Yolanda Díaz, el señor Alvise y los demás
La alusión machacona de Sánchez al nuevo líder ultra rechina. Impresiona ver en marcha la máquina de cometer errores
A diferencia de la derecha francesa, cuya cúpula se ha enfrentado en dos mitades y realidades paralelas (una expulsa al líder, que se atrinchera y dice que sigue siéndolo), aquí una sola persona, la líder de Sumar, es la que se ha subdividido en dos realidades paralelas: una dice que se va y la otra dice que Yolanda Díaz, que es quien habla, se queda.
Si esta frase le pilla a usted despistado, no se preocupe, no es su culpa. Pero sepa que es cierta: ...
A diferencia de la derecha francesa, cuya cúpula se ha enfrentado en dos mitades y realidades paralelas (una expulsa al líder, que se atrinchera y dice que sigue siéndolo), aquí una sola persona, la líder de Sumar, es la que se ha subdividido en dos realidades paralelas: una dice que se va y la otra dice que Yolanda Díaz, que es quien habla, se queda.
Si esta frase le pilla a usted despistado, no se preocupe, no es su culpa. Pero sepa que es cierta: la líder de Sumar y vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, anunció el lunes su renuncia al frente del partido y el martes dijo en tercera persona que se quedaba. Cuando ha intentado explicarlo mejor hemos entendido (el jueves) que no se va del Gobierno, ni de la Ejecutiva de su partido, ni de la presidencia del grupo parlamentario, ni de la coordinación de la acción de gobierno dentro de la coalición, sino solo del liderazgo del partido. Para que nos quedemos más tranquilos, también nos han explicado que este quedará entregado momentáneamente a la horizontalidad, que como todo el mundo sabe es el mejor pasaporte al éxito. Y han hecho falta dos párrafos para explicarlo.
Las elecciones europeas han causado ya varios seísmos de impacto y los dos descritos —el de la derecha francesa y el de Sumar— pasarán a la historia, al menos a la historia de los estrambotes políticos. Hay más.
Ya sabemos que Pedro Sánchez no está obligado a repartir el tiempo de sus intervenciones con el mismo criterio proporcional que RTVE según los votos conseguidos, pero se agradecería un poco de mesura. La cantidad de veces que el presidente ha citado al “señor Alvise” en los últimos días da una idea de cómo quiere que le zumben los oídos a Vox, arrojado ya al infierno del paisaje conocido, y al PP, que ve crecer más cachorros en su alerón derecho. Y esta alusión machacona rechina. Otros líderes como Mitterrand hicieron crecer a monstruos como Le Pen para debilitar a la derecha moderada y lo consiguieron, sí, pero ahora estamos donde estamos.
Los años veinte caminan rumbo a incertidumbres gigantes demasiado rápido como para que no intentemos evitar la catástrofe. Y, sin embargo, impresiona comprobar la terquedad con la que las distintas fuerzas se empeñan en mantener en marcha la máquina de cometer errores. Limitándonos al escenario español, tanto las cartas de Sánchez como las dimisiones fantasma de Díaz o Junqueras en ERC, el empeño independentista en ignorar la voluntad popular o la obstinación del PP en bloquear el CGPJ y abrazar a la extrema derecha son señales de que avanzamos en sentido contrario a las soluciones.