El “PSOE azul” de Feijóo es casta
La ultraderecha capitaliza el descontento de muchos jóvenes por la falta de alternativa al bipartidismo, aunque cambie el Gobierno
Muchos jóvenes de la ultraderecha española se deleitaron viendo cómo Donald Trump fulminaba parte de la obra de Joe Biden en su primer día en la Casa Blanca. Sin embargo, dejaron caer su pesimismo en redes sociales considerando que el Partido Popular no haría lo mismo cuando llegue a La Moncloa, sino que mantendrá las políticas de Pedro Sánchez. Ciertos partidarios de Vox suele bromear incluso con que el PP e...
Muchos jóvenes de la ultraderecha española se deleitaron viendo cómo Donald Trump fulminaba parte de la obra de Joe Biden en su primer día en la Casa Blanca. Sin embargo, dejaron caer su pesimismo en redes sociales considerando que el Partido Popular no haría lo mismo cuando llegue a La Moncloa, sino que mantendrá las políticas de Pedro Sánchez. Ciertos partidarios de Vox suele bromear incluso con que el PP es en verdad el “PSOE azul”. Y la idea de que habrá “más de lo mismo” cuando gobierne la derecha no les entusiasma, sino que es para ellos ya lo más parecido a la casta.
Y podrá sonar descabellado, pero el concepto de un “PSOE azul” es de lo poco que queda de la revolución que supuso el 15-M en España. Primero, porque parte de la idea que populares y socialistas sostienen el mismo statu quo —como un día criticó Podemos— aunque se peleen por cuestiones identitarias. Por ejemplo, muchos jóvenes de ultraderecha no tienen duda de que Alberto Núñez Feijóo no tocará el sistema de pensiones, dado que supone demasiados votos, por más que en un día tumbe el decreto ómnibus que incluía revalorizarlo. Hete ahí una crítica generacional que está capitalizando el movimiento reaccionario: frente a dos décadas de crisis, los únicos que han mantenido poder adquisitivo son la generación baby-boom. En cambio, los jóvenes no dejan de caer en esas mismas clasificaciones y, pese ello, el bipartidismo sigue haciendo dejación de sus obligaciones en problemas como el de la vivienda. Segundo, porque asumen que a Feijóo le temblará el pulso a la hora de derogar el llamado sanchismo. Hasta bromean con que quiere gestionarlo mejor que el propio Sánchez: habla de conciliación, acude a los actos de la UGT y quiere conquistar un centro que dice perdido por el PSOE. En definitiva, poco que ver con Trump posicionándose ipso facto contra las políticas de género o dándole poder a los tecnobros para adelgazar la administración.
Así que la ultraderecha sube en España, y a los factores ya analizados se le suma la desilusión frente a la idea de un PP que, en el fondo, piensan que no cambiará nada. Podrá parecer surrealista, visto cómo de polarizada es hoy la política doméstica. Ahora bien, nuestro país atraviesa un ciclo en el que incluso sectores a la izquierda del PSOE se quejan porque consideran que desde el 15-M nada sustancial ha cambiado en el funcionamiento de la cosa pública o el Estado.
De hecho, la ultraderecha suele aludir a Mariano Rajoy para revestir su teoría de que el PP aplicará puro continuismo cuando gobierne. Creen que su mayoría absoluta fue “desaprovechada” porque no borró de un plumazo la obra de José Luis Rodríguez Zapatero: ni la ley antitabaco ni la de violencia de género fueron derogadas. En otras áreas, véase la Memoria Histórica, más que derogar, Rajoy dejó la ley sin presupuesto, lejos de lo que cualquier partidario de Vox esperaría: fulminarla a bombo y platillo para dar la “batalla cultural”. Y es que cuando la derecha llega al poder y puede impugnar ciertas medidas de la izquierda, su aceptación social ya es demasiado elevada como para dar marcha atrás: véase la ley de matrimonio igualitario. Es más, no es de esperar que los populares tumben medidas como el ingreso mínimo vital: en nuestro país la pobreza ha subido, y ese problema lo tendrá que enfrentar cualquier gobierno, por mucho que Vox ostente una vicepresidencia. A la postre, ahora que Feijóo le hace ojitos a Junts, está claro que hasta en el tema territorial el PP piensa aprovecharse de los efectos de la amnistía aprobada por Sánchez.
El caso es que la crítica al bipartidismo, desde sectores ultras, se está convirtiendo ya en un arma de doble filo para PP y Vox, como insinuó Iván Espinosa de los Monteros en una entrevista esta semana en esRadio. Es decir, que su base social está deseando echar a Sánchez, sí, pero la alternativa ha dejado de ilusionar a muchos que perciben que será tibia o superficial. Con el enfado no basta. Mientras que muchos jóvenes, y no tanto, contemplan con entusiasmo la motosierra de Javier Milei, llegan a la conclusión de que aquí no ocurrirá nada de eso porque Vox nunca superará al PP. O incluso, aprecian que Feijóo no tiene pinta de ser un extremista, por mucho que el Gobierno así lo considere.
En consecuencia, el factor “atar en corto al PP” es ya una fuerte baza de la extrema derecha para seguir abriéndose paso. Y es que los jóvenes ultras no quieren parches, sino una ruptura total frente a un statu quo contra el que se rebelan porque creen que les quita oportunidades, o directamente, colisiona con su rechazo a lo llamado woke o identitario. Como en el 15-M, se empieza a instalar un caldo de cultivo sobre que no hay alternativa al bipartidismo por mucho que cambie el Gobierno. La diferencia es que ahora lo capitaliza silenciosamente la ultraderecha por descrédito de Sumar y Podemos desde la izquierda. Los huecos que no se llenan, se ocupan: cuanto más crean nuestros jóvenes reaccionarios que PP-PSOE son lo mismo, más seguirá subiendo la extrema derecha en España.