Lo que dejamos atrás al emigrar

Los lectores escriben sobre la nostalgia al vivir en el extranjero, la lealtad a los partidos, la meritocracia y la desaparición del comercio tradicional

Una familia cena por Navidad.getty

Nos vamos lejos de lo que amamos, lejos del idioma que hablamos, de las personas que nos vieron crecer. Nos alejamos de los recuerdos, de los abrazos que nos confortaban. Nos perdemos cumpleaños, días especiales. Nos perdemos en la rutina del día a día, en el deseo constante de regresar, de volver a sentirnos en casa. Y en ese alejarnos vemos cómo el tiempo se lleva consigo esas pequeñas partes de nosotros, las que alguna vez fueron tan importantes. Nos perdemos en la esperanza de que nuestros hijos crezcan cerca de los abuelos, de que conozcan la cultura que nos vio nacer. Llegan los años en que en los días especiales notamos que faltan personas a la mesa. Y en la quietud de la noche, te preguntas si todo valió la pena, si el precio de alejarnos fue demasiado alto. Nos alejamos buscando un futuro mejor, pero al mismo tiempo, nuestra identidad se aleja con nosotros. El sacrificio no se mide solo en logros materiales, sino en lo que dejamos atrás.

Sara López. Múnich

Síndrome de Estocolmo

La población española presenta claros signos de síndrome de Estocolmo político, caracterizado por lealtades emocionales hacia partidos que han incumplido promesas o incurrido en corrupción. Los votantes justifican el maltrato recibido con argumentos como “es el mal menor” y temen explorar alternativas por miedo al cambio. Este comportamiento refleja dependencia emocional, rechazo a lo desconocido y normalización del abuso institucional. El tratamiento requiere educación política, desarrollo del pensamiento crítico y una mayor exigencia de transparencia. Solo rompiendo ese vínculo emocional y evaluando a los líderes con objetividad, el paciente podrá liberarse de este ciclo perjudicial.

Sergio de Fuente Garrido. Alcorcón (Madrid)

Emprendedores

Cuando leo noticias sobre emprendedores siempre echo en falta información sobre los antecedentes familiares y sociales de estos empresarios “hechos a sí mismos”. Agradezco la inclusión de ellos en la noticia de este domingo en EL PAÍS sobre el cofundador de Glovo, Oscar Pierre. Creo que echa por tierra la tesis de la meritocracia que nos venden aquellos que están desmontando la educación pública, que era la única posibilidad para el ascenso social. No nos engañemos; será milagroso que alguien sin esa procedencia familiar llegue a ser un emprendedor con ese éxito.

Julio Merino Velasco. Toledo

Se buscan panaderías tradicionales

Cada vez son más las panaderías tradicionales que se ven obligadas a cerrar. El crecimiento de las grandes cadenas, con productos a precios competitivos, pero de baja calidad y con una atención al cliente que, en muchas ocasiones, deja que desear, debido a las condiciones precarias de sus trabajadores, dificulta la supervivencia de los negocios de toda la vida, que priorizan calidad y trato cercano. Es una lástima que los comercios familiares, que son parte de la historia del territorio, se vean tragados por estas cadenas.

Marta García Valle. Barcelona


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