para personas de bajos ingresos en mercados desatendidos de África. Lo hace, además, a través de una financiación flexible que prioriza el impacto.
Estas iniciativas de inversión generan además lecciones importantes para la industria energética mundial. La demanda en África se ha duplicado en los últimos 15 años y según esta firma, podría crecer casi ocho veces para 2050. Según Benjamin Attia, investigador sobre Transición Energética de la consultora Wood Mackenzie: “La evolución del modelo de negocio de energía del África subsahariana, tanto en red como fuera, remodelará fundamentalmente la trayectoria de la demanda mundial de electricidad y será esencial para la transición energética, aportando lecciones importantes para la próxima iteración de los modelos de negocio de servicios públicos a nivel mundial. El futuro de la energía puede forjarse allí”.
Añade Jacqueline Novogratz, fundadora y directora ejecutiva de Acumen: “Actualmente existe un fallo de mercado del tamaño de un planeta que impide el futuro de la energía limpia en África”. “Eso no es solo una pérdida para los cientos de millones de personas directamente afectadas por el acceso limitado a la electricidad; el mundo entero sale perdiendo al dejar a África atrás. Llevar energía limpia a quienes hoy no la tienen es una de las cosas más potentes que podemos hacer, tanto para la adaptación como para la mitigación a largo plazo”.
En 2017, unos 1.200 millones de personas no tenían acceso a la electricidad. Hoy son 675, un poco más de la mitad, gracias mayoritariamente a la inversión privada, ¿seguimos cuestionando al mercado o nos apoyamos en él?
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