Si Europa fuera una catedral

Muros que fueron joyas artísticas son metáfora de elevación y, a su vez, presentimientos de cataclismo, nacionalismo extremo y frontera

Mikel Jaso

La iglesia es mastodóntica, no se me ocurre otra manera de describirla. Qué iglesia, se trata de una catedral de arriba a abajo. Los muros oscurecidos por el azufre, los turistas deambulando como murciélagos a la sombra, con las luces de las pantallas de los móviles que apuntan a las gárgolas, brillando como antiguamente lo hacían las pupilas deslumbradas de los bichos, al ser sorprendidos. Ciento cincuenta y siete metros de altura en piedra enhiesta, en el centro exacto de una ciudad alemana, haciéndonos alzar los ojos hasta más allá de lo posible, hasta perder el equilibrio.

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La iglesia es mastodóntica, no se me ocurre otra manera de describirla. Qué iglesia, se trata de una catedral de arriba a abajo. Los muros oscurecidos por el azufre, los turistas deambulando como murciélagos a la sombra, con las luces de las pantallas de los móviles que apuntan a las gárgolas, brillando como antiguamente lo hacían las pupilas deslumbradas de los bichos, al ser sorprendidos. Ciento cincuenta y siete metros de altura en piedra enhiesta, en el centro exacto de una ciudad alemana, haciéndonos alzar los ojos hasta más allá de lo posible, hasta perder el equilibrio.

Recorro la catedral de Colonia un domingo gris a mediodía. Como todo lugar de peregrinación en el siglo XXI, nunca está vacía. Según los informes mensuales de la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA), la demanda de vuelos internacionales registró un aumento del 18,9% en marzo en comparación con el mismo período del año anterior. La mayoría de vuelos europeos van siempre llenos desde que se decretó el final de la pandemia. A mi alrededor, franceses, bielorrusos e italianos pasean bajo un cielo plomizo.

La catedral de Colonia, que atrae entre seis y siete millones de visitantes al año, lleva siendo noticia desde que se descubrió que, pese a su majestuosidad, es más frágil de lo que parece. El edificio no está preparado para las inclemencias del cambio climático y las recurrentes lluvias intensas, tormentas y sequías la están debilitando. Los andamios de la antigua fachada de piedra han comenzado a desmoronarse y, desde hace algún tiempo, si el viento es demasiado fuerte, las autoridades cierran la plaza que está delante de la catedral. En consecuencia, se está importando piedra italiana, de Padua, la más adecuada para reforzar su estructura.

Según un reciente informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente, en la actualidad Europa no está preparada para los crecientes riesgos que el cambio climático produce con cada vez mayor rapidez. “Los riesgos están superando el desarrollo de las políticas”, dijo a The Guardian Blaž Kurnik, jefe del grupo de impacto y adaptación de la agencia. La temperatura de Europa se ha elevado más que cualquier otro continente desde la Revolución Industrial. Y a mayor velocidad: se ha calentado aproximadamente dos veces más rápido que el promedio mundial a medida que el dióxido de carbono obstruye la atmósfera y atrapa la luz solar.

La catedral de Colonia es uno de los más emblemáticos ejemplos de arte gótico, en una ciudad media alemana, de un millón de habitantes, en el corazón del centro de Europa. Estuvo a punto de no sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial. Solo 60 años después de la finalización de la catedral, Colonia fue golpeada por el primero de 262 ataques aéreos aliados con el bombardeo de la RAF del 17 de mayo de 1940. Casi una cuarta parte de los entonces 770.000 residentes de la ciudad huyeron tras esta primera redada devastadora. El éxodo de Colonia continuó con los bombardeos hasta que solo quedaron unos 20.000 residentes, que sobrevivieron en ruinas y sótanos hasta que se produjo el último de los ataques, el 2 de marzo de 1945.

Colonia había sido, desde la fundación del partido liderado por Adolf Hitler, el centro de los nacionalsocialistas en Renania. El enfoque político de los nacionalsocialistas de Colonia se caracterizó por un antisemitismo extremo y una propensión a la violencia hacia los oponentes políticos.

