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Madres de Pakistán en primera línea de la crisis climática: “Vivimos con la ansiedad de no saber cuándo será el próximo desastre”

Un año después de las devastadoras inundaciones que sufrió el país asiático, muchas zonas permanecen bajo el agua y miles de personas siguen sin recuperar su vivienda y su modo de vida. Las madres y los niños pagan el precio más alto y en este momento 1,6 millones de pequeños estarían sufriendo desnutrición severa, que puede provocarles la muerte

Una madre frente a su casa improvisada en el pueblo de Moosa Jessear, provincia de Sindh. En la temporada de monzones del verano pasado, Pakistán sufrió las peores inundaciones en más de 100 años. Durante casi tres meses, fuertes precipitaciones dejaron bajo el agua a un tercio del país. La lluvia, que representó casi tres veces la media nacional de los últimos 30 años, terminó con la vida de al menos 1.739 personas, incluidos 647 niños y niñas, y afectó a 33 millones de personas. Casas, escuelas, centros médicos, campos y cultivos resultaron destruidos por las inundaciones. El impacto del cambio climático, incluidas las inundaciones y las olas de calor, amenaza la salud de las madres y los niños y niñas en Pakistán. Las mujeres embarazadas que trabajan se enfrentan a un mayor riesgo de estrés por calor, ya que el trabajo físico a altas temperaturas puede requerir un mayor esfuerzo y, por lo tanto, aumentar la temperatura corporal, poniendo en peligro la vida de la madre y el bebé. Juan Haro (Unicef)
Kamli cose a la sombra de su porche, acompañada de sus hijos, en Umarkot, provincia de Sindh. El patio es el único lugar para guarecerse del calor abrasador. Estas paredes fueron reconstruidas tras las devastadoras inundaciones de 2022, en las que Kamli perdió su hogar y su única fuente de ingresos: la recogida de algodón en tierras que una vez fueron fértiles. Sobrevivió durante más de dos meses en campamentos temporales instalados en las carreteras de Umarkot. ''Vivimos con el miedo en el cuerpo, con la ansiedad de no saber cuándo será el próximo desastre. Esta es la única tierra que conozco. Mis antepasados son de aquí, nosotros trabajamos esta tierra y yo quiero quedarme aquí. No hay otra opción”, asegura bajo la atenta mirada de sus hijas. Su vida no era fácil antes de las inundaciones. Kamli enviudó con siete hijos a los que alimentar cuando su esposo murió de una enfermedad hepática hace cuatro años. En 2011 ya había sufrido la pesadilla de una inundación cuando estaba embarazada de seis meses y tuvo que ser evacuada para dar a luz en la casa de un pariente. Después de las lluvias, sus hijos tuvieron que ponerse a trabajar en los campos de algodón, ganando solo 45 euros al mes para mantener a toda la familia. "Cuando hace mucho calor, apenas tienes energía para moverte", dice mientras tose.Juan Haro (Unicef)
Benazir, de 30 años, junto a su hija, Oumara, de tres, al lado del agua aún estancada tras las devastadoras inundaciones que comenzaron en junio de 2022 en Pakistán, y que causaron más de un millar de muertos. Benazir perdió un hijo. Ahora, su hija de ocho años, Uzma, ha tenido que abandonar la escuela para trabajar en el campo, mientras la familia lucha por llegar a fin de mes. "Mi marido trabaja cuando puede en las plantaciones de plátanos y gana unos 200 o 300 PKR (3,20 euros al día)", explica la mujer. "Con eso tenemos que alimentar a seis hijos. Solo podemos permitirnos pan y un poco de chile para una comida al día". Juan Haro (Unicef)
