Editorial

Trump coge fuerza en Iowa

El magnate se impone en el arranque de las primarias republicanas y estrecha el margen para evitar su nominación

Donald Trump, en el 'caucus' de Iowa.EVELYN HOCKSTEIN (REUTERS)

La perspectiva de que Donald Trump pueda ser por tercera vez el candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos se hizo inquietantemente real este lunes en la primera cita con las bases del partido. Las primarias de Iowa, celebradas en forma de asambleas (caucus) locales en medio de un temporal de frío y nieve, arrojaron un 51% de apoyo al magnate para medirse contra el presidente Joe Biden en las elecciones de noviembre. Sacó 30 puntos de diferencia sob...

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La perspectiva de que Donald Trump pueda ser por tercera vez el candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos se hizo inquietantemente real este lunes en la primera cita con las bases del partido. Las primarias de Iowa, celebradas en forma de asambleas (caucus) locales en medio de un temporal de frío y nieve, arrojaron un 51% de apoyo al magnate para medirse contra el presidente Joe Biden en las elecciones de noviembre. Sacó 30 puntos de diferencia sobre el segundo aspirante y más votos que todos sus rivales juntos. Nada menos que la mitad de los compromisarios republicanos de Iowa piensan que un personaje extremo y de comportamiento zafio, que ha demostrado un evidente desprecio hacia el sistema democrático hasta el punto de estar acusado de promover un golpe de Estado y que a los 77 años exhibe una desacomplejada falta de decoro personal y político, es quien mejor representa el país que desean.

Iowa es un Estado pequeño (tres millones de habitantes), rural y blanco, con un estilo de conservadurismo dominado por la derecha evangélica, que hoy día no puede tomarse como indicador de las preferencias de Estados Unidos. Hace 20 años que el ganador de Iowa no consigue la nominación republicana, a excepción de presidentes en ejercicio. Reparte apenas 40 delegados de los más de 2.400 que votarán al candidato en la convención republicana de Milwaukee en agosto. Pero, como primer test, un buen desempeño en Iowa permite presentarse al resto del país como un candidato creíble. Y en estos momentos no hay una alternativa creíble a Trump.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, y la exgobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley, obtuvieron un 21% y un 19% de los votos, respectivamente. Tienen tres oportunidades más para demostrar su tirón con distintos perfiles de votantes en Nuevo Hampshire, Carolina del Sur y Nevada, antes del llamado supermartes (5 de marzo, cuando se adjudica la mayoría de delegados). En cualquier caso, solo la consolidación de una candidatura única frente a Trump podría, al menos, plantear una disputa seria. La lección de 2016, cuando la división de un partido atónito entregó a Trump la nominación, debería ser lo bastante amarga como para provocar una reacción. No valen cábalas fantasiosas y relatos triunfalistas. Es un momento de reflexión y de urgencia. Trump es un peligro para la democracia misma, hoy mucho más que entonces, pues su única motivación es la venganza y la huida de la justicia, donde tiene pendientes cuatro causas penales que lo pueden llevar a la cárcel. Ni DeSantis ni Haley son moderados, más al contrario, pero no suponen una amenaza antisistema para Estados Unidos ni para Occidente como Trump.

La mitad del partido que no desea a Trump debe superar el desánimo de las encuestas y unirse en torno a una alternativa. Trump obtuvo tres millones de votos menos que Hillary Clinton en 2016. Su potencia electoral siempre fue muy frágil. El rechazo de la mayoría moderada provocó tres duras derrotas electorales posteriores para los republicanos, en 2018, 2020 y 2022. Como consecuencia, el conservadurismo norteamericano ha visto reducida su influencia política en Washington a los caprichos de un grupo de exaltados que hacen imposible articular una oposición rentable a Biden. No hay ninguna satisfacción en contemplar la implosión de la derecha norteamericana ante Trump por tercera vez, pues tanto si gana como si pierde, está arrastrando a la primera democracia del mundo al abismo. Quedan oportunidades para frenarlo, pero el punto de no retorno es cuestión de semanas.






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