Las africanas que sostienen los libros en Costa de Marfil
Editoras, escritoras, libreras y animadoras culturales crean una comunidad en Abiyán que impulsa la literatura del continente africano
El Salón Internacional del Libro Africano de Abiyán (SILA) cumplió 13 ediciones el pasado mes de mayo, honrando a la República de Congo, patria de los dandis conocidos como sapeurs, del baloncestista Serge Ibaka y autores de renombre como Alain Mabanckou, Sony Labou Tansi, Emmanuel Dongala y Henri Lopes. Pero este SILA fue, sobre todo, dedicado a las mujeres. Tanella Boni, escritora, profesora y filósofa local, premio a la excelencia en su país en 2019 y cuya obra casi no puede leerse en español, fue la encargada de pronunciar la conferencia inaugural en el Palacio de la Cultura Bernard Dadié; y protagonizó un encuentro literario en el Instituto Francés abiyanés con la también escritora e ilustradora francomarfileña Véronique Tadjo.
Otra mujer, la malgache Michèle Rakotoson, se llevó el Premio al Libro Africano de la Fundación Orange (POLA) —una organización multimillonaria, mecenas de la cultura francófona en África— por su Ambatomanga, Le silence et la douleur (Ambatomanga, el silencio y el dolor). Optaban al galardón 38 títulos de 29 editoriales de 12 países africanos y, entre los cinco finalistas, dos eran mujeres: la ganadora y la marfileña Anzatta Ouattara.
El protagonismo de las mujeres en este SILA es una muestra del impulso que han tomado gran cantidad de iniciativas literarias africanas en general, y marfileñas en particular, lideradas por ellas. Algunos ejemplos son la editorial Éditions Éburnie, fundada en 2001 por Marie-Agathe Omoikon-Fauquembergue; el premio Ivoire, impulsado por la editora Isabelle Kassi Fofana; la biblioteca de las mujeres negras, 1949, abierta en el barrio de Yopougon (Abiyán) por la escritora Edwige Dro, quien traducirá al inglés el último volumen de Aya de Yopougon, de Marguerite Abouet; o el Centro Eulis, creado por Tchonté Silué, bloguera y animadora cultural, en ese mismo vecindario.
Fofana, también directora de la editorial Massaya, subraya que hay muchas más editoriales marfileñas dirigidas por mujeres. “Las mujeres están en todas partes. Incluso a nivel de la infografía y de las imprentas. Por ejemplo, una mujer dirige la imprenta de Fraternité Matin [el mayor periódico del país]. No hay ningún oficio exclusivo de los hombres en el sector. En Massaya recibimos más manuscritos de mujeres que de hombres”, precisa al ser preguntada por el rol femenino en la literatura africana. Y procede a mencionar a madame Agathe Amoikon, toda una institución en la edición en el país; a sí misma y sus 15 años de premio Ivoire, con mayoría de mujeres en el palmarés, y a su autora estrella, Fatou Keita, reina de la literatura infantil y juvenil en África occidental.
No hay ningún oficio exclusivo de los hombres en el sector editorialIsabelle Kassi Fofana, editora marfileña
Laure Blédou, directora editorial y comercial de Bayard Afrique, le da la razón: “Las mujeres desempeñan un papel central en la industria literaria marfileña, la desarrollan, la llevan adelante y la hacen brillar”. Cita los mismos nombres que su colega y añade alguno más: “Pienso en Sarah Mody en Nimba, que también ayuda a los autores con talento para crecer”. Blédou conoce bien el panorama literario del país pues, durante dos años, formó parte del equipo de Avant-Première, un programa cultural de Canal+ Afrique emitido semanalmente en 26 países. Además, su contribución ha sido decisiva en proyectos como el lanzamiento de TEDx en Costa de Marfil, la creación del colectivo de “activismo literario” Abidjan Lit y el nacimiento en Malí de La Malle aux Livres (el baúl de los libros), una combinación de biblioteca móvil y círculo de préstamo.
