El árbol de Navidad

Los lectores escriben sobre las políticas locales que se alejan de las preocupaciones de los ciudadanos, el sinhogarismo, la crisis entre Israel y España y el voluntariado en los comedores sociales

El árbol de Navidad instalado en la Puerta del Sol, en Madrid, en una imagen del pasado día 22.MARISCAL (EFE)

Leo el estupendo artículo de David Trueba Mi árbol es más grande, que me hace reflexionar sobre la celebración actual de la Navidad. Mis abuelos eran noruegos, y se celebraba con una solemnidad impresionante: mi abuela ponía el árbol, lleno de nieve de algodón, el 24 de diciembre por la tarde. Entonces entrábamos en la sala a oscuras, con solo ...

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Leo el estupendo artículo de David Trueba Mi árbol es más grande, que me hace reflexionar sobre la celebración actual de la Navidad. Mis abuelos eran noruegos, y se celebraba con una solemnidad impresionante: mi abuela ponía el árbol, lleno de nieve de algodón, el 24 de diciembre por la tarde. Entonces entrábamos en la sala a oscuras, con solo las luces del árbol encendidas, mientras sonaba en un gramófono de 1920 la canción que se canta en Noruega: Jeg er sa glad hver julekveld (“Estoy tan contento porque es Nochebuena”). No podíamos coger los regalos, pues primero bailábamos en corro alrededor del árbol, cantando esa canción de la que no entendíamos nada, pero que nos sabíamos de memoria y cuyas palabras nos parecían mágicas. Poco que ver con el árbol metálico más grande por el que compiten varias ciudades y con las luces que se encienden ya en noviembre por todas las calles. Creo, al igual que Trueba, que son más importantes otras cosas en la política local que pretender entusiasmar a toda la ciudad con árboles, luces y villancicos.

Olav Mazarrasa Mowinckel. Santander

Sinhogarismo

Más de 37.000 personas viven en la calle, según las ONG. El 80% son hombres, aunque el sinhogarismo femenino, envuelto en la invisibilidad, no se limita a las estadísticas. La frialdad de las cifras se disuelve ante historias como la de un hombre que, avergonzado, no confesó a sus hermanas su vida en la calle. La crudeza del sinhogarismo es también reflejo de la masculinidad hegemónica. La exposición a riesgos, una violencia desbordada, descuido de las redes de apoyo, son lamentos de una masculinidad que, en su afán de demostrar fortaleza, se desdibuja en las esquinas urbanas. Combatir este problema, implica más que dar refugio; también desafiar al patriarcado y abrazar una masculinidad diferente.

Salvi Macías Parrado. Cádiz

Yo también me declaro terrorista

Israel acusa al presidente del Gobierno de “apoyar el terrorismo”. Lo hace porque Sánchez criticó ante Netanyahu la masacre de Israel en la franja de Gaza, porque pidió protección para toda la población civil palestina, porque solicitó urgentemente la paralización de esa guerra, porque pidió corredores humanitarios y treguas, porque exigió una conferencia de paz para reconocer el Estado de Palestina. Por defender la vida y trabajar para la paz, yo también me declaro terrorista.

Aurelio Duque. Valencia

Comedores sociales

He tenido la oportunidad de colaborar en un comedor social para adultos. Reconforta encontrarse con un grupo de voluntarios que dedican su tiempo libre a servir a quienes con dificultad sobreviven en una sociedad cada día más individualista. Un grupo de voluntarios formado en su mayoría por personas mayores y retiradas, para quienes esta labor resulta no solo gratificante, sino también un punto de encuentro con otras personas que comparten compromiso y sensibilidad hacia los más vulnerables. Mayores a quienes la sociedad descarta y en quienes se palpa la sensación de utilidad que les provoca esta actividad, que más allá de proporcionar un plato de comida a quien no puede permitírselo, consiste en dedicar un saludo y un gesto amables a personas ante las que a menudo cerramos los ojos.

Sara López Rodríguez. Madrid

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