Un Gobierno para el vendaval

Pedro Sánchez refuerza el perfil político de su nuevo Gabinete pero difumina el área económica

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comparecencia en el Palacio de La Moncloa, este lunes.Jose Manuel Álvarez (Moncloa / Pool)

Pedro Sánchez no ha podido mostrarse más transparente al explicar —de nuevo en una comparecencia sin preguntas— su nuevo Gobierno: “Un alto perfil político para una legislatura de marcado perfil político”. Por “perfil político” de la legislatura hay que entender las filigranas a las que está abocado el Ejecutivo para sobrevivir con una mayoría muy heterogénea y en medio del vendaval sobre la ley de amnistía que alientan, en el Parlamento y en la calle, no sol...

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Pedro Sánchez no ha podido mostrarse más transparente al explicar —de nuevo en una comparecencia sin preguntas— su nuevo Gobierno: “Un alto perfil político para una legislatura de marcado perfil político”. Por “perfil político” de la legislatura hay que entender las filigranas a las que está abocado el Ejecutivo para sobrevivir con una mayoría muy heterogénea y en medio del vendaval sobre la ley de amnistía que alientan, en el Parlamento y en la calle, no solo la oposición, sino sectores del propio Estado como la judicatura. Lo de “perfil político” del Gobierno se debe traducir como un equipo que aúne capacidad de diálogo y solidez parlamentaria con nervio para el choque dialéctico que propondrá la oposición.

Varios nombres condensan este objetivo múltiple en un Gabinete en el que se mantienen con los mismos titulares las carteras de Estado: Exteriores, Interior y Defensa. Para la faceta negociadora, Félix Bolaños, el gran tejedor de pactos de la última legislatura, que a su anterior responsabilidad sobre Presidencia y Relaciones con las Cortes une las de una cartera que se presume tan turbulenta como Justicia. Para contrarrestar la ofensiva opositora, Óscar Puente, que asume el Ministerio de Transportes, aunque a buen seguro volveremos a verlo en el papel de fustigador de la derecha que tanto dio que hablar en la investidura fallida de Feijóo.

Uno de los movimientos más desconcertantes de Sánchez se produce en el área económica. Viene una desaceleración que encuentra a España mejor que a sus socios en términos de inflación y crecimiento, pero peor por el lado fiscal, con un déficit estructural elevado y una abultada deuda pública. En ese escenario en el que las noticias tenderán a empeorar, el área económica queda difuminada. Nadia Calviño, vicepresidenta primera, está de salida en su carrera para presidir el Banco Europeo de Inversiones. María Jesús Montero, nueva vicepresidenta cuarta, podría asumir la portavocía económica, pero tendrá que labrarse a toda velocidad la interlocución que Calviño tiene en Bruselas. Además, el área de Seguridad Social —otro de los flancos potencialmente problemáticos de la economía española— pierde a uno de los puntales del equipo económico de la pasada legislatura, José Luis Escrivá, que pasa a ocupar un ministerio de un rango menor, aunque podría ampliar sus competencias posteriormente.

Sumar, el socio minoritario, ocupará cinco carteras, las mismas que Unidas Podemos, pero ninguna de ellas irá a este partido. Se entiende que este reclamase su cuota en el Gobierno. Lo que se entiende menos es que —ignorando el tropiezo en la gestión de la ley del solo sí es sí— esa representación tuviese que pasar inexcusablemente por el Ministerio de Igualdad y por Irene Montero. Ese departamento vuelve a manos socialistas y en él Sánchez ha colocado a una de sus principales sorpresas, la profesora de Derecho Constitucional Ana Redondo, cuya falta de conexión con el movimiento feminista puede entenderse como la búsqueda de apaciguamiento desde el Ejecutivo, tras la división de los últimos años.

También los perfiles de los ministros de Sumar —todos nuevos menos su líder, Yolanda Díaz— permiten vaticinar una atmósfera menos tormentosa que la que creaban a menudo los miembros de Podemos. Todos apuntan a personas más volcadas en la gestión que en el combate ideológico con sus propios socios. El riesgo es que, fuera del Gobierno, los cinco diputados de Podemos se conviertan en un factor de inestabilidad más en una legislatura que ya arranca sobrada de ellos.

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