Con la bici entre pilas de coches y fango
El vídeo de dos niñas que pedalean junto a vehículos amontonados en Paiporta muestra todo lo que falta para recuperar la normalidad
Uno de los comentarios más extendidos entre los periodistas y los voluntarios que llegan por primera vez a los pueblos afectados por la dana de Valencia es que la realidad supera con mucho las imágenes de la televisión, de las redes sociales o de la prensa. Ese mucho se queda corto. No solo por el brutal grado de devastación y destrucción, sino también por las dificultades que deben afrontar decenas de miles de personas en su vida cotidiana. Un día a día que transcurre bajo un desolado manto del color del fango, con los olores de las aguas fecales que bajan ahora por el barranco asesino del Poyo, o entre pilas de coches destripados.
En ese paisaje posapocalíptico, que parecería de ciencia ficción hace apenas un mes, dos niñas de corta edad avanzan, provistas de mascarillas, con sus bicis. “La normalidad en Paiporta es echar de menos una vida normal”, apunta el autor del impactante vídeo y del correspondiente mensaje en X (antes Twitter), Toni López. Pero los niños al menos están bien y eso es lo más importante, le anima un internauta. “Sin duda!!”, le responde Toni. “Los niños, hasta de las desgracias sacan su visión positiva. Son nuestro futuro y sin duda aquí se tienen que volver prioridad (con personas mayores y dependientes), y tienen que volver a su vida ‘normal’ lo antes posible. Gracias”, añade. El vídeo, grabado a las afueras de la citada población valenciana, ha sido reproducido y ponderado sobre todo a raíz de que el periodista Álex Domínguez lo compartiera con este comentario: “Si vieran estas imágenes sin contexto, ¿qué país pensarían que es? Pues es en Valencia (España), prácticamente un mes después de la DANA. Y parece el tercer mundo. Barro, coches apilados, olor químico… Como país hemos fallado. Esto no es primer mundo”.
Son comentarios también muy extendidos. No parece el primer mundo. Estamos acostumbrados a asociar imágenes de ese tipo con países subdesarrollados. Pero hace tres años, Alemania, una de las naciones más ricas y desarrolladas del mundo, sufrió en 2021 unas inundaciones devastadoras que causaron 135 muertos en un valle del Estado de Renania-Palatinado, una zona rural en la que viven cerca de 30.000 personas, un poco más que la población de Paiporta. Las inundaciones pueden parecerse, pero no son comparables los niveles de destrucción en uno y otro país por las grandes diferencias demográficas, geográficas y económicas entre las dos zonas. En Alemania, la catástrofe también derivó en bronca política.
El vídeo de Toni pone de relieve una lentitud exasperante en la búsqueda de esa normalidad. Es muy complicado no compartir la idea de que se ha fallado como país, empezando por la institución competente en alertar a sus ciudadanos, la Generalitat valenciana, cuando se ven esas imágenes casi un mes después de la tragedia, se repasa la cronología de los hechos y el lodo continúa ahí. Cómo no comprender a los que han perdido todo o casi todo cuando gritan que se han sentido solos y desamparados. “Es un desastre. Vivimos entre Walking Dead y un huevo Kinder. Todo destrozado y con poco avance y cada día una sorpresa, que si el perito del Consorcio te dice que hagas una valoración de tus pérdidas, que si la estructura del edificio que parecía estar bien está dañada”, comenta un tuitero valenciano.
Nada justifica la demora en la actuación, la descoordinación o la falta de medios, pero tampoco hay que olvidar la magnitud de la catástrofe natural, que resulta casi inabarcable. Que haya 120.000 vehículos varados, amontonados, dispersos, a la espera de ser retirados (la mayoría se trasladarán a una cantera de Picassent) tras ser identificados y comprobar que no hay ningún cadáver dentro, es un ejemplo de ello. Que los niños aún jueguen, pedaleen o paseen entre esas pilas de coches se hace ya insoportable.