Biden hace campaña con la inmigración

La necesidad de desactivar el discurso de Donald Trump lleva a los demócratas a endurecer las normas de asilo de EE UU

Grupos de migrantes acampados el 29 de mayo cerca del muro fronterizo de Ciudad Juárez (México).Luis Torres (EFE)

El Gobierno de Joe Biden ha anunciado un decreto para “cerrar” la frontera sur de Estados Unidos a los migrantes que demandan asilo. La idea de la Administración estadounidense es disuadir a los migrantes de cruzar fuera de los puntos fronterizos y, en estos, establecer mayores restricciones. La novedad principal es ...

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El Gobierno de Joe Biden ha anunciado un decreto para “cerrar” la frontera sur de Estados Unidos a los migrantes que demandan asilo. La idea de la Administración estadounidense es disuadir a los migrantes de cruzar fuera de los puntos fronterizos y, en estos, establecer mayores restricciones. La novedad principal es negar el asilo a quien cruce de forma irregular, a pesar de que cualquier persona en territorio de EE UU tiene derechos constitucionales. Cuando las detenciones superen las 2.500 de media diaria durante una semana, se suspenderá la política de asilo por completo hasta que vuelvan a bajar las cifras.

Biden llegó a la presidencia tras cuatro años en los que Donald Trump destruyó los frágiles equilibrios que gestionaban la inmigración en la frontera sur. Las dos medidas más trascendentales de Trump fueron el llamado Título 42, por el que se podía expulsar en caliente con la excusa de la pandemia, y la obligación de permanecer en México para tramitar la petición de asilo, lo que ha convertido las ciudades fronterizas mexicanas en enormes cuellos de botella. Biden ha mantenido las dos a pesar de las protestas de grupos de derechos humanos y del ala más progresista de su partido. En la práctica, pedir asilo en la frontera sur de EE UU ya era muy difícil.

La necesidad de dar un golpe de efecto en inmigración llega tras meses en los que se ha convertido en un asunto clave para el votante medio y es inseparable de la campaña electoral de este año. Biden siente la presión de grandes ciudades demócratas que aseguran estar sobrepasadas por la inmigración irregular. Además, tiene la necesidad de desactivar el discurso xenófobo de su rival de cara a noviembre. Por el momento, ha conseguido hacerle responsable de que los republicanos hundieran en el Congreso un paquete de endurecimiento de la frontera que ellos mismos habían negociado. La capacidad de la Casa Blanca para actuar por decreto en inmigración ya fue puesta a prueba por Trump, varias de cuyas medidas acabaron empantanadas en los tribunales. El actual presidente parece consciente de que tendrá las mismas dificultades.

La política de Biden está lejos de la crueldad deliberada de Trump, que promovía órdenes como la de separar a madres de sus hijos para disuadir a través del terror. La Administración demócrata ha evitado el mensaje xenófobo de relacionar inmigración y delincuencia, pero no deja de ser un paso en la dirección contraria a la que prometió al ala más abierta de su partido y, sobre todo, a aquellos votantes más sensibles hacia la inmigración, por cercanía familiar o experiencia personal, principalmente latinos. El giro de Biden entronca con una tendencia mundial en los países ricos, en los que las fuerzas centrales del sistema son incapaces de articular un discurso propio sobre una gestión pragmática y humana de la inmigración que desactive los miedos agitados por la extrema derecha.

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