Morofobia
El racismo contra el moro es específicamente español, con características construidas a lo largo del tiempo y cargas y matices que no existen en ningún otro lado
Hace tiempo que la palabra racismo me parece poco exacta, tal vez por haberse generalizado su uso aplicado a realidades muy distintas entre sí. El término se me antoja ajustado cuando se aplica a sociedades post esclavistas como la americana, donde la raza construida sobre quienes no tienen los rasgos fenotípicos denominados “caucásicos” tiene una historia y un origen bien conocidos. En España el “racismo” más persistente y normalizado es, de hecho, el que han venido sufriendo ...
Hace tiempo que la palabra racismo me parece poco exacta, tal vez por haberse generalizado su uso aplicado a realidades muy distintas entre sí. El término se me antoja ajustado cuando se aplica a sociedades post esclavistas como la americana, donde la raza construida sobre quienes no tienen los rasgos fenotípicos denominados “caucásicos” tiene una historia y un origen bien conocidos. En España el “racismo” más persistente y normalizado es, de hecho, el que han venido sufriendo personas que llevan más de cinco siglos siendo “de aquí”: los gitanos. También existió un antisemitismo atroz con devastadores efectos pero parece que esa animadversión ha caído en desuso. Prueba de ello es que la extrema derecha no solo no muestra rechazo alguno al judío sino que se alinea con el sionismo colonizador de Israel y es favorable, como demuestra la afinidad de Abascal con Netanyahu, a la aniquilación de los palestinos.
Sin embargo hay otro “racismo” muy patrio, muy enraizado en la conciencia colectiva, que tiene orígenes históricos precisos muy nuestros: el rechazo al moro. Sí, al moro, que es un sujeto específicamente español, cuyas características han sido construidas a lo largo del tiempo y tiene cargas y matices que no existen en ningún otro lado. Ni siquiera en Francia, donde el árabe es otra cosa. Porque esa delimitación del otro y sus contornos, los rasgos que lo caracterizan, se desprende de sucesos del pasado que ni siquiera recuerdan quienes hoy discriminan al “moro” pero que han dejado un rastro indeleble en el modo en que se ve a quienes así se etiqueta.
Dejar de usar el término porque nos resulta incómodo por haberse convertido en un insulto no solo no soluciona el problema, sino que lo agrava por disfrazarlo con otros vocablos más correctos pero también más engañosos. No es racismo porque nunca se difundió la idea de que el “moro” era de otra raza, no es xenofobia porque muchos moros con nacionalidad española reciben el mismo trato que los que acaban de aterrizar. No es islamofobia porque se puede ser crítico con el islam sin ser racista y porque este término de uso reciente denota un rechazo a la religión y no a sus practicantes. Los jeques adinerados que se instalan en Marbella no reciben el mismo trato que las mujeres y los niños puestos en la diana por Vox en Murcia. El término más apropiado es morofobia: rechazo y discriminación del moro, que es una persona que se tiene como opuesto y contrario al español y a quien se atribuye maldad intrínseca, deslealtad, atraso y fanatismo religioso.