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Preservar las bibliotecas

Los lectores y las lectoras escriben sobre el derecho al conocimiento, la xenofobia en Badalona, la desigualdad y los gestos bondadosos navideños

Frente a la asfixiante lógica capitalista de las sociedades de mercado en las que estamos inmersos, que transforman todo en mercancía —incluidos la información, el tiempo y la atención—, la biblioteca sostiene una idea radicalmente democrática: el conocimiento como derecho y como bien común. No vende, no compite, no persuade; ofrece y enriquece. En ese gesto silencioso reside su tremenda potencia: garantizar que pensar, aprender y recordar no sean privilegios, sino prácticas públicas al alcance de todo el mundo y sostenidas por la comunidad. En unas ciudades donde ya ni las plazas pueden tener bancos, las bibliotecas son uno de los pocos espacios cuyo disfrute no depende de la capacidad de pago, cuyo uso no agota el recurso y donde compartir no es visto como algo malo, sino como lo que realmente es: crecimiento holístico y verdadero.

Julio Rodríguez. Ourense

El ‘bullying’ también se aprende

Un grupo de vecinos de Badalona, acompañados por su alcalde, impiden a unas ONG hacer llegar su ayuda a emigrantes sin techo, expulsados de un instituto abandonado, y otros obstaculizan que sean acogidos en una parroquia. Una señora dice que lo hacen por proteger a los niños. ¿Quién protege a los niños del modelo de acoso que protagonizan los adultos, del racismo y del miedo al diferente que se inocula, y de la sustitución del pensamiento crítico, siempre apegado al contraste con los hechos, por frases tan vacías de contenido como repletas de ciega carga emocional?

María Milagros Cristóbal Cristóbal. Madrid

Atrapados en un largo túnel

Las buenas fotos tienen la virtud de condensar en una imagen el espíritu del tiempo. Veo en The New York Times una instantánea de Efrem Lukatsky en la que un anciano de poblada barba con expresión de horror se asoma a una ventana con los cristales rotos tras un ataque ruso en Kiev. A la derecha se distingue un cactus, quizá el epítome más adecuado para una etapa tan árida y yerma. Creo que lo peor no es ya la sensación crepuscular que nos invade, sino la falta de expectativas. Es como si nos hubiésemos adentrado en un largo túnel gobernado por obscenos mandarines tecnofeudales que se esfuerzan, con un clamor popular de fondo, en tapiar la salida. Desalienta comprobar cómo movimientos de base que parecían una respuesta a la desigualdad creciente son sistemáticamente vampirizados por demagogos rampantes en pos de canonjías. Parafraseando a cierto personaje, el remedio ni está ni se le espera.

Juan Fernández Sánchez. Madrid

Feliz Navidad

Es 25 de diciembre. Salgo de guardia. Llego corriendo a la estación; el tren a casa sale en pocos minutos. Al buscar el abono, caigo en la cuenta de que hace semanas gasté el último viaje. Miro el reloj. Miro al controlador de acceso. El tiempo apremia. Le enseño el billete, le suplico sin palabras: llego tarde. Él me mira un segundo, sonríe y dice “Venga, que es Navidad”, mientras abre las puertecillas. A ese controlador, a tantas personas anónimas que, cada día, eligen la comprensión y la bondad, gracias. Feliz Navidad.

Maria Sagué Vilavella. Barcelona

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