Proteger a Talgo

El veto del Gobierno a la compra del fabricante por parte de la húngara Ganz-MaVag no despeja el futuro de la compañía española

Fábrica de Talgo en la localidad madrileña de Las Rozas.J. P. Gandul (EFE)

El Consejo de Ministros decidió el martes vetar la oferta de compra de la española Talgo por parte de la húngara Ganz-MaVag después de meses de incertidumbre en torno al futuro de la operación. El Gobierno ha apoyado su decisión en informes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y de la Seguridad Nacional que vinculan al grupo húngaro con el fabricante ruso de material ferroviario Transmashholding. El Ejecutivo entiende que Talgo es una empresa decisiva dentro de un sector “clave para la seguridad económica, la cohesión territorial y el desarrollo industrial” y por ello ha hecho uso del escudo antiopas que desde la pandemia le permite denegar la autorización de operaciones sobre empresas estratégicas.

La decisión no ha pillado por sorpresa al consorcio húngaro, que ha anunciado que recurrirá el veto ante la justicia, en España y en la UE. Desde que Ganz-MaVag lanzó la oferta pública de adquisición (OPA) el pasado mes de marzo, el Ejecutivo había expresado repetidamente sus reticencias por los vínculos de la empresa con el Gobierno húngaro y la adscripción ultraderechista del primer ministro de ese país, Viktor Orbán. Ganz-MaVag está participada en un 45% por un fondo de inversión estatal, que pertenece al Ministerio de Economía de Hungría, y en un 55% por la compañía ferroviaria húngara Magyar Vagón.

Lo cierto es que Talgo ha desarrollado algunas tecnologías decisivas para la expansión del sector ferroviario que se ha propuesto impulsar la Unión Europea, especialmente el cambio de vía automático que permite a sus trenes de alta velocidad rodar por distintos anchos de vía y saltar fronteras entre países. Unas patentes de alta tecnología que justifican su consideración de empresa estratégica y que el Ejecutivo hace bien en preservar.

Sin embargo, el veto no resuelve los graves problemas que arrastra la compañía, todo un símbolo de la industria española. Talgo tiene una amplia cartera de pedidos, está al máximo de actividad en sus dos plantas de Madrid y Álava y tiene serios problemas para cumplir con sus contratos y los plazos de entrega de trenes. De hecho, la operadora Renfe ya le ha impuesto una sanción por los retrasos en las entregas de los trenes Avril de alta velocidad, que tanta frustración han causado este verano a los usuarios por problemas técnicos y por los que el Gobierno ha tenido que dar explicaciones parlamentarias. Otro gran pedido realizado por la alemana Deutsche Bahn corre el riesgo de incumplir los plazos de entrega y sus responsables no serán tan benevolentes como los directivos españoles. Talgo necesita urgentemente más músculo financiero y mayor capacidad de producción. El Ejecutivo aduce que difícilmente el grupo húngaro podía ser el socio industrial que necesita.

La UE se ha propuesto duplicar el tráfico ferroviario de alta velocidad antes de 2030 y triplicarlo en 2050. Para afrontar este nuevo ciclo del sector las empresas necesitan músculo industrial e inversiones y no resulta fácil encontrar un comprador o un socio con ambas capacidades. El Gobierno ha intentado en estos meses impulsar ofertas alternativas que o bien adolecían de propuesta económica o de falta de componente industrial. La oferta de Ganz-MaVag, que valoraba Talgo en 632 millones de euros, a cinco euros por acción, será difícil de igualar por lo que es necesaria una decidida implicación de las autoridades que permitan a una empresa puntera de la industria española aprovechar las oportunidades que se avecinan en ese escenario.

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