El horror del turismo masivo

Los lectores escriben sobre la transformación de las ciudades, las listas de espera en la Sanidad Pública madrileña, la importancia de los vínculos sociales, y la sobredosis de información

Turistas con maletas en la Rambla de Barcelona.Albert Garcia

El turismo bate récords en España en 2024, pero los huevos de oro de esta gallina están envenenados. Vecinos y vecinas expulsados de sus barrios, convertidos en escaparates o parques temáticos para turistas, escenarios de cartón pluma que posan para nuestros flashes. Las redes sociales echan más gasolina al fuego: no he estado en Medellín, pero ya he visto en tres perfiles distintos ese baile que romantiza la pobreza de una de sus comunas más famosas; las calas baleares saturadas se convierten en reclamo; y Tailandia ya me cansa sin haber ido. Hay toda una generación que no ha conocido lo que era viajar para experimentar los destinos más allá del postureo. El turismo es la forma moderna de colonización (en el peor de sus significados). No nos interesa cómo es la vida allí ni qué les preocupa a sus locales; sólo que sus rincones sean un escaparate para nuestras fotos. Coleccionamos viajes, consumimos artificio. El neoliberalismo feroz se ha colado también en nuestras maletas.

Patricia Labrador Gracia. Madrid

Un año de espera

No me lo podía creer. Me detecta mi médica de cabecera un pre carcinoma en la cara y cuando ayer recibí la llamada de Sanidad para darme día con el dermatólogo me dicen al otro lado del teléfono que la cita será dentro de un año, exactamente en septiembre de 2025. Me quedo atónito y se lo digo, pero tras un breve rifirrafe me cuelga y yo me quedo sin saber qué decir. Quizás mi única opción es pagar una aseguradora privada. Madrid es una Comunidad rica, pero su sanidad pública está más cerca del tercer mundo que del primero. ¿A dónde va toda la riqueza que genera esta Comunidad? ¿En qué se gasta el dinero público que se debía invertir en la sanidad de todos?

Pablo Peinado Céspedes. Madrid

Si hay bares, hay vida

Las personas fallecen cuando su corazón deja de latir, ¿cuándo mueren las sociedades? Yo lo tengo claro: cuando pierden la capacidad de congregar a sus vecinos alrededor de la barra de un bar. Lo saben bien quienes conocen aquellos pueblos de la España vacía, donde el bar es la última trinchera frente a la despoblación. No se concibe un pueblo sin un bar. Hace poco, el municipio almeriense de Benitagla, con 53 vecinos, tuvo la iniciativa de abrir un bar-tienda para afianzar la vida en el pueblo y combatir la soledad. Se ubica frente a la iglesia. Da igual si lo conoces por bar, tasca o taberna, es nuestro templo social. Porque aunque la guerra de la despoblación zozobra, mientras haya bares, hay vida.

Juan Antonio Pavón Carreño. Sevilla

Demasiada ‘infoxicación’

Solo en la última semana recibí en mi móvil 360 notificaciones de Abc. De EL PAÍS, algo menos, 290. El Confidencial y El Mundo no se quedan lejos, 258 y 256, respectivamente. De la Cadena SER tengo desactivadas las notificaciones de deportes, pero aun así me llegaron 127 en los últimos días. Soy periodista y mi trabajo me obliga a saberlo casi todo, pero ¿cómo no van a estar los ciudadanos tan desconectados del periodismo si les saturamos de información?

Iván Zambrano. Madrid

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