A pesar de su juventud, Noor, de 22 años, ha perdido dos bebés. El primero falleció debido a complicaciones en el embarazo y el segundo murió tres días después de nacer, durante las devastadoras inundaciones que azotaron Pakistán en agosto de 2022. Había dado a luz en su casa con la ayuda de una partera, pero el bebé dejó de respirar. “Apenas comía durante las lluvias y no podía amamantarlo. Le enterramos a unos metros de casa. Todavía estaba lloviendo”. Noor ahora está embarazada de cuatro meses y reza para que su tercer hijo sobreviva a las duras condiciones climáticas del país asiático. Las lluvias turbulentas y las inundaciones destruyeron su casa en Moosa Jessear, en la provincia de Sindh, y en mitad de la noche Noor tuvo que ser evacuada con la ayuda de unos vecinos de su comunidad en un barco improvisado. Ocho meses después del desastre, sigue viviendo bajo una lona. Ella representa a toda una generación de madres que luchan por su supervivencia y la de sus hijos en medio de una crisis climática sin precedentes en Pakistán.Juan Haro (Unicef)
Benaziz, de 30 años, y sus seis hijos, cerca de Balouch Zardari, un pueblo de la provincia de Sindh. La mujer describe sus penurias antes de las lluvias. “No teníamos acceso a agua potable y nuestros hijos pasaban hambre por falta de alimentos. Y ahora todo es más difícil. Tenemos más mosquitos y enfermedades, y el centro de salud está a 15 kilómetros. Estamos luchando para sobrevivir. Día tras día”, cuenta entre lágrimas. El hambre amenaza la vida de millones de niños. En total, cerca de 1,6 millones de pequeños podrían estar sufriendo desnutrición aguda grave en estas zonas y necesitar tratamiento urgente. Se estima que siete millones de personas, principalmente menores de edad y mujeres embarazadas y lactantes, necesitan apoyo nutricional inmediato.Juan Haro (Unicef)
Pakistán es el quinto país más poblado del planeta, con una población de más de 240 millones de personas, y es además vecino del primer y segundo país con mayor número de habitantes: China e India. A pesar de causar menos del 1% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según el informe de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, Pakistán es uno de los más vulnerables al cambio climático. El calor extremo está batiendo récords en el país y ejerciendo una enorme presión sobre la salud y los medios de subsistencia de las comunidades paquistaníes vulnerables. El pasado 1 de junio de 2023, la temperatura en la provincia de Sindh alcanzó los 47 grados centígrados.Juan Haro (Unicef)
Shahida sostiene a su bebé en el Centro de Salud Kotla Eason, en la provincia de South Punkab. La madre tiene en total cuatro niños y dos niñas, pero estuvo a punto de perder a su pequeña Ayat, que ahora tiene 10 meses, durante las lluvias de 2022. Tuvo que ser evacuada en ambulancia de su casa inundada, con la ayuda de su marido, para dar a luz. ''Estaba aterrada. Como resultado del estrés y la ansiedad, perdí el conocimiento. No podía amamantar a mi niña y me sentía muy débil. Hacía mucho calor. Fue una pesadilla. No recuerdo nada”. Shahida tenía anemia y desnutrición y sus mareos se debían a su presión arterial alta. Durante tres días, su esposo y una de sus hijas tuvieron que abrazar a la niña contra su pecho para salvarle la vida. ''Es un milagro que esté aquí", dice Shahida.Juan Haro (Unicef)
Las crisis relacionadas con el clima no afectan a todos por igual. Las madres y los niños sufrirán más que los adultos, sobre todo los de las comunidades más pobres. La escala de la devastación tras las inundaciones en Pakistán resulta difícil de imaginar y el país aún tardará meses, o tal vez años, en recuperarse. Además, en Pakistán, la pregunta no es si ocurrirá otro desastre climático a gran escala, sino cuándo. Bherawaan, una madre de siete hijos, dio a luz en la oscuridad de su casa cuando las lluvias obligaron a todos sus vecinos a abandonar sus hogares. “Solo una madre sabe cómo se siente este dolor. ¿Quién sabe cuál será nuestro destino?", se pregunta Juan Haro (Unicef)
