Lula pierde injustamente su apuesta para resolver el conflicto en Israel

El presidente brasileño lucha por ser una pieza fundamental, una especie de nuevo profeta del Sur global, una especie de Mandela que acabe dejando una huella en el mundo

Lula da Silva, presidente de Brasil, durante su discurso en la ONU el pasado 19 de septiembre.BRENDAN MCDERMID (REUTERS)

El veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU a la propuesta de Brasil para acabar con el nuevo conflicto entre Israel y Gaza, que había conseguido 15 votos a favor, ha sido un balde de agua fría en la diplomacia del Gobierno de Lula, que se había jugado en ello todas sus cartas.

Me atrevo a decir por qué esta vez el Gobierno brasileño lo había apostado todo para presentar una propuesta minuciosamen...

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El veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU a la propuesta de Brasil para acabar con el nuevo conflicto entre Israel y Gaza, que había conseguido 15 votos a favor, ha sido un balde de agua fría en la diplomacia del Gobierno de Lula, que se había jugado en ello todas sus cartas.

Me atrevo a decir por qué esta vez el Gobierno brasileño lo había apostado todo para presentar una propuesta minuciosamente estudiada que no hiriese a nadie y que se centrase más en la tragedia humana que viven millones de personas.

Es verdad que la izquierda brasileña estuvo a favor de los palestinos y de la creación de dos Estados y que sus relaciones con Estados Unidos fueron más bien conflictivas con guiños a los países árabes y, concretamente, con Irán. Esta vez, Brasil, en sus numerosos retoques a su propuesta ahora rechazada, acabó definiendo a Hamás como un movimiento terrorista.

Lula, desde que Brasil presidió este mes la presidencia rotatoria del Consejo de Seguridad de la ONU, dejó claro su propósito de fundamentar su iniciativa de paz para el conflicto en Israel, centrándose en la tragedia humana. Y está siendo ejemplar, por ejemplo, la repatriación de los brasileños que deseaban salir de Israel tal como ha subrayado la prensa. Llegó a poner a disposición el avión presidencial. Y toda la operación fue a cargo del Gobierno.

La desilusión de Lula no deja de golpearle justo en el momento en que ya había iniciado este su tercer mandato con el acento puesto en la política exterior con el propósito de convertirse en un líder mundial. Fue así que al ganar las elecciones se volcó en su apuesta de mediar en la guerra entre Rusia y Ucrania.

Se lo jugó todo multiplicando los viajes al exterior para encontrarse con decenas de Jefes de Estado y hasta con propuestas arriesgadas de política de estrategia mundial apoyando una especie de nuevo eje centrado esta vez más que en el poder tradicional de Estados Unidos y de Occidente, en el horizonte del nuevo Sur que está surgiendo con su acercamiento a China y su idea de encontrar una nueva moneda que sustituya al dólar.

Lula lucha por ser una pieza fundamental, una especie de nuevo profeta del Sur del mundo, una especie de Mandela brasileño que acabe dejando una huella en el mundo. Para el nuevo Gobierno progresista de Brasil después del huracán del gobierno de extrema derecha golpista, el tema de la nueva guerra en Israel es doblemente difícil dