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Las sonrisas ‘con agujero’ de los Estados más pobres de México

Uno de cada 700 niños en el mundo nacen con labio y paladar hendido (LPH). Si se trata en bebés recién nacidos, no acarrea más que alguna incomodidad estética, pero en zonas sin buen sistema sanitario, puede tener graves consecuencias

Gabriel, a punto de ser operado de labio y paladar hendido, muestra el interior de su boca a una enfermera.Julia MOlins

Josefina nació con una sonrisa diferente, anómala. Su madre, asustada, la abandonó y fue su padre quien se hizo cargo de ella. Una primera operación a los pocos meses de vida no logró cerrar su paladar y reconstruir el labio, y durante toda su infancia Josefina fue la niña de Oaxaca con el cielo de la boca abierto.

— ¿Por qué soy diferente? —le preguntó un día a su abuela.

— Tal vez fue un eclipse. Si tu mamá no se protegió con un lazo rojo, puede que la luna se comiera tu labio y tu paladar.

Gabo, de cuatro años, sonríe a cámara días antes de su operación. Su familia ha estado esperando esta intervención desde que nació. Julia MOlins

Uno de cada 700 niños en el mundo nacen con el labio y el paladar hendido (LPH) según datos de Smile Train, la organización más grande del mundo especializada en este tipo de cirugía, aunque las cifras varían: la base de datos europea Orphanet calcula una incidencia mundial entre uno de cada 2.000 y uno de cada 5.000 nacimientos.

Las causas del LPH son genéticas, pero también hay un componente medioambiental y de exposición a ciertos medicamentos durante el embarazo. A esta condición se le llama popularmente labio leporino, un término que viene de liebre, y se considera despectivo porque es asociar una anomalía física con rasgos animales.

Si esta malformación se trata de forma correcta a los primeros meses de nacer, no acarrea más que alguna incomodidad estética a la persona en su vida adulta. Sin embargo, vivir con una anomalía genética similar en las zonas rurales de México, donde el acceso al sistema de salud no está garantizado, puede suponer graves problemas económicos, de desarrollo de discapacidades e incluso la muerte del niño que no es tratado a tiempo. Además de las complicaciones emocionales al crecer, se enfrentan al estigma, el rechazo y los tabúes que genera el desconocimiento.

Josefina no se dio cuenta de que hablaba distinto a los demás niños hasta los ocho años, cuando descubrió que su padre había fallecido. Él se había despedido para emigrar a Estados Unidos y poder enviar el dinero para las cirugías y tratamientos, pero fue asesinado antes de cruzar la frontera. Desprotegida, fue la primera vez que Josefina se puso delante de un espejo y entendió lo que implicaría aquel “agujero grande” que abarcaba toda su boca hasta la nariz, cuenta ahora, a sus 39 años, junto a su gato y su perro. Sabiéndose marcada para siempre, trató de quitarse la vida.

