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Celso

Josep Pla decía que la felicidad es no tener envidia. Bugallo no la tuvo ni de sí mismo

La película de terror que subyace en Los lunes al sol no son Tosar y Bardem en el ferri de la ría de Vigo entre semana, ni José Ángel Egido con el pelo absurdamente teñido para aparentar 15 años menos en una entrevista de trabajo, sino Celso Bugallo, desempleado también, haciendo de espejo de todos ellos unos años después: viejo, alcoholizado y solo. Y algo más inquietante, resultado de su p...

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La película de terror que subyace en Los lunes al sol no son Tosar y Bardem en el ferri de la ría de Vigo entre semana, ni José Ángel Egido con el pelo absurdamente teñido para aparentar 15 años menos en una entrevista de trabajo, sino Celso Bugallo, desempleado también, haciendo de espejo de todos ellos unos años después: viejo, alcoholizado y solo. Y algo más inquietante, resultado de su prematura expulsión del sistema: sin razones para vivir. Su personaje, Amador, le está gritando al resto que él es el final del camino que empezó con la reconversión y su esquina del bar será la esquina de todos. “Conseguimos estar juntos, eso a mí no se me ha olvidado. Luego hubo quien aceptó el convenio y quien no, y ahí ya no estábamos juntos. Y si no estamos juntos, nos joden. Pero eso no es de ahora, eso ha sido de siempre”, dice Bardem. Y ahí quedan unos cuantos, restos del naufragio, deambulando entre el cinismo, la amargura, los celos y un dolor que no saben expresar. Hubo más papeles de Celso Bugallo, y alguno memorable (“Mentras eu viva, ninguén morre nesta casa!”, grita en Mar adentro). En Los lunes, sus amigos saben que ha muerto porque dejó encendida la luz que siempre apagaba. Bardem se encuentra el cadáver de un hombre que nunca se atrevió a contar que su mujer lo había abandonado. Esa extraordinaria imagen de León de Aranoa sobre la muerte: no una luz apagada, sino la que se deja encendida (yonqui no es el que tiene, sino al que le falta). Corresponde a la idea perturbadora de empezar a estar muerto antes de morir. Celso se fue este sábado en Pontevedra, su ciudad y la nuestra. Coinciden los obituarios en que conoció el éxito tarde, a partir de los 50. En realidad, fue conocido a partir de los 50: el éxito es otra cosa. Después de Mar adentro, que le dio un Goya, me dijo medio agobiado: “A ver si esto pasa. La película está muy bien, pero habrá que pasar página”. Pla decía que la felicidad es no tener envidia. Bugallo no la tuvo ni de sí mismo.

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