El aguafiestas
Algunos pioneros de la inteligencia artificial han detenido la marcha y han levantado la mano para avisarnos de que, quizás, convendría no correr tanto
En torno a la inteligencia artificial (IA), esa tecnología de tecnologías que amenaza con cambiarlo casi todo, estamos asistiendo a un curioso juego de apariencias dentro de las redes sociales. A ese carro queremos subirnos todos: los “tecnoentusiastas” sin fronteras, los falsos expertos que dan el pego con sus pronósticos, ...
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En torno a la inteligencia artificial (IA), esa tecnología de tecnologías que amenaza con cambiarlo casi todo, estamos asistiendo a un curioso juego de apariencias dentro de las redes sociales. A ese carro queremos subirnos todos: los “tecnoentusiastas” sin fronteras, los falsos expertos que dan el pego con sus pronósticos, algunas voces autorizadas y una legión de comerciales que, como en los tiempos del estraperlo, se abren el abrigo para mostrarnos un sinfín de nuevas herramientas de IA con las que nuestras penalidades terrenales lo serán menos. La ignorancia de la mayoría de los mortales respecto a una cuestión tan crucial abre un nuevo mercado y un nuevo objeto de deseo: unas clasecitas que le cambien a uno al bando de los listos. Les adelanto que no sale barato: por menos de lo que cuesta una formación de cuatro horas vuela uno a República Dominicana con traslados y alojamiento en hotel de cinco estrellas y en régimen de todo incluido.
“¡Insane!” (”¡Una locura!”), exclama varias veces al día una de mis “estraperlistas” de cabecera en Twitter. Se llama Poonam Suni, una experta en marketing de redes sociales que parece haber venido a este mundo para “ayudarte a crecer con útiles de inteligencia artificial y desarrollo web”. No puede decirse que Poonam no se aplique a la tarea con fervor. Apenas ha amanecido, el móvil escupe una primera cascada de tuits que incluye una gama de aplicaciones personalizadas para usar el famoso ChatGPT u otros modelos de lenguaje. Llegan al móvil enlaces a cursos gratuitos de prestigiosas universidades, trucos para ganar dinero en este nuevo El Dorado y una ristra de “esas herramientas de locura que no puedes perderte en 2024″. Podrás escribir un libro, crear publicaciones virales para tus redes, convertir un vídeo largo en uno corto, o un vídeo corto en uno largo, hablar con un documento en formato PDF o vender tus fotos de Instagram. No acaba el día sin que la amiga Poonam comparta otra ráfaga de herramientas y consejos que se apilan a los de la mañana sin que hayamos tenido tiempo de consultarlo todo. Esta es una de las señas de identidad de la era de la IA: aprender a gestionar la sensación de vivir semienterrado, confundido y un poco frustrado, bajo una montaña de posibilidades difícil de digerir.
Mientras, como Poonam, nos precipitamos hacia esta tecnología prometedora, algunos de los pioneros en esta senda han detenido la marcha y han levantado la mano para avisarnos de que, quizás, convendría no correr tanto. En el catálogo de necesarios aguafiestas destaca Mustafa Suleyman, cuyas reflexiones han quedado plasmadas en el libro La ola que viene (Debate). Fundador en 2010 de DeepMind, una de las empresas de IA pioneras y con mayor influencia, Suleyman repasa los grandes hitos tecnológicos de la historia antes de llegar a lo importante: si se utiliza de manera ética y responsable, la inteligencia artificial puede ayudar a resolver algunos de los problemas más apremiantes del mundo, como el cambio climático, las enfermedades y la pobreza. Sin embargo, tendremos que afrontar pérdidas masivas de empleos, ver cómo nuestra privacidad se erosiona o el poder se concentra en unas pocas manos si la IA no posee un marco de desarrollo regulado.
Hay algo de escalofriante en este libro: no ha pasado un año desde que fue publicado y algunos pronósticos ya son realidad, como los que se refieren a la cada vez más difícil batalla contra la desinformación. “¿Qué ocurre cuando cualquiera tiene el poder de crear y difundir material con unos increíbles niveles de realismo?”, se pregunta Suleyman. “Los ciudadanos no tendrán tiempo ni herramientas para verificar una fracción del contenido que les llegue, por lo que las falsificaciones burlarán, sin ninguna dificultad, verificaciones sofisticadas”. Hará falta, como dice el autor, un esfuerzo gigantesco y colectivo para defender la esencia de nuestras democracias.