Ir al contenido

De la autoinculpación al odio

Parte del electorado natural de la izquierda se gira hacia la derecha y culpa a aquella de su situación

El pasado agosto se publicó en este periódico un amplio artículo, firmado por Ángel Munárriz, titulado ”Abascal gana fuerza entre obreros y parados y se acerca al umbral de Le Pen", donde se informaba del aumento de los apoyos a Vox entre los desempleados, los asalariados y quienes se consideran pobres. Se trata de ciuda...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El pasado agosto se publicó en este periódico un amplio artículo, firmado por Ángel Munárriz, titulado ”Abascal gana fuerza entre obreros y parados y se acerca al umbral de Le Pen", donde se informaba del aumento de los apoyos a Vox entre los desempleados, los asalariados y quienes se consideran pobres. Se trata de ciudadanos que no votan políticas progresistas, a pesar de que son estas, precisamente, las que han incrementado el salario mínimo interprofesional, aumentado las pensiones, defendido la sanidad y la educación públicas, o intentado, intento frustrado por la derecha, reducir la jornada laboral. A pesar de todo lo anterior, parte del electorado natural de la izquierda se gira hacia la derecha y culpa a aquella de su situación.

Pablo López Calle ha investigado la subjetividad precaria en las periferias metropolitanas desindustrializadas, mediante entrevistas realizadas a jóvenes trabajadores de Coslada que sufrieron la crisis de 2007. Jóvenes que, en época de bonanza, dejaron pronto la enseñanza en busca de oficios manuales que ofrecían salarios bien remunerados y que, tras la recesión económica, se encontraron en situación de desempleo sin cobertura, abocados a vivir con sus padres o a volver a formarse para acceder a otras profesiones supuestamente mejor pagadas. Su insuficiente formación inicial les impedía optar al escaso trabajo decente disponible, continúa el autor, lo que les llevó a soportar situaciones de “infraempleo y sobreexplotación”. Notemos que se trata de las mismas condiciones materiales que hoy encontramos en los potenciales votantes de Vox a los que se refiere Munárriz.

Hace menos de diez años, López Calle observaba en estas clases populares una subjetividad, es decir, un modo de saber y representarse a sí mismo, que tenía conciencia de su precarización, que sufría el duelo por la pérdida de estatus, y también, y esto es lo que más nos interesa aquí, una subjetividad que se culpaba, psicologizaba y consideraba problemas individuales los conflictos colectivos que le afectaban. Es lo que se conoce como individualizar la queja. Tratar de convertir en problemas personales los problemas sistémicos es una práctica común del neoliberalismo, como sabemos. La crisis económica fue vivida entonces como un episodio traumático, un shock que se interpretó como un conjunto de errores colectivos y personales, un pecado involuntario, lo llama López Calle, vinculado con una naturaleza débil o con elecciones personales equivocadas, entre otros factores.

Lo que quiero destacar es que el desclasamiento, la precarización, la falta de reconocimiento social que la pérdida de un trabajo más digno comportaba era interpretado por los afectados como efecto de una mala gestión de sus recursos personales, con el consiguiente correlato de culpa, depresión y otras patologías del reconocimiento, como son la pérdida de aprecio social, en palabras de Axel Honneth, que afectan a quienes pierden el sostén identitario que el trabajo y el acceso a los bienes materiales e intangibles que este proporciona.

En apenas una década, insisto, una parte de quienes hoy ven disminuidas sus oportunidades laborales y sociales ha pasado de aquella autoinculpación a la exculpación actual. Esta población desfavorecida ya no se instala en la dolorosa rumiación culposa de entonces, sino que identifica primero a un culpable de su situación, para deshumanizarlo y convertirlo en chivo expiatorio después: los inmigrantes y el Gobierno, proyectando sobre ellos el odio que genera su pobreza, el agudo resentimiento que experimentan quienes observan cómo descienden sus expectativas de prosperidad. Un odio que, en ocasiones, incitado por las arengas de Abascal y compañía, se vierte de manera casi letal, como vimos en los sucesos del pasado verano en Torre Pacheco y Hortaleza.

La autoinculpación reflexiva caracterizaba el modo en que eran socializadas las mujeres en el patriarcado tradicional; mujeres que nos sentíamos fácilmente culpables de cualquier conflicto, de ahí que la depresión la sufra casi el doble la población femenina. La exculpación, por el contrario, es una característica central de la socialización de los varones, especialistas en culpar a otros de sus errores, eludiendo así la reflexión y el aprendizaje, y manteniéndose en una satisfactoria situación de poder. De ahí que la expresión del malestar psicológico entre ellos se manifieste con irritabilidad, comportamientos de riesgo o aislamiento, antes que con tristeza depresiva, que permanece subyacente.

La autoinculpación es dolorosa, produce una hemorragia narcisista difícil de manejar, genera una pasividad que es fruto de la impotencia, mientras que la exculpación reactiva es consoladora: no soy yo el culpable, es el otro, pudiendo generar actuaciones impulsivas para recuperar el control que se siente perdido. Es el inmigrante quien me quita el trabajo, alarga las listas de espera de los hospitales, me roba los recursos de un Estado que no hace lo suficiente por los suyos y protege a los extranjeros; son los inmigrantes quienes convierten España en un país más inseguro. Reconocerán en estas afirmaciones el argumentario más recurrente entre los dirigentes y los votantes de Vox, tan masculinos ellos.

A efectos de esa exculpabilización gratificante no importa que nada de esto sea cierto. Que los inmigrantes no nos quiten el trabajo sino que desempeñen aquellos que los nacionales no queremos hacer, que tengan una buena salud y no frecuenten los hospitales con la insistencia que ellos afirman, o que no se beneficien de esos recursos que sienten amenazados quienes los acusan, pues los trabajadores extranjeros suponen casi un 14% de las aportaciones a la Seguridad Social. No importa que, según datos del Ministerio de Interior, el aumento de extranjeros no haya incrementado los delitos, sino que la criminalidad en España haya disminuido un 0,3% en el último año. Y no importa porque el uso de la razón está reñido con la exculpación impulsiva, que se instala cómodamente como mecanismo de defensa debido a su capacidad de reparar de inmediato cualquier herida, proporcionando potencia y expulsando de sí la responsabilidad. Al proyectar el odio sobre el chivo expiatorio elegido se mantiene intacta la autoestima, dando un sentido simplista y reparador a cualquier malestar. El mecanismo es muy utilizado por los hombres maltratadores, que culpan indefectiblemente a sus mujeres de los reveses que les proporciona la vida, mientras ellas se autoinculpan. Y la extrema derecha y la derecha extrema han sabido capitalizar el descontento, potenciándolo, para hacerse con las simpatías de miles de jóvenes precarizados por un sistema económico capitalista, caníbal y deshumanizado. La culpa que siguió a la crisis anterior se convierte en acusación y odio, en la separación radical entre un nosotros y un ellos, en una peligrosa designación de un culpable al que estigmatizar y desear destruir.

Sin embargo, culpar exclusivamente a la ultraderecha y a la derecha de esta dinámica es caer en el mismo error exculpatorio que ellos, pues está claro que los partidos progresistas han contribuido sin proponérselo a este peligroso giro al no atender suficientemente a las condiciones materiales de la población más vulnerable, entre las que la precarización laboral y la falta de vivienda serían las más urgentes, pues privan de agencia y de futuro, aumentando el rencor.

La rectificación está llegando, esperemos que no sea demasiado tarde. Urge para el bien de todos una reflexión profunda que identifique las causas ocultas tras ese malestar desesperado. Urge hacer autocrítica y enmendar. No hay tiempo que perder.

Más información

Archivado En