Tribuna

¿Morir por Narva?

La doble amenaza del avance de Putin y una posible retirada de EE UU bajo Trump exige una revisión audaz de la defensa europea para hacerla común a gran escala, olvidar las estrategias nacionales y superar la dependencia de Washington

El puente fronterizo entre Estonia y Rusia en Narva, Estonia.Carlos Spottorno

El próximo 6 de junio, Europa celebrará el 80° aniversario del Día D, el desembarco que inició la liberación de Europa occidental en 1944. Pero este verano también hay otro aniversario redondo que no se celebrará, porque fue un gran fracaso. El 30 de agosto de 1954, la Asamblea Nacional francesa votó rechazar el proyecto de una Comunidad Europea de Defensa (CED). En su lugar, la integración europea se puso en marcha en torno a la comunidad económica que hoy sigue siendo la base de la UE ...

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El próximo 6 de junio, Europa celebrará el 80° aniversario del Día D, el desembarco que inició la liberación de Europa occidental en 1944. Pero este verano también hay otro aniversario redondo que no se celebrará, porque fue un gran fracaso. El 30 de agosto de 1954, la Asamblea Nacional francesa votó rechazar el proyecto de una Comunidad Europea de Defensa (CED). En su lugar, la integración europea se puso en marcha en torno a la comunidad económica que hoy sigue siendo la base de la UE y la seguridad de Europa se organizó en función de la OTAN encabezada por Estados Unidos. Ahora que el presidente ruso Vladímir Putin está avanzando por el este y el candidato presidencial estadounidense Donald Trump amenaza con retirarse por el oeste, es hora de volver a pensar que quizá Europa debe defenderse por sí sola.

Las circunstancias históricas, por supuesto, eran muy distintas hace 70 años, pero hay algunas semejanzas interesantes. Entonces, como ahora, uno de los principales factores que impulsaron la iniciativa de defensa europea fue la agresividad de Rusia. Entonces, como ahora, otro factor fue el deseo de Estados Unidos de prestar más atención a los peligros que representaba China en Asia; en aquellos años, se libraba la guerra de Corea, que comenzó en 1950 (el tratado de la CED se firmó en 1952, mientras todavía había la guerra). Entonces, como ahora, una de las cuestiones cruciales fue la Zeitenwende (punto de inflexión) que significaba el rearme de la República Federal de Alemania. El primer ministro francés, Pierre Mendès-France, resumió los motivos por los que su Parlamento había rechazado la CED con perfecta claridad francesa: “Demasiada integración y demasiado poco de Inglaterra”. ¿Quizá se pueda extraer de ahí otra lección?

Hoy, esa comunidad no va a ser una institución única, clara y unida de la Unión Europea. Esa es la dirección que no se tomó hace 70 años. Va a ser una comunidad europea de defensa con minúsculas, que enlazará la capacidad europea, bilateral y de cada Estado con la base operativa militar de la OTAN. ¿Qué estructuras tiene la seguridad europea hoy en día? La respuesta es asombrosamente complicada y al mismo tiempo de lo más sencilla. Las numerosas iniciativas para reforzar la defensa europea han producido una jungla impenetrable de acrónimos y apodos. ¿Cómo trabajará SHAPE con CJEF y JEF, teniendo en cuenta Saint-Malo, “Berlín Plus”, PESCO, EDF, EPF, ASAP y EDIRPA? ¿De verdad queremos saberlo?

Por otra parte, es muy sencillo: 80 años después, Europa sigue necesitando a Estados Unidos para defenderse. Para explicarlo un poco más: Europa necesita a la OTAN para defenderse y la OTAN necesita la credibilidad que Estados Unidos proporciona a las garantías del artículo 5. La credibilidad es crucial para la disuasión, igual que la confianza lo es para los mercados financieros. En términos estrictos, el artículo 5 solo obliga a un miembro de la OTAN a tomar “las medidas que considere necesarias, incluido el uso de la fuerza armada”, si un aliado sufre un ataque. Por eso cabe preguntarse qué sería de Europa si Donald Trump, candidato republicano a la Casa Blanca en las elecciones de este año, no “considerara necesario” defender a Estonia. O simplemente si Putin creyera —quizá sin razón, como le pasó con Ucrania— que Washington no va a defenderla.

