Derecho a informar desde Gaza

En tiempos de propaganda y bulos, la labor de los periodistas sobre el terreno es más importante que nunca

El cuerpo de un periodista palestino alcanzado por un bombardeo israelí era transportado en camilla el día 10 en la ciudad de Gaza.HAITHAM IMAD (EFE)

La desinformación se combate con información. En la guerra entre Israel y Hamás, que comenzó el pasado día 7, se está produciendo una dinámica desinformativa que polariza a la opinión pública mundial y crea un clima que prescinde de todos los matices, tanto de este enfrentamiento en concreto como ...

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La desinformación se combate con información. En la guerra entre Israel y Hamás, que comenzó el pasado día 7, se está produciendo una dinámica desinformativa que polariza a la opinión pública mundial y crea un clima que prescinde de todos los matices, tanto de este enfrentamiento en concreto como del conflicto histórico entre israelíes y palestinos. Causa importante de esta radicalización es la imposibilidad para gran parte de la prensa de trabajar sobre el terreno, es decir, en el interior de Gaza. Tal situación no deriva solo del peligro de informar desde un escenario de guerra, sino también de la decisión de los gobiernos israelí y egipcio de no permitir la entrada de periodistas a la Franja, privando a sus audiencias del acceso a fuentes directas que permitan verificar una parte fundamental de los hechos que allí suceden.

Es de justicia destacar la labor de los profesionales que actualmente trabajan en el interior de Gaza, palestinos en su mayoría. Lo hacen en condiciones extremadamente difíciles en las que sus vidas y las de sus familiares corren peligro por los bombardeos del ejército israelí. De acuerdo con las cifras publicadas por el Comité para Protección de los Periodistas, en apenas dos semanas han muerto en Gaza 17 informadores palestinos ejerciendo su trabajo. Son más de los que habían fallecido violentamente en el mismo territorio en los últimos 23 años. A esa cifra hay que sumar tres periodistas israelíes y un libanés muertos en otros escenarios del conflicto. Pero esta presencia de periodistas locales en la Franja no puede justificar el veto a la entrada de otros. Su presencia ayudaría a paliar la oleada de desinformación que acompaña a la actual situación de violencia. Episodios como el bulo de los 40 bebés israelíes supuestamente decapitados por Hamás o la automática atribución a Israel de la autoría del bombardeo del hospital Al Ahli —objeto de debate todavía y de importantes consecuencias en la opinión pública internacional— podrían haberse evitado con más medios como testigos directos en los escenarios de los hechos.

El trabajo periodístico no es un privilegio de los profesionales, sino un derecho del público, que de otra manera queda a merced de estrategias de propaganda que manipulan datos, relatos e imágenes, distorsionan la realidad y agravan la tensión en un escenario regional ya de por sí inflamable. Cuando no hay información, es la desinformación la que ocupa su lugar. Y cuando esta cala en la ciudadanía, poco importan el rigor o la ética. La misión de los corresponsales y enviados especiales resulta vital para conocer los hechos con todos sus matices. Los gobiernos responsables de los pasos fronterizos con Gaza están obligados a respetarla y a establecer los mecanismos necesarios para que los medios que lo consideren oportuno puedan enviar a sus profesionales a la Franja. En esta guerra la verdad libra sus propias batallas.

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