Macron entierra el frente republicano
La composición del nuevo Gobierno, muy a la derecha y sin credibilidad, confirma que el presidente francés ha optado por ignorar el resultado de las urnas
Lejos de representar “la unidad nacional” prometida por el presidente Emmanuel Macron, la designación este sábado en Francia del nuevo Gobierno dirigido por el conservador Michel Barnier prolonga la crisis política en la que lleva enfrascado el país desde las elecciones legislativas convocadas precipitadamente por Macron el pasado junio. Macron y Barnier han optado por un Ejecutivo decididamente conservador y con escaso capital político, compuesto mayoritariamente por ministros macronistas y por miembros de la derecha tradicional encarnada por Los Republicanos (LR), que obtuvo escasa representación en las elecciones y se mantuvo al margen del frente republicano que frenó a la extrema derecha.
De las 39 carteras, 10 serán para figuras de LR, provenientes además de su ala más reaccionaria. Los centristas han obtenido una presencia residual, y el espacio de la izquierda un solo ministro. El ministro del Interior será Bruno Retailleau, ferviente opositor al matrimonio homosexual y que considera que existen franceses verdaderos y “franceses de papel”. También entra en el Gobierno Laurence Garnier, opuesta a la penalización de las terapias de conversión sexual. Son dos nombres particularmente llamativos y solo se pueden interpretar como un guiño al Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, cuyos diputados tienen el destino del nuevo Gobierno en sus manos.
La composición del nuevo Ejecutivo profundiza la sensación de traición al voto de los franceses en unas legislativas que ganó la izquierda formando parte del frente republicano —en el que participó Macron y que le permitió salvar la cara—, en el que electores de todos los partidos sacrificaron a sus candidatos más débiles para frenar a los ultras. Su candidata a primera ministra, Lucie Castets, fue rechazada por Macron al no disponer a priori de una mayoría absoluta en el Parlamento. Algo de lo que tampoco dispone hoy el Gobierno recién nombrado, vulnerable ante una moción de censura. El programa de máximos de La Francia Insumisa tampoco puso fácil integrar las muy diferentes sensibilidades que permitieron derrotar a Le Pen. El resultado es que Le Pen tiene ahora el Gobierno en sus manos y enfrente, a toda la izquierda haciendo oposición.
Poco o nada queda de la regeneración política por la que decía apostar el presidente a su llegada al Elíseo en 2017. Más allá de las serias dudas que plantea el nuevo Ejecutivo en términos de continuidad, la decisión de Macron entierra definitivamente ese frente republicano. Un peligroso gesto a solo tres años de unas presidenciales en las que RN ya aparece en las encuestas como el gran favorito. Decisiones como estas, a contracorriente de la tradición política francesa y la lógica institucional, y que dan a entender al ciudadano que su voto —incluso el sacrificio de sus siglas— no cuenta, solo contribuyen a profundizar la ya instalada desafección democrática que padecen las democracias occidentales y que beneficia, sobre todo, a la extrema derecha.