Ir al contenido

El PSOE cultural

Hoy los españoles seremos testigos del estreno de un nuevo formato de telebasura en la televisión pública

Durante décadas, el patrimonio más valioso del PSOE fue su dominio de la escena cultural. Después de la Transición, y quizá con la mirada más puesta en Malraux que en Gramsci, los socialistas fueron capaces de roturar el paradigma artístico y creativo de España. Desde la bodeguilla de Felipe hasta los artistas que abiertamente apoyaron a Zapatero, el control del Estado cultural les permitió hacer lo más difícil en polí...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Durante décadas, el patrimonio más valioso del PSOE fue su dominio de la escena cultural. Después de la Transición, y quizá con la mirada más puesta en Malraux que en Gramsci, los socialistas fueron capaces de roturar el paradigma artístico y creativo de España. Desde la bodeguilla de Felipe hasta los artistas que abiertamente apoyaron a Zapatero, el control del Estado cultural les permitió hacer lo más difícil en política: construyeron una atmósfera intangible y favorable que les permitió dominar por defecto casi todas las disputas y comenzar cualquier contienda política con una evidente ventaja. Al mérito de algunos políticos hábiles se sumó la absoluta incompetencia de la derecha en tales lides.

Ya conocen la famosa sentencia que el profesor José María Valverde escribió en una pizarra: nulla aesthetica sine ethica. Las formas estéticas son, sobre todo, la expresión de un modelo ético y también político. Por eso fue significativo que el primer Gobierno de Sánchez fuera tildado como el “gobierno bonito”. Los nombres de aquellos ministros, personas sofisticadas y mayoritariamente formadas para sus puestos (cierto es que ya campaba Ábalos), permitieron establecer una continuidad con aquel PSOE cultural. La salida de Máximo Huerta da cuenta del nivel de exigencia que se manejaba por aquel entonces, y la excelente elección posterior de José Guirao probaba que el Partido Socialista seguía entendiendo la prioridad de la cultura.

Pero el tiempo pasó, y de la escena se borraron la cuidada sintaxis de Meritxell Batet o las formas exquisitas de Arancha González Laya. La llegada de perfiles dispuestos a inmolarse por la causa exhibió, en primer lugar, una suerte de declive estético y formal. Los ministros adquirieron un perfil más rudo y militante y, para incomprensión de muchos, en el último reparto de carteras se decidió ceder a Sumar el ministerio más genuinamente afín a las esencias del PSOE triunfante: el de Cultura.

Hoy los españoles seremos testigos del estreno de un nuevo formato de telebasura que replica Sálvame. Se emitirá gracias a nuestros impuestos, en una RTVE sobre la que se existen fundados indicios de injerencia política. Es grotesco, pero en el fondo es justo, ya que a partir de ahora contaremos con un icono perfecto que representará fielmente nuestro momento político. Cada época transpira los signos culturales de su tiempo, y lo que hoy pasará tiene un enorme significado. La mutación del PSOE necesitaba un signo cultural. Y ahora, por fin, ya lo tiene.

Sobre la firma

Más información

Archivado En