San Bartolo de Coyotepec, Oaxaca. Los médicos del hospital sobre ruedas Mobile Surgery International (MSI) toman una fotografía del paladar hendido de un recién nacido que acaba de llegar al centro de salud. En el hospital público de la capital oaxaqueña, según la familia, habían asegurado a la madre que nacería sin ningún tipo de anomalía.Julia MOlins
En la entrada de este mismo hospital, Ángel, de ocho años, y su madre, Juana, esperan para comenzar la sesión de terapia del habla, a la que acuden cada ocho días. Ángel fue operado de labio en el hospital público de Oaxaca y de paladar en una misión médica humanitaria. No hubo seguimiento de su caso, ni tratamiento posterior. Juana, madre soltera, afronta prácticamente sola la crianza y el tratamiento del niño. Van juntos a todas partes.Julia MOlins
Zaachila, Oaxaca. Ángel y Juana viven en una habitación de chapa construida sobre un descampado. En su casa, Ángel toca el saxofón ante la atenta mirada de su prima. ‘Ángeles Azules’ es su canción favorita. “Cuando acabe mi tratamiento volveré a clases de saxofón”, cuenta el pequeño, que quiere ser músico cuando crezca.Julia MOlins
Valdeflores, Oaxaca. Ceci tiene 37 años y su primera operación de labio fue a los 40 días de nacer. A partir de ahí, ha tenido unas seis operaciones más de labio y paladar siendo ella un bebé, y cuatro más que recuerde. De todas, solo la primera fue gratuita.Julia MOlins
Irene, madre de Ceci, y dos de sus hijas, en el puesto de carretera donde venden semillas, refrescos y refrigerios. En un buen día de trabajo ganan 350 pesos (unos 16,5 euros). Una operación de labio en un centro privado puede costar alrededor de 1.800 euros.Julia MOlins
Irene prepara agua de sandía para acompañar la comida. “Yo siempre pienso que diosito dijo, ‘una para mí, otro para ti”, cuenta, refiriéndose a cómo su primer bebé nació con labio y paladar hendido (LPH) y falleció a los siete meses. “No pude cuidarla y atenderla como hubiera querido”, continúa. Irene es madre de siete hijos y se desvive para que Ceci, nacida también con LPH, reciba ayuda y cuidados.Julia MOlins
Tamazulapan del Progreso, Oaxaca. Josefina, de 39 años, nació en esta pequeña localidad a dos horas y media de la capital del Estado de Oaxaca, el mismo lugar donde su padre fue enterrado. “Cada vez que me van a hacer una nueva operación, vengo a verlo y le hablo, le cuento qué me van a hacer. Él quería que me operase, y aquí estoy”, explica. Su padre fue asesinado la noche antes de cruzar la frontera a Estados Unidos. Quería emigrar para conseguir dinero con el que pagar las operaciones de labio y paladar de su hija.Julia MOlins
Oaxaca de Juárez. Josefina vive con su perro Chester en un pequeño cuarto. Está feliz: espera su próxima operación de labio, que le borrará la cicatriz de la cara resultado de una mala cirugía. Hasta los 18 años no tenía idea que su paladar totalmente abierto era el resultado de una anomalía congénita con nombre propio. Su primera operación fue a los 20.Julia MOlins
Josefina sirve comidas durante el día en un comedor de la Colonia Reforma, en el centro de la ciudad; por las noches, trabaja en una taquería. Necesita dos trabajos, que le ocupan toda la semana, para poder ahorrar y hacer frente a los gastos derivados de sus próximas operaciones.Julia Molins
En esta misma comunidad, Gabo y su familia viven en un pequeño cuarto construido sobre un terreno en obras. Sin apenas recursos económicos, esta familia de Puebla no tiene agua corriente, ni gas, ni nevera para mantener la comida en buen estado; sin embargo, los padres del pequeño deben conseguir el suficiente dinero para poder pagar los viajes para las operaciones, tratamiento y estudios médicos en el Estado de Oaxaca, a siete horas y tres autobuses de distancia.Julia MOlins
Santa Úrsula, Puebla de Zaragoza. Gabriela y Gabo, madre e hijo, pasean por las calles de su comunidad. La pandemia, y con ello las mascarillas, han sido un alivio para muchas personas con esta anomalía. Gabo no sale de casa sin su cubrebocas. A los cuatro años, ya es consciente de que hay algo diferente en su rostro.Julia MOlins
Gabo, de cuatro años, sonríe a cámara días antes de su operación. Su familia ha estado esperando esta intervención desde que nació. Nacer con LPH implica problemas de nutrición y respiratorios, además del estigma y el señalamiento. Todo esto es agravado por la desinformación, la precariedad de la atención médica y el empobrecimiento que supone para las familias más vulnerables.Julia MOlins
Puerta del quirófano del hospital Mobile Surgery International. Segundos antes de entrar a su operación, Gabo muestra el interior de su boca a una de las enfermeras quirúrgicas.Julia MOlins
En el interior de la sala de operaciones del hospital MSI, la cirujana cráneo facial Diana Bohórquez realiza la primera de las muchas intervenciones que le esperan a Gabriel. Su labio ya está cerrado.Julia MOlins

Hasta los 20 años no supo que su malformación tenía nombre y se podía tratar. Empezaron entonces los viajes de ida y vuelta al hospital de Juárez, la capital del Estado, que le consumieron todos sus ahorros. Y se enfrentó también a la falta de respuestas y recursos del sistema sanitario. “Tardé cuatro meses en conseguir un sitio donde operarme y cuando me presenté no me atendieron porque no había camas”, cuenta Josefina. En otra ocasión, el desconocimiento de los cirujanos le provocó el ensanchamiento de la fisura: “Me cosieron la lengua al paladar, estuve un mes sin poder hablar y aquello no sirvió de nada”.