Son Bhari, de 55 años, cuida a su nieto Sahil, cuya vida estuvo en peligro hace unos días. El bebé de ocho meses sufre desnutrición aguda grave y está recibiendo tratamiento gracias a un programa apoyado por Unicef. Sahil recibirá dos sobres de alimento terapéutico a diario durante un mes. Se trata de un tratamiento a domicilio para niños de entre seis meses y cinco años que padecen desnutrición grave. El calor y la falta de alimentos han provocado un enorme estrés emocional y físico en la madre de Sahil. “Mi hija está en el hospital. Sufre anemia, no puede amamantar y tuvo complicaciones después del parto. Espero que regrese pronto. Su bebé la necesita”, cuenta la abuela, Son Bhari, mientras alimenta a Sahil con uno de estos compuestos, hechos a base de crema de cacahuete.Juan Haro (Unicef)
Las históricas inundaciones dañaron la mayor parte de los sistemas de agua en las áreas afectadas, lo que obligó a más de 5,4 millones de personas a depender únicamente del agua contaminada de estanques y pozos. Incluso antes de la temporada de monzones del año pasado, solo un poco más de un tercio del agua en Pakistán se consideraba segura para el consumo. Las mujeres y las niñas de la aldea de Muhammad Pur Ghamand, en el sur de Punjab, deben ir a buscar agua contaminada de un estanque todos los días después de que las inundaciones dañaran el sistema de suministro de agua de su aldea.Juan Haro (Unicef)
La doctora Ayesha Jameel trabaja como jefa del Centro de Salud Kotla Eason, en la provincia de Punjab del Sur. La actividad en este pequeño ambulatorio es frenética y, a pesar del calor, una veintena de madres, muchas de ellas embarazadas, esperan su turno mientras se abanican con sus velos. ''Lamentablemente, las muertes de recién nacidos y las complicaciones graves durante el embarazo son parte de nuestro trabajo. No hay duda de que el cambio climático está causando estragos en la salud de las madres. Muchas no tienen otra opción que volver a trabajar en el campo bajo el sol una semana después de dar a luz. El reposo mínimo que recomendamos es de tres meses de descanso para que su cuerpo se recupere”, afirma desde su despacho. Juan Haro (Unicef)
Nasreen Bibi tuvo mellizos meses antes de que llegaran las lluvias. Ninguno de los dos sobrevivió. El primero murió horas después de nacer, y el segundo sufría desnutrición aguda y frecuentes diarreas, y ella cree que eso le provocó la muerte a los cinco meses. "Mi cuerpo no aguantaba más. No podía darle el pecho a mi hijo, que se enfermó y en cuestión de días dejó de respirar". Narseen se volvió a quedar embaraza y ahora tiene un bebé de algo más de medio año. Cuarenta días después de dar a luz, estaba de vuelta en los campos y se lleva a su pequeño con ella a las tierras donde trabaja, que ya han comenzado a recuperarse después de las inundaciones. A ratos, hace descansos a la sombra para dar el pecho y beber un poco de agua.Juan Haro (Unicef)
Las madres son examinadas en la sala de partos del Centro de Salud Kotla Eason, en la provincia de South Punkab. El aumento de las temperaturas medias, así como de la frecuencia, intensidad y duración de las olas de calor, está exponiendo a las poblaciones del país a estrés por calor, lo que contribuye a un deterioro de la salud, sobre todo de bebés, niños y mujeres embarazadas. Las mujeres en avanzado estado de gestación, las que se encuentran en el segundo y tercer trimestre, se consideran extremadamente vulnerables al calor extremo debido a los cambios fisiológicos que ocurren durante el embarazo. Las madres que trabajan durante horas bajo el sol y a más de 40 grados están expuestas a altos niveles de deshidratación. “Esto, sumado al calor extremo, puede generar serios problemas en el desarrollo del feto y un mayor riesgo de contracciones prematuras, presión arterial alta, convulsiones, hipertensión y estrés materno”, dice la doctora Jameel.Juan Haro (Unicef)