En 2016 tuvo lugar uno de los sucesos más recordados en la historia reciente de Colonia. Una serie de agresiones sexuales aterrorizaron a la población durante la Nochevieja de 2015. Las autoridades alemanas aseguraron que las agresiones sexuales, producidas por 58 hombres a mujeres, tuvieron como únicos protagonistas a refugiados extracomunitarios. Esto contribuyó a que buena parte de la opinión pública alemana reaccionara en contra del colectivo migrante, según sondeos publicados en el país. Tras lo ocurrido en Colonia, un 60% de los encuestados consideró que Alemania no está capacitada para hacer frente a tantos refugiados. Un mes antes, en diciembre de 2015, se trataba del 46%. El exjefe de la policía de Colonia, Wolfgang Albers, fue suspendido del cargo el 8 de enero, debido a las denuncias de desinformación en los días posteriores a los sucesos.

Según el medio de investigación y verificación alemán Correctiv, miembros de partido alemán Alternativa para Alemania (AfD), neonazis y empresarios se reunieron en noviembre de 2023 en Potsdam, ciudad vecina de Berlín —y tan solo a ocho kilómetros de la tristemente célebre localidad de Wannsee, donde se planificó la Solución Final—, para discutir un plan de expulsión de Alemania de personas extranjeras o alemanes de origen extranjero. El cofundador del Movimiento Austríaco de Identidad (IBÖ), Martin Sellner, presentó un proyecto para enviar a África del Norte a hasta dos millones de personas —solicitantes de asilo, extranjeros y ciudadanos alemanes que “no se habrían integrado en el país”.

Los monumentos religiosos del calibre de la catedral de Colonia simbolizaron durante décadas la cumbre del poder eclesiástico. Pero su construcción no se debía únicamente a un ejercicio de ostentación de poder, sino que las iglesias y catedrales cumplían una función muy clara: aglutinar a los fieles y fomentar el desarrollo de las ciudades. Al convertirse en centros de peregrinación y de culto, a su alrededor se desarrollaban comercios, oficios y burgos. Las grandes iglesias a partir del siglo XII dependían exclusivamente de los monarcas y se convierten, en sí, un bastión europeo, emblema de ciudad y constituían una ciudad sagrada en sí misma.

¿Pero qué es Europa ahora? ¿En qué se está convirtiendo? Desde 2015, las fuerzas de extrema derecha están copando un concepto acuñado en 1985 que hasta hace poco parecía únicamente británico: el euroescepticismo. El rechazo a las políticas conjuntas europeas en materia económica y de migración forma parte de la mayoría de programas de sus líderes. Es el caso del Partido de la Libertad en los Países Bajos, ganadores de las elecciones en noviembre de 2023, o de Giorgia Meloni, aunque esta parece dispuesta a consensuar políticas europeas fundamentales.

En la actualidad, muchos monumentos como la catedral de Colonia están siendo declarados biotopos, es decir, que son espacios que acogen biodiversidad por sus condiciones climáticas. Otro caso notable es San Juan de Gaztelugatxe, en plena costa vasca. Muros que fueron joyas artísticas y construcciones de discurso religioso —en muchas ocasiones totalitario— son fuente de biodiversidad y, paradójicamente, emblema de nuestro posible apocalipsis. Son metáfora de elevación y, a su vez, presentimientos de cataclismo, nacionalismo extremo y frontera.

Al dejar atrás el monumento, leo las últimas encuestas en Alemania para las elecciones europeas: los ultraderechistas han experimentado el mayor crecimiento. Pueden ganar en Italia, Francia, Países Bajos, Hungría y Austria. Mientras me alejo definitivamente, las gárgolas de piedra negra parecen chillarnos algo a la multitud sobre el oro y el fuego que ocultan en su interior, pero nadie parece entender su significado. Sí, mientras me alejo, siguen con su chillido sordo.

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