Las fisuras internas de la tribu Trump

Solo una sólida resistencia política y social de discrepantes y sociedad civil podrá desafiar la consolidación de una terrible autocracia ‘de facto’

Donald Trump y Elon Musk, el 14 de noviembre en Mar-a-Lago.Carlos Barria (REUTERS)

Desde mañana mismo, las fisuras internas de la tribu Trump se multiplicarán. Este augurio no expresa solo un deseo, sino una evidencia histórica. Afecta a los partidos atrapalotodo, los catch all party, que enhebran y articulan en su interior diversas sensibilidades ideológicas; de distintos orígenes territoriales y de clases sociales contrapuestas.

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Desde mañana mismo, las fisuras internas de la tribu Trump se multiplicarán. Este augurio no expresa solo un deseo, sino una evidencia histórica. Afecta a los partidos atrapalotodo, los catch all party, que enhebran y articulan en su interior diversas sensibilidades ideológicas; de distintos orígenes territoriales y de clases sociales contrapuestas.

El mandato Trump.2 gozará de esa ventaja inicial, que es, al tiempo, su más venenoso riesgo. Y en grado sumo. Las añejas “contradicciones objetivas” menudean en el bloque social que aupó al magnate.

Pocos intereses reales convergen entre oligarcas digitales (o petroleros) y obreros de todo sector; entre especuladores bursátiles de escrúpulo delgado y clase media cultivada de profesionales y académicos; entre soterrados fans del Ku Klux Klan y amas de casa de color que esta vez confiaron en quien pretende deportar a sus sobrinos; entre ejecutivos modelnos de la tech californiana y matriceros del automóvil en el cinturón del óxido; entre ávidos ricos veletas seducidos/arrastrados por el tsunami ultra y financieros aún sujetos a una cierta ética protestante.

Es una tribu. Abarca todas las líneas divisorias. Y como toda agrupación lábil —contundente, deshilachable—, su futuro depende de la capacidad del hechicero jefe para perpetuar el encantamiento colectivo. Más aún cuando la dialéctica entre demócratas y conservadores, eje y estímulo de la democracia americana, se ha trasladado casi enteramente al interior del universo republicano. Solo una sólida resistencia política y social de discrepantes y sociedad civil cocinera de la cohesión, hoy diseminada, podrá desafiar la consolidación de una terrible autocracia de facto.

¿Cómo? Ahondando las fisuras del campo conservador, que suelen separar a republicanos neoclásicos y trumpistas pata negra. ¿Cuáles? Sobre la migración, entre el ímpetu a la deportación masiva que propaga el jefe, engarzado con las bases radicalizadas del movimiento Make America Great Again, y la élite empresarial tech sedienta de importar ingenieros indios (Elon Musk y cuadrilla).

O el abismo fiscal entre inercialistas confiados en que el dólar fuerte seguirá financiando el déficit, atrayendo a los ricos del mundo a comprar bonos del Tesoro, y quienes temen (hasta el fanático Steve Bannon), el estallido de una deuda mayúscula, que supera los 36 billones de dólares, y propugnan, para evitarlo, aumentar impuestos a la plutocracia y a la empresa.

Y la distancia que separaba hasta ayer, en política exterior, a Trump y su tipo en Defensa, Pete Hegseth, en agria campaña contra los aliados europeos; y pragmáticos atlantistas como su secretario de Estado, Marco Rubio, obsesionado solo por la rival China.

Hay intersticios por los que horadar un bloque de poder, solo en apariencia monolítico.

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