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Columna

¿Usted sabe escribir bien ‘rentrée’?

Todos los septiembres lo mismo, aunque este quizá algo distinto

Decía Arsuaga en una frase que ha pasado ya al mismo panteón en el que están las de Oscar Wilde o las que Churchill nunca pronunció que la vida tiene que ser algo más que trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. Tiene razón el paleoantropólogo más clarividente y no por ello menos querido de España: la vida es también montarle un pollo a una teleoperadora de Booking que no tiene culpa de nada, quejarse de los turistas —que son todo el mundo ...

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Decía Arsuaga en una frase que ha pasado ya al mismo panteón en el que están las de Oscar Wilde o las que Churchill nunca pronunció que la vida tiene que ser algo más que trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. Tiene razón el paleoantropólogo más clarividente y no por ello menos querido de España: la vida es también montarle un pollo a una teleoperadora de Booking que no tiene culpa de nada, quejarse de los turistas —que son todo el mundo menos nosotros mismos—, sentirse culpable por haber nacido en la España vaciada y no residir ni tributar en ella, loar los colmados en público y a escondidas comprar el libro de David Uclés por Amazon, subir memes protesta para detener un genocidio, darse de alta en el gimnasio sabiendo que al final no vas a acudir, apuntarse a un club de lectura que acabará siendo más bien cata enológica, decir que los que de verdad saben cómo tratar el monte son las nobles gentes del rural, afirmar que el calor húmedo es mucho peor que el seco, prometerle a ese amigo lacaniano que esta temporada sí que vas a terapia, preguntar a los compañeros dónde han estado de vacaciones para no escuchar la respuesta u olvidarla inmediatamente y, finalmente, como cada septiembre, buscar en Google cómo se escribe rentrée. A mí cuando los agoreros con cuenta corriente saneada, contrato indefinido y paga extra me vienen con el lamento de la rutina me dan ganas de prender fuego al garito para después echarle la culpa al cambio climático, a los oscuros intereses de las eólicas, a la agenda 2030 o a Pedro Sánchez (si es que no son lo mismo), no porque no esté de acuerdo con ellos sino porque tienen toda la razón: qué coñazo es tener una costumbre pautada a la que agarrarse, un salario que ganar, una frente que sudar durante el día para después reposar en la almohada por la noche. Qué cruz el capitalismo. Menos mal que, si hacemos caso a todas las señales, ya se está acabando.

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