Kamala Harris, el contagioso poder de la esperanza

La convención demócrata ha ofrecido todo un arsenal de ideas y actitudes sobre cómo comunicar la política en nuestros días

Kamala Harris, en un momento de su discurso en la convención demócrata en Chicago.Callaghan O'Hare (REUTERS)

Desde Europa tendemos a ver las convenciones de los partidos estadounidenses como una especie de show hollywoodiense llevado a la política. Pero estarán conmigo en que esta vez les ha salido redondo. En cuatro días han conseguido dar la vuelta como un calcetín a lo que amenazaba ser un entierro de haberse presentado Joe Biden. Y colocar mensajes con una eficacia inigualable. Qué quieren que les diga; de...

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Desde Europa tendemos a ver las convenciones de los partidos estadounidenses como una especie de show hollywoodiense llevado a la política. Pero estarán conmigo en que esta vez les ha salido redondo. En cuatro días han conseguido dar la vuelta como un calcetín a lo que amenazaba ser un entierro de haberse presentado Joe Biden. Y colocar mensajes con una eficacia inigualable. Qué quieren que les diga; de todo este sarao tendríamos mucho que aprender en la política europea. Se ha ofrecido todo un arsenal de ideas y actitudes sobre cómo comunicar la política en nuestros días. Empezaré por aquí, y disculpen el esquematismo.

1. Ha sido una rotunda escenificación de unidad del partido sin por eso acallar la pluralidad de sus voces, que iban también asociadas a personas, cada cual con su acento y sesgo político. Los discursos de gente como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez pudieron convivir, no solo con los de expresidentes, sino también con los de religiosos o veteranos militares, como se corresponde con una sociedad tan diversa. Ni rastro de la previsibilidad y el monolitismo discursivo de los aparatos de los partidos a los que estamos tan acostumbrados.

2. Se celebró a la lideresa, claro, ese es el sentido de la convención. Pero se hizo como representante o portavoz de un proyecto, sin el habitual peloteo hacia el líder tan al uso en Europa o en el propio Partido Republicano con Donald Trump.

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3. Lo mejor de todo, la idea fuerza: ¡todavía hay esperanza! O esa frase que una grandiosa Michelle Obama lanzó a un público eufórico y entregado y titula esta tribuna. “La esperanza está de vuelta”, y si vuelve retorna también el futuro, podemos seguir progresando. No hay que mirar atrás, como Trump, sino hacia adelante. La mejor defensa frente a un futuro incierto es que no logre paralizarnos ni enemistarnos. Hay que superar los demonios del miedo, la división y el odio. Mientras estos pervivan, se desvanecerán las ilusiones.

4. Un continuo recordatorio de algunas de las virtudes de la democracia, como la tolerancia y el respeto hacia quienes disienten, hacia los que “no se parecen a nosotros, ni suenan como nosotros, ni piensan como nosotros” (Obama, el marido). Y la rememoración de quienes lucharon por un mundo mejor, el engarce generacional, como eso de Michelle O. mencionando el ejemplo de su abuela o Kamala el de su madre. Si una mujer de color puede llegar a la Casa Blanca es por el sacrificio y la lucha de tantas como ellas; ahora nos toca a nosotras tomar el relevo. Casi todos los intervinientes, incluyendo a la candidata, hablaron de su propia experiencia de vida. La persona es su biografía. Este es otro rasgo de la personalización de la política.

5. Ser ciudadano no consiste solo en ir a votar, exige también movilizarse para conseguir sumar a otros al proyecto colectivo. Una llamada a la responsabilidad cívica. “¿Estás listo para proteger tus derechos?”

Conclusión provisional: Hemos asistido a un remake del obamismo originario, con toda su carga de optimismo y emocionalidad positiva. Con una importante diferencia: ha rebrotado a pesar de las siniestras distorsiones, la oscuridad y la polarización que Trump introdujo en la política americana. Pero señalar el peligro del adversario, muy presente en la alocución de Harris y otros, no les hizo caer exclusivamente en lo que es casi el discurso único, malmenorista, de los partidos sistémicos europeos: “Vótenme porque, si no, viene la ultraderecha”. Aquí fue distinto: vótenme porque somos mejores, porque hay que derribar los muros que nos dividen. Como Kamala dixit: “Quiero ser la presidenta de todos los americanos”; “seré una presidenta que nos una en torno a nuestras más altas aspiraciones”. Entre ellas, garantizar “el derecho de todos a la seguridad, la dignidad y la justicia”. Una presidenta ”que es realista, práctica y tiene sentido común y siempre lucha por el pueblo estadounidense”.

Como puede verse, pragmatismo vinculado a patriotismo cívico y utopismo pudoroso, combinado también a la advertencia frente a lo que puede venir, el “amigo de los tiranos”. El ataque se personaliza en Trump —”un tipo poco serio” que constituye una “amenaza muy seria”—, no ya tanto en los republicanos. Harris hizo un homenaje muy emotivo a Biden, fue muy clara respecto a dónde estaba en la política internacional, con los demócratas, la OTAN y Ucrania, y a favor de un acuerdo rápido para poner fin al sufrimiento en Oriente Próximo. Y tocó algunos de los temas sensibles de política interior, como la seguridad en la frontera sur y la inmigración, la vivienda y el derecho al aborto. Pero fue muy parca en la cuestión que más preocupa, la economía, y por ahí le vendrán las mayores críticas. Con todo, el sentido de esta convención no era desgranar un programa bien definido; era infundir moral y movilizar a sus seguidores. Después de esta convención ha aumentado el nivel de agua de la piscina a la que se acaba de tirar Harris, pero la disputa puede ponerse todavía muy sucia. Esto no hecho más que empezar, pero ¡menudo comienzo!

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