ChatGPT nos está haciendo estúpidos
Todavía sabemos comunicarnos como humanos para dialogar con otros humanos. Ese era el propósito del lenguaje antes de la aparición de la inteligencia artificial. Pero todo empieza a cambiar
El ensayo que Nicholas Carr publicó en 2008, ¿Está Google haciéndonos más estúpidos?, decía que nos estaba volviendo “menos inteligentes, más cerrados de mente e intelectualmente limitados”. El buscador nos ayuda a acceder rápidamente a grandes cantidades de información, pero a costa de nuestra capacidad para la reflexión profunda y la concentración sostenida. Pero era más complicado que eso.
El Centro de Memoria y Envejecimiento de la Universidad de California us...
El ensayo que Nicholas Carr publicó en 2008, ¿Está Google haciéndonos más estúpidos?, decía que nos estaba volviendo “menos inteligentes, más cerrados de mente e intelectualmente limitados”. El buscador nos ayuda a acceder rápidamente a grandes cantidades de información, pero a costa de nuestra capacidad para la reflexión profunda y la concentración sostenida. Pero era más complicado que eso.
El Centro de Memoria y Envejecimiento de la Universidad de California usó aparatos de resonancia magnética para observar cómo funcionaban los cerebros al leer libros o buscar en la web. Encontró que los usuarios avanzados de internet mostraban más actividad cerebral que los lectores tradicionales, y mostraban habilidades de toma de decisiones más avanzadas y razonamiento complejo. Nuestro cerebro no se estaba degradando, estaba mutando. No nos preguntamos lo que le hacía a los periódicos o a internet.
En Superficiales, el libro que sigue al ensayo, Carr reconoce que toda tecnología suficientemente cercana al pensamiento suele ser recibida como una amenaza espiritual. Empezando por la escritura. En el Fedro de Platón, Sócrates advierte que escribir hará a los hombres “descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos”. Considera el sabio de Atenas que la escritura permite proyectar una “apariencia de sabiduría que no verdad” y los usuarios “acaban por convertirse en sabios aparentes en lugar de sabios de verdad”. Quién le vería en Twitter.
Que degrada la memoria pero también el proceso. Sócrates cree que el conocimiento es un ejercicio dialéctico donde los hombres piensan juntos preguntándose cosas hasta llegar a la verdad. Los libros nos permiten atravesar el tiempo y el espacio y pensar con las mentes más prodigiosas, aunque no vivamos en la capital del mundo civilizado o leamos latín. Pero nunca sabremos cómo sería nuestra especie si, en lugar de la escritura, hubiese desarrollado fórmulas más colectivas de transmisión y almacenamiento del conocimiento. O más inclusivas. El mundo está lleno de bibliotecas que no sabemos leer: minerales, químicas, genéticas, micélicas, basadas en sentidos que nos faltan, habilidades que hemos descartado o que no tenemos aún.
Nosotros hacemos las tecnologías y las tecnologías nos cambian. No sabemos cómo seríamos de no haber inventado la imprenta, los medios de comunicación de masas, las vacunas o internet. Pero todavía sabemos comunicarnos como humanos para dialogar con otros humanos. Era el propósito del lenguaje antes de los modelos generativos de inteligencia artificial. Esto empieza a cambiar.
Homero escribe la Ilíada y la Odisea en hexámetro dactílico porque la regularidad de su patrón y estructura predecible asiste a la memoria, cualidad imprescindible para garantizar su distribución. Con Google y las redes sociales, los medios empezaron a publicar para algoritmos y optimizar en buscadores. Ahora hay periódicos, revistas y otras plataformas llenando internet de contenidos generados por inteligencia artificial. Máquinas escribiendo para máquinas para ganar publicidad. Si no vemos que eso sólo puede hacernos más estúpidos, es que ya lo somos.