Cosechar niebla para paliar la escasez de agua en Kenia
Innovaciones baratas permiten a la población acceder a recursos hídricos en zonas donde el cambio climático ha agravado la sequía y donde el abastecimiento público es deficiente
Todas las mañanas Beatrice Kananu, de 32 años, se levanta con el ánimo de una cazadora-recolectora dispuesta a aprovechar el día. Coge sus herramientas ―láminas de polietileno desechadas que ha rebuscado en basureros cercanos y limpiado para utilizarlas después— y sale de su casa, en el poblado de Mutuati, cerca de las colinas de Nyambene, en la zona central de Kenia. No tarda en llegar al bosque, donde cosechará un recurso crucial: el agua. Enrolla el polietileno alrededor de los troncos de cinco árboles, ajusta las láminas con precisión de experta y coloca unos recipientes debajo de ellas. El proceso puede durar un par de horas, pero cuando vuelve al final del día, los contenedores pueden llegar a los 100 litros de agua.
“Me siento como en los tiempos de la caza y la recolección”, comenta Kananu, madre de tres hijos. “Al final del día consigo tener agua para cocinar, lavar y beber”. Kananu se abastece así de agua desde que un pariente de un poblado vecino le enseñó a hacerlo, hace dos años. El método consiste en recoger, mediante la condensación, la humedad contenida en la niebla que, especialmente en primavera y otoño, flota densamente entre las colinas del centro de Kenia. Durante esas estaciones, Kananu puede recoger agua suficiente para el uso diario de su familia y para sus dos vacas y sus gallinas.
En las regiones del centro de Kenia, lo más habitual es cosechar niebla utilizando los árboles. En el sureste, más seco, algunas comunidades colocan láminas de polietileno en el suelo durante la noche y, por la mañana, recogen el rocío del vapor que se condensa en la atmósfera. En algunas zonas de los alrededores de la capital, Nairobi, los pastores masái utilizan una malla de polietileno especialmente diseñada para atrapar la humedad que les sirve para calmar la sed de su ganado durante los periodos de sequía prolongados. “Se trata de una sencilla innovación para aprovechar el vapor de agua de la atmósfera, que se convierte en gotas líquidas al entrar en contacto con la superficie fría de la malla de polietileno”, explica Bancy Mati, investigador de la Universidad Jomo Kenyatta e innovador del sistema atrapanieblas. “Esta agua es buena para uso doméstico y también para el cultivo”.
Un lujo para los pobres
La cosecha de niebla se ha convertido en una innovación cada vez más popular, a menudo a través del boca a boca, en zonas donde el cambio climático ha contribuido a la escasez de agua y donde el abastecimiento público es deficiente. El método adopta diversas formas en todo el mundo, desde Sudáfrica hasta Marruecos, pasando por Perú e India. La escasez de agua preocupa cada vez más en Kenia, donde solo el 59% de la población tiene acceso a agua potable. El cambio climático ha agravado este problema, con sequías cada vez más prolongadas y graves, aunque muchos culpan también a las políticas gubernamentales.
Los escépticos afirman que la privatización del suministro ha empeorado el acceso de muchos kenianos al agua. Otros culpan a la mala gobernanza y a la corrupción, alegando que los puestos directivos en los organismos gubernamentales que gestionan este recurso se adjudican en función de las lealtades políticas y no de la aptitud. “La corrupción en el sector del agua es considerable y por eso hay una mala gestión y un acceso desigual a los servicios entre los kenianos”, denuncia Malesi Shivanji, director ejecutivo de la Red de la Sociedad Civil de Agua y Saneamiento de Kenia. “El agua se está convirtiendo en un lujo para los pobres”.
Según un informe de la organización de Shivanji, se invierte muy poco en la prestación de servicios y la mayor parte de los ingresos se destinan a gastos generales administrativos. El Ministerio de Agua, Saneamiento e Irrigación de Kenia reconoce los problemas a los que se enfrenta el país, pero afirma que intenta resolverlos mediante la ampliación de las infraestructuras hídricas, para lo cual invertirá en 100 megapresas y 1.000 presas pequeñas de aquí a 2026. “Los problemas que tenemos en el sector del agua son herencia de un sistema corrupto que se resiste a desaparecer”, afirma Andrew Kinyua, funcionario del Ministerio. “Pero estamos trabajando con otros socios con el fin de ver qué se puede hacer para que el sector vuelva a funcionar”.
Este deseo solo tranquiliza en parte a expertos como William Ojwang, director de programas del Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) en Kenia. Advierte de que muchos de los planes de infraestructuras del Gobierno acaban convirtiéndose en “elefantes blancos”, es decir, proyectos ineficaces y excesivamente costosos. Ojwang sugiere que, en lugar de centrarse exclusivamente en la construcción de sistemas que extraigan el agua de fuentes naturales, también se realicen esfuerzos para restaurar las zonas de captación, como ríos, lagos y humedales, mediante la plantación de árboles y la reducción del uso de productos agroquímicos. “Ampliar las infraestructuras hídricas para abastecer a los habitantes de pueblos y ciudades es algo positivo, pero también debemos acordarnos de los kenianos pobres que sufren porque obtienen el agua de fuentes contaminadas”, remacha.
En este contexto, las innovaciones locales sencillas y de bajo coste, como aprovechar el agua de la niebla, han cobrado importancia para muchas comunidades. Sin embargo, el método también entraña riesgos. Los científicos advierten de que la creciente polución del aire puede contaminar el agua atmosférica, la cual puede resultar perjudicial para animales y plantas si no se trata. Aunque la calidad media del aire en Kenia es razonable en comparación con los niveles mundiales, nueve de cada 10 personas están expuestas a una contaminación atmosférica superior a la que establecen las normas sanitarias mundiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), según mediciones como la de la plataforma IQAir. Los gases solubles en el aire pueden hacer que la niebla cosechada sea ácida y contenga sustancias nocivas en potencia. “El problema de la humedad ácida en Kenia debería preocuparnos porque hemos visto el daño que está causando a los seres humanos y al medio ambiente en lugares como Europa”, señala Paul Njogu, investigador de la contaminación atmosférica en la Universidad Jomo Kenyatta de Nairobi.
Estos riesgos requieren más estudios, pero mientras tanto, kenianos como Kananu no tienen más remedio que seguir cosechando el agua de niebla. Y tienen la sensación de haber sido olvidados durante mucho tiempo, tanto por el Gobierno como por los organismos de ayuda en lo que se refiere al acceso al agua limpia y al saneamiento. El cambio climático no hace más que agravar el problema. “No puedo sentarme a esperar a que se haga algo”, declara Kananu. “Utilizaré mis conocimientos y los recursos de los que dispongo para conseguir agua”.
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