En la mente del jugador de ajedrez

Extirpar un trozo de cerebro humano requiere una enorme precisión y un profundo conocimiento. Corta aquí y adiós lenguaje, un poco más allá y se acabó el caminar

Partidas de ajedrez en los bancos de la calle Larios, en Málaga en agosto de 2023.Garcia-Santos (El Pais)

Los neurocirujanos se enfrentan a decisiones muy difíciles cuando tienen que tratar una epilepsia grave, reparar un aneurisma o eliminar un tumor cerebral. Por lo general tienen claro cuál es la parte del córtex (corteza cerebral) que está causando el problema y poniendo en riesgo la vida del paciente, pero el córtex es la sede de la mente, y está hecho de módulos distribuidos en una geografía compleja y confederal. Mientras que cortar por lo sano puede ser una opción sensata en el resto del cuerp...

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Los neurocirujanos se enfrentan a decisiones muy difíciles cuando tienen que tratar una epilepsia grave, reparar un aneurisma o eliminar un tumor cerebral. Por lo general tienen claro cuál es la parte del córtex (corteza cerebral) que está causando el problema y poniendo en riesgo la vida del paciente, pero el córtex es la sede de la mente, y está hecho de módulos distribuidos en una geografía compleja y confederal. Mientras que cortar por lo sano puede ser una opción sensata en el resto del cuerpo, extirpar un trozo de mente humana requiere una enorme precisión y un profundo conocimiento para no causar un daño aún peor del que pretendes evitar. Corta aquí y adiós lenguaje, un poco más allá y se acabó el caminar, mueve el bisturí un milímetro más allá del tumor y la persona que duerme anestesiada en tu quirófano se despertará con una vida que ni merece la pena vivirse. Como amante del jazz recuerdo muy bien el caso de Pat Martino, mi guitarrista favorito. Era un prodigio del instrumento desde muy joven, pero sufrió un aneurisma cerebral a los 36 años, los cirujanos le operaron y, cuando despertó, su arte ya no estaba allí. Le llevó 14 años recuperarlo a base de escuchar sus propios discos y reaprender todo lo que había aprendido de chaval. Murió hace tres años como uno de los grandes guitarristas de la historia del jazz. O quizá habría que decir como dos grandes guitarristas, uno antes y otro después de pasar por el quirófano.

Pero ahora vamos a ocuparnos del ajedrez, que acaso deba considerarse también un arte. Un grupo de 13 neurocientíficos y cirujanos de la Universidad de Barcelona y otros centros de la ciudad, coordinado por Antoni Rodríguez-Fornells, acaba de presentar un logro extraordinario en este campo. Su paciente es un jugador de ajedrez con un tumor en el lóbulo parietal del córtex, por encima y un poco por detrás de la oreja izquierda, que había que extirpar para salvar su vida. El paciente expresó la voluntad de conservar su capacidad de ajedrecista, y los científicos han hecho todo lo posible por respetar ese deseo.

Nadie sabe dónde mapea el ajedrez en el cerebro, así que el equipo ha diseñado un protocolo para localizar, a cráneo abierto y con el paciente despierto, tres funciones que probablemente se requieren para esa actividad y que mapean en las cercanías del tumor: la búsqueda visual, el reconocimiento de reglas y la anticipación de un jaque mate. También han usado técnicas de imagen para localizar otras funciones relacionadas con el juego y próximas a la lesión. Todas esas pruebas apuntan al giro supramarginal, una circunvolución cerebral implicada en el procesamiento del lenguaje y en la percepción del espacio. Solo después de descubrir este mapa mental, los cirujanos han extirpado el tumor con la mayor precisión compatible con la vida.

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El resultado ha sido excelente, y desde luego mucho mejor que el de Pat Martino. Tras la operación, el paciente muestra un tiempo alargado de reacción a las jugadas de su oponente, pero ha conservado en lo esencial su habilidad para jugar. El cerebro sigue siendo el gran enigma de la biología contemporánea, pero no hace falta descifrar las claves más profundas para cartografiar sus funciones con un detalle cada vez más exquisito.

El protocolo de Barcelona puede funcionar en muchas otras operaciones cerebrales, sean tumores, aneurismas o daños traumáticos. Consiste en combinar la estimulación con electrodos a cráneo abierto —un clásico en las operaciones de epilepsia— con las técnicas de imagen como la resonancia magnética funcional (fMRI), que permite observar qué zonas del córtex cerebral se activan cuando el paciente está ejecutando una tarea concreta, jugar al ajedrez en este caso. Ojalá mi guitarrista favorito hubiera disfrutado de él.

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