La sacudida más probable es que Trump deje en la estacada a Ucrania. Por consiguiente, es urgente que Europa aumente el suministro de municiones y armas y la formación del ejército ucranio, para que Kiev pueda no solo defender el territorio que controla actualmente sino dar un vuelco a la guerra en 2025. Este debería ser el objetivo de Europa, incluso aunque Trump frene de golpe la ayuda estadounidense y trate de negociar un acuerdo con Putin sin contar con Ucrania.

En segundo lugar, Europa debe reforzar su defensa convencional. A diferencia de la primera presidencia de Trump, el posible segundo mandato se está preparando minuciosamente, con planes detallados que están elaborando grupos de expertos simpatizantes con él. El proyecto del think tank conservador Heritage Foundation para el traspaso de poderes en 2025 define así el objetivo que nos interesa: “Transformar la OTAN para que los aliados de Estados Unidos puedan desplegar la gran mayoría de las fuerzas convencionales necesarias para disuadir a Rusia y recurran a Estados Unidos fundamentalmente por nuestra capacidad de disuasión nuclear y otras armas, mientras se reduce la presencia de fuerzas estadounidenses en Europa”.

Para ser sinceros, ¿no es una petición razonable? Ochenta años después del Día D, ¿por qué un continente con una economía de tamaño similar a la de Estados Unidos sigue necesitándolo tanto en materia de seguridad?

En una economía de mercado, los fabricantes de armas necesitan pedidos grandes y definidos antes de aumentar la producción, y el sector europeo de defensa no recibe suficientes ni con suficiente rapidez. Además, como han comprobado los soldados ucranios a su pesar, lo que hay es un auténtico caos armamentístico. En 2016, un estudio de la Conferencia de Seguridad de Múnich identificó en los ejércitos europeos 178 tipos de sistemas de armamento, frente a 30 en Estados Unidos. En la práctica, el aumento del gasto europeo de defensa significaría más mercado para Estados Unidos. Como señaló el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en un reciente discurso ante la Heritage Foundation, los fabricantes de armas estadounidenses han recibido encargos europeos por valor de 120.000 millones de dólares en los últimos dos años, un argumento que debería resultar atractivo para un empresario tan aficionado al “arte de la negociación” (el título de su libro) como Trump.

¿Y si nos encontramos con una arremetida fuerza 9 de Trump, es decir, que el presidente estadounidense reste credibilidad a la disuasión nuclear a la hora de defender a los Estados bálticos? Aunque haya pocas probabilidades de que eso pase, tenemos que empezar a pensar más en la capacidad de disuasión nuclear europea. Según el acuerdo de Nassau de 1962, Reino Unido tiene sus viejas armas nucleares disuasorias a disposición de la OTAN; es decir, en teoría, también para defender los Estados bálticos, aunque la decisión definitiva es del primer ministro británico. La doctrina francesa no especifica a quién debe proteger el presidente con su paraguas nuclear. “Mourir pour Dantzig?”, decía un famoso titular de un periódico francés de 1939, con el argumento de que no se debía pedir a los soldados franceses que dieran la vida por la Ciudad Libre de Danzig (la actual Gdansk). Hoy la pregunta sería “Mourir pour Narva?”, una ciudad estonia situada en la frontera con Rusia. Ninguna otra potencia europea dispone de fuerzas de disuasión nuclear.

Enumero estos tres grados de conmoción que puede causar Trump de menos a más graves, pero también de más a menos probables. Las prioridades de Europa deben ser: primero, Ucrania; segundo, gastar más y mejor en defensa convencional; tercero, reflexionar sobre las fases de la disuasión nuclear. Para conseguir cualquiera de estas cosas, todos los países, instituciones y sectores involucrados deben dejarse de tonterías y ser audaces. Por muchas dificultades políticas que implique, la contratación pública europea en materia de defensa debe olvidar el narcisismo de las diferencias nacionales. Reino Unido y sus socios europeos continentales tienen que colaborar más estrechamente. Los dos gigantes con sede en Bruselas, la OTAN y la UE, deben tener mejor relación. Los gaullistas y los atlantistas deben buscar un margen de acuerdo y comprender que una OTAN más europea es hoy la única base militar creíble para que exista una comunidad europea de defensa eficaz.

¿Hay alguien dispuesto a convocar una conferencia para debatir todas estas cuestiones, en el 70º aniversario de un fracaso histórico? El lema sería: no tengas miedo, prepárate.

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