Los hechos parecen dar la razón a ambas. La Asociación de Escritores de Costa de Marfil tiene a una mujer de presidenta, Hélène Lobé, y su encargada de la comunicación, Marjolaine Dolores Goue, fue su cara visible en el SILA. La asociación local de editores (ASSEDI) envió a representarla a otra mujer del sector, Sabine Mady, y los puestos y las carpas se colmaron de lectoras persiguiendo a escritoras consagradas, como ese icono cultural y feminista viviente que es la camerunesa Werewere Liking.
Junto a Boni, Tadjo o Liking se sentaron autoras menos célebres, como la profesora Zinié Ella Diomandé, del departamento de español de la Universidad Felix Houphouet Boigny y autora de libros infantiles. Diomandé no es una rareza en el panorama editorial marfileño: al igual que su colega Michelle Tanon-Lora y muchas otras mujeres que se dedican a la enseñanza, consagra parte de su tiempo y su energía a la escritura y la promoción de la lectura en la infancia. Probablemente, también fue una mujer, la influencer Emma Lohoues, la pluma más aclamada del SILA, cita a la que acudió escudándose en su libro juvenil Les yeux d’Emma (Los ojos de Emma) y perseguida por los alaridos del público adolescente femenino.
Michèle Rakotoson, a vueltas con la memoria
En el SILA también se hizo evidente que las letras africanas parecen impregnarse, en estos últimos años, de una manifiesta vocación de recuperar la historia oculta, deformada o no dicha de los colonizados, muchas veces armados con la oralidad transmitida casi a escondidas y poniendo a las mujeres en el centro de la historia. Es una tendencia que no resulta ajena a España, cuyas librerías ofrecen títulos recientes traducidos al español y firmados por autoras africanas como Petina Gappah, Maaza Mengiste o Hemley Boum.
A este carro se acaba de subir Michèle Rakotoson, autora malgache que publicó en 2021 su laureada novela, Ambatomanga, Le silence et la douleur (Ambatomanga, Silencio y Dolor). Se trata de una obra que se retrotrae a las últimas boqueadas del siglo XIX y en su isla, cuando la invasión francesa y el exilio de su reina se huelen. Rakotoson compartía con el senegalés Ibrahima Hane (también aspirante al POLA 2023) el interés por recuperar la historia olvidada de los africanos: de hecho, Hane presentó una obra sobre la odisea de un compatriota tirador durante la Gran Guerra, Les dieux de la brousse ne sont pas invulnérables (Los dioses de la selva no son invulnerables).
La colonización no fue una bendición. Fue un horror. Se cometieron barbaridades que dan náuseasMichèle Rakotoson, escritora malgache
“Me interesaba escribir sobre cómo un pueblo podía vivir una invasión”, reflexionó Rakotoson durante la presentación de su libro y el SILA. “Sobre una población pobre a la que se envió a la guerra sin preguntarle”. Ella plantea que su investigación le hizo cuestionarse el sistema profundamente racista a partir del que se crea una forma de gobierno que todavía pervive y la categorización de una gran parte de la humanidad en “subhombres a los que se les propone la arrogancia para llegar a ser hombres”. La autora recuerda que la colonización redujo los saberes de su pueblo a folclore, tumbó sociedades enteras y se cobró un precio desorbitado en sangre. “La colonización no fue una bendición. Fue un horror. Se cometieron barbaridades que dan náuseas”.
La autora malgache definió su novela como un libro urdido con historias de mujeres y sus silencios, y confesó su miedo permanente a la guerra, su interés en plasmar cómo se vive la violencia colonizadora en un país depauperado y su extrañeza frente a la prohibición de contar la propia historia. Habló de cómo su abuela describía el instante en que contempló a la última reina malgache, Ranavalona III, saludándola con una dignidad amarga antes de ser deportada por los franceses a Reunión. Moriría en Argel, arrumbada en una esquina de la historia, destronada y en el exilio, y su historia se hizo tabú. Michèle Rakotoson la mamó en casa, entre sobreentendidos y elipsis, para después novelarla usando como muletas la tradición oral, la antropología, la etnología y la cultura popular.
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