Bienvenidos a la era de la niebla mental

Una nube tóxica nos envuelve, confundiéndonos. Es nuestro propio sistema cultural e informativo, envenenándose a la vez que el medio ambiente

Niebla sobre el Capitolio de EE UU, en Washington, en una foto de archivo.TOM BRENNER (Reuters)

El síntoma era bien conocido entre las comunidades de enfermos crónicos, pero fue a partir de la epidemia de covid cuando se extendió, y junto a él, el término que le daba forma: niebla mental. Se llama así a la incapacidad de pensar con claridad, a levantarse como si nos faltaran diez cafés o tres noches de sueño, a no encontrar el nombre de las cosas, a pelearse contra la cortina interpuesta entre nuestro cerebro y una irrealidad que ya no podemos atravesar con la facilidad de antes. “Siento como un envenenamiento general, informativo, emocional”, me decía justo antes de las elecciones de EE...

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El síntoma era bien conocido entre las comunidades de enfermos crónicos, pero fue a partir de la epidemia de covid cuando se extendió, y junto a él, el término que le daba forma: niebla mental. Se llama así a la incapacidad de pensar con claridad, a levantarse como si nos faltaran diez cafés o tres noches de sueño, a no encontrar el nombre de las cosas, a pelearse contra la cortina interpuesta entre nuestro cerebro y una irrealidad que ya no podemos atravesar con la facilidad de antes. “Siento como un envenenamiento general, informativo, emocional”, me decía justo antes de las elecciones de EE UU una amiga periodista que vive en ese país, y yo también noto que una niebla mental tóxica nos envuelve, confundiéndonos. Esa niebla es, creo, nuestro propio sistema cultural e informativo, envenenándose a la vez que el medio ambiente. Respiramos ambos, y aquí las metáforas se unen en estratos perfectos y, por tanto, sospechosos.

El ascenso de Donald Trump ha sido paralelo a la desintegración de los medios, su causa y su consecuencia.

Las elecciones estadounidenses marcan tradicionalmente las etapas de internet. En 2008 el iPhone acababa de nacer y Barack Obama era un joven e ilusionante político que se resistía a abandonar su BlackBerry. En 2012 fue reelegido y todos estábamos ya conectados, listos para entrar en una época dorada de la viralidad que no fue tal y terminó de rematar un ecosistema mediático en crisis. En 2016 irrumpió Trump. Las redes habían sustituido a la prensa como principal fuente de información, y cómo de oscura fue aquella campaña solo lo intuimos a posteriori, cuando se destapó el escándalo de Cambridge Analytica. Steve Bannon, jefe de estrategia de Trump, pronunció una de las frases más importantes de la historia contemporánea: “Los demócratas no importan, la oposición real son los medios. Y la forma de tratarlos es inundar la zona con mierda”. Creció el feminismo, y el cambio de siglo trajo la pandemia: el mundo cambió. Ganó Joe Biden y creímos que Trump había sido una anomalía. Fue expulsado de Twitter, y la desinformación se replegó a ignotos canales de Telegram. Pero en realidad se estaba terminando de cocinar a plena luz del día un profundo descontento social dispuesto a romperlo todo.

La novedad de 2024 es esa: la niebla está a la vista, delante de nuestros ojos. Es lo único que está claro. La zona ha sido inundada, y el trumpismo, normalizado. Las estrategias de Bannon han sido abiertamente adoptadas por políticos en todo el mundo, a derecha e izquierda. El formato que resume la época es el pódcast, donde el carisma es más atractivo que los hechos: la gran entrevista de la campaña se la dio Trump a Joe Rogan. Silicon Valley es abiertamente anarco-libertario y ha renunciado a mantener los mínimos estándares de decencia. Esta vez no ha hecho falta manipular las redes como en 2016: Elon Musk, el gran apoyo republicano, es el dueño de X, en sus propias palabras, “la principal fuente de noticias de la Tierra”. Su figura simboliza cómo buena parte del pueblo estadounidense, comenzando por sus hombres, se ha vuelto a rebelar contra el sistema. Esta vez ya sabían todos que votaban a un convicto impresentable, pero han preferido hacerlo antes que asimilar un cambio social que ha sucedido demasiado rápido. Al inventar internet y conectar el pensamiento humano aceleramos también la historia, y estas son las consecuencias. Todo va demasiado rápido excepto para quienes no tienen niebla en la mente porque la inventaron ellos.

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