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Mamdani y el futuro de la izquierda

No definió una doctrina moralizante, sino un programa de acción sobre premisas claras y ajustadas al milímetro a los problemas de los ciudadanos

La perplejidad de la izquierda a lo largo de los últimos años no tenía tanto que ver con la ausencia de éxitos electorales cuanto con el hecho de que gran parte de su electorado natural abrazara las propuestas de la extrema derecha. Ahí es donde duele. Y donde, más que nunca, estaba llamada a revolucionar su discurso.

Su caída en las políticas identitarias, en eso que ya no hay quien le quite el calificativo de wokismo, se acabó demostrando poco eficaz. Quizá por su arrogancia hipermoralizadora y sus indudables sesgos inquisitoriales. Y porque, como decía John Gray,...

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La perplejidad de la izquierda a lo largo de los últimos años no tenía tanto que ver con la ausencia de éxitos electorales cuanto con el hecho de que gran parte de su electorado natural abrazara las propuestas de la extrema derecha. Ahí es donde duele. Y donde, más que nunca, estaba llamada a revolucionar su discurso.

Su caída en las políticas identitarias, en eso que ya no hay quien le quite el calificativo de wokismo, se acabó demostrando poco eficaz. Quizá por su arrogancia hipermoralizadora y sus indudables sesgos inquisitoriales. Y porque, como decía John Gray, el problema del wokismo es ser “un tipo de hipercristianismo vacío de trascendencia y perdón”.

Cuando se actúa en política, uno no puede evitar dejarse llevar por convicciones morales. Pero un político no debe dar lecciones de moralidad, sino ser capaz de traducir su idea de la justicia a las lógicas del inclemente mundo de la política, tan cargado de contradicciones y dentro de un universo donde predomina el pluralismo de concepciones del bien.

La clamorosa victoria de Zohran Mamdani en Nueva York se explica precisamente por eso, porque supo ensamblar el ideario de la izquierda radical estadounidense a todo un conjunto de propuestas dirigidas a mejorar la vida cotidiana del ciudadano común; y dentro de estos, atendiendo a las necesidades de los más menesterosos. Con un añadido que no es baladí en estos tiempos que corren: enhebrando una estrategia de comunicación simple y libre de ampulosas declaraciones doctrinarias. La izquierda no como doctrina moralizante, sino como programa de acción sustentado sobre premisas claras, precisas y ajustadas al milímetro a los problemas específicos de los ciudadanos. El coste de la vida (affordability) como idea central: vivienda asequible, transporte y guarderías gratuitas, protección del pequeño negocio, cooperativismo, ecologismo urbano.. Todo ello sin renunciar, por cierto, a sus convicciones woke, pero sin presentarlas como dogma infalible.

Lo más relevante de su ideario es que se atreve a plantar cara a los presupuestos del neoliberalismo rampante; a saber, que carece de alternativa. En pleno núcleo central del mundo del dinero, reivindica un socialismo de base apoyado sobre algo así como un activismo de proximidad, destabuizando por el camino el potencial para un socialismo democrático. Y luego va y, encima, gana la elección. No es de extrañar que ahora mismo estén acudiendo a Nueva York representantes de todo un conjunto de partidos izquierdistas europeos para que les den la receta de su éxito. O que incluso alguien como Bannon, quien personaliza mejor que nadie a su antagonista, reconozca lo acertado de su estrategia comunicativa y advierte que los republicanos están ante un serio enemigo, sobre todo por su capacidad para movilizar a sectores hasta entonces renuentes a participar en política. Y acaba profetizando que “veremos un grupo nuevo de estos mamdanis en las grandes ciudades”.

Esto último es lo que constituye la gran incógnita ahora mismo, ¿puede tener un efecto multiplicador o acabará siendo un caso aislado ajustado a la peculiar situación objetiva de Nueva York? ¿Servirá de modelo para una estrategia política generalizada en el partido demócrata o, como con Bernie Sanders, quedará como un mero chispazo incapaz de prender una llama duradera?

No lo tiene fácil, desde luego: la alcaldía de la ciudad carece de los medios fiscales para poder financiar todas sus propuestas, aparte de que aún falta ver el contraataque de Trump. Pero, sea como sea, ha señalado un camino para la reconstrucción de una izquierda otrora mortecina. Y lo ha hecho de forma tan astuta y eficaz como elegante. Importan las ideas, pero también las cualidades de quien las representa.

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