Acceso precario a la salud

Oaxaca es la tercera región más pobre de México, con casi el 62% de su población bajo los índices de pobreza, lo que supone más de dos millones y medio de personas, según datos de 2020 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

En este contexto, pobreza también significa enfrentarse a toda clase de barreras geográficas, ya que más de la mitad de la población vive en zonas rurales mal conectadas con la ciudad, e institucionales, por la falta de recursos y formación del personal, resume la doctora Laura Montesi, Investigadora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. “En todo México existe un déficit que podemos llamar estructural de profesionales y medicamentos, que además se distribuyen de forma muy desigual, concentrándose en las urbes. Se requiere un enorme gasto emocional y físico de las familias más vulnerables para llevar a cabo un tratamiento”, explica Montesi. Los pacientes son empujados a recurrir a clínicas privadas donde tienen que hacer frente a gastos muy elevados, lo que influye en que terminen por abandonar el tratamiento.

Los pacientes son empujados a recurrir a clínicas privadas donde tienen que hacer frente a gastos muy elevados

El padre de Ceci, oaxaqueña de 37 años, tuvo que emigrar hasta en siete ocasiones a Estados Unidos para poder hacer frente a las operaciones de su hija. La familia calcula que han sido más de una decena. La primera fue gratuita en la clínica de una ONG, pero las siguientes costaron entre 37.000 y 60.000 pesos mexicanos (entre 1.700 y 2.800 euros).

Junto a su madre, que no se separa de ella, Ceci vive y trabaja en un quiosco a pie de carretera donde vende refrescos a los niños y frijoles, semillas y huevos a los conductores de paso. Un buen día de trabajo supone unos 350 pesos mexicanos (casi 16,5 euros), así que, cuando su padre dejó de enviar dinero, Ceci tuvo que abandonar el tratamiento. En el labio le quedó una cicatriz grande, y el paladar no terminó de cerrarse.

Josefina, en Oaxaca de Juárez, espera su próxima operación de labio, que le borrará una cicatriz de la cara, resultado de una mala cirugía. Julia MOlins

La importancia del seguimiento

Uno de los aspectos más importante de las cirugías para tratar el LPH es el seguimiento del tratamiento, para asegurar que la herida se cierra correctamente. Gabriela se asustó cuando tras la primera operación de su hijo Gabo, de seis meses, al pequeño se le empezaron a caer clavos [quirúrgicos] de la boca. En el hospital le informaron de que “no podían hacer nada más”, asegura, y con la llegada de la pandemia dejaron de atender sus llamadas.

“No es solamente la cirugía, es necesario llevar a cabo un tratamiento integral que ofrezca desde atención psicológica y nutricional, hasta dentista y acompañamiento en la lactancia materna”, explica Diana Bohórquez, cirujana craneofacial de la organización Mobile Surgery International (MSI). Esta ONG mexicana, que recibe apoyo de Smile Train, comenzó a operar en Oaxaca en 2017 con una filosofía que rompía con el habitual funcionamiento de las misiones de médicos extranjeros, de las que muchas familias con pocos recursos dependen debido a la precariedad del sistema sanitario mexicano.

“Si vamos a dar atención humanitaria, no podemos ofrecer nada por debajo de los estándares internacionales que se exigen en países desarrollados”, continúa esta cirujana colombiana que ha trabajado el LPH en hospitales de Barcelona, Taiwán y diferentes regiones de India. Como hasta ahora no se había ofrecido una atención integral, calcula, el 60% de los casi 700 pacientes atendidos en su clínica móvil han llegado con una discapacidad.

Ángel, de ocho años y de una familia muy humilde, avanza en sus operaciones en el labio y el paladar. Ha estado varios meses sin poder tocar el saxofón, un instrumento que aprende con facilidad a pesar de las dificultades que ha ido arrastrando por su diferencia facial. Quiere curarse rápido, explica, para poder volver a tocar pronto sus canciones favoritas.

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