El club de la amnesia
Nadie parece interesado en recordar la muerte, el encierro, la delación del infectado por covid, pero yo pienso a menudo en todo eso
Heather McCalden, una artista que perdió a sus padres por el sida siendo niña, dijo en una entrevista: “Aún estamos demasiado cerca de la pandemia de covid para entender nada al respecto. (...) Todos andamos con amnesia; no queremos recordar aquellos días, y aún no estamos preparados para recordarlos”. Es cierto que nadie parec...
Heather McCalden, una artista que perdió a sus padres por el sida siendo niña, dijo en una entrevista: “Aún estamos demasiado cerca de la pandemia de covid para entender nada al respecto. (...) Todos andamos con amnesia; no queremos recordar aquellos días, y aún no estamos preparados para recordarlos”. Es cierto que nadie parece interesado en recordar la muerte, el encierro, la delación del infectado, pero yo pienso a menudo en todo eso. Guardo los permisos de circulación que se exigían, recuerdo aviones fantasmales y aeropuertos desolados como cámaras frigoríficas, la desinfección del carro de las compras, los test de PCR. Pienso en los que no pudieron ver ni velar a los que se murieron, en los niños encerrados con maltratadores, en los viejos cuya senilidad se aceleró, en los adolescentes deprimidos. ¿Dónde están, quién les pregunta cómo siguen, quién les dice “No estás loco, yo me acuerdo, yo estuve ahí”? Durante el dominio del virus proliferaron los diarios de pandemia. Hay un registro de lo que pasó, pero no de lo que siguió a eso, aunque dejó secuelas en la salud mental, en el empleo, en la política, y se sabe que sucederá otra vez: hay una gran peste en el futuro esperando por la vida humana. Días atrás mi padre me dijo: “La salud nunca alcanza”. La memoria tampoco. Nunca es suficiente. Nunca hay un momento adecuado para recordar. “Creo que siempre es aconsejable mantener una relación cordial con la persona que éramos en el pasado, da igual que nos resulte una compañía atractiva o no —escribió Joan Didion—. De otra manera, esa persona aparece sin avisar y por sorpresa, se pone a aporrear la puerta de la mente a las cuatro de la madrugada (...) y exige saber quién la abandonó, quién la traicionó y quién va a reparar el daño causado”. Yo estoy de acuerdo. No me incluyo en el club de la amnesia. Será que vivo en un país en el que la palabra “memoria” quiere, o quería decir hasta hace poco, algo importante.