Una amplia coalición para Kamala Harris

La candidata demócrata necesita un apoyo rotundo de todo el partido para poder recoger el enorme apoyo que logró Biden

La imagen de los candidatos demócratas Kamala Harris y Tim Walz se proyecta en una pantalla en el centro de congresos de Chicago, este 17 de agosto.Vincent Alban (REUTERS)

El Partido Demócrata de Estados Unidos tiene esta semana la tarea de presentar y definir a su candidata a presidenta en un tiempo récord y ante un electorado que tiene muy poca información sobre ella en comparación con el presidente Joe Biden. La Convención Nacional que se celebra en Chicago comienza este lunes y terminará el jueves con la proclamación oficial de Kamala Harris. No hay misterio en ese sentido, pues ya se ha asegurado una mayoría de los delegados. Pero en esos cuatro días, a través de los discursos y la puesta en escena, se tiene que hacer muy evidente para el electorado que el partido no tiene ninguna duda sobre su candidata y que Harris merece en noviembre el mismo apoyo que Biden, el presidente más votado de la historia.

No se ha cumplido todavía un mes desde que Biden renunció a su carrera por la reelección en una decisión inaudita. El apoyo inmediato a su vicepresidenta, completado en los días siguientes por toda la elite del partido, los principales cargos públicos y sus posibles rivales por la nominación, hicieron a Harris inevitable para el votante. Se puede decir que, en las elecciones de 2024, los demócratas no han tenido primarias. Biden ganó sin oposición con una participación ínfima. A Harris no la ha votado nadie. Sin embargo, eso no parece mermar la disposición de las bases demócratas a apoyarla. Las cifras récord de donaciones y la subida repentina en las encuestas, que ya la sitúan empatada o por delante de Donald Trump en todos los Estados clave, demuestran que el electorado fiel está en paz con la decisión, movilizado y con una inyección de ilusión que no tenía con Biden.

Pero el electorado fiel no es el que gana una elección tan compleja como la presidencia de Estados Unidos. Hace falta lo que en la jerga política se llama una coalición de votantes con intereses distintos y muchas veces coyunturales, no ideológicos. Joe Biden recibió 81 millones de votos en 2020. En esa coalición de votantes estaban desde Alexandria Ocasio-Cortez, una joven congresista izquierdista de Nueva York, hasta Cindy McCain, la matriarca del republicanismo de Arizona. Es muy posible que una coalición tan amplia en el espectro ideológico sea irrepetible con cualquier otro candidato. Esa era una de las principales razones que alimentaban las dudas de quienes no querían prescindir de Biden.

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Harris es, en comparación con Biden, una desconocida. Tiene menos de tres meses para convencer a todos los votantes que pueda de esa coalición. Ha comenzado por hacer campaña en los cinco Estados que le dieron la presidencia a Biden: Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Arizona y Georgia. Ha recogido el apoyo de los sindicatos que fueron fundamentales para el presidente en el norte industrial. Ha presentado un plan económico que continúa el discurso central de estos cuatro años: apoyo a la clase media que ve la vida cada día más difícil a pesar de los buenos datos macroeconómicos. Básicamente, nadie la puede acusar de ser más izquierdista que Biden, ni de ser más conservadora.

La amplísima base ideológica a la que puede apelar el Partido Demócrata es una ventaja respecto a un Partido Republicano transformado en una secta de culto a Trump. De los discursos y la puesta en escena de estos días depende que Harris entre en la recta final de campaña revestida de heredera legítima de la presidencia de Biden, para reclamar como propios todos sus votos. Porque el peligro en el otro lado sigue siendo el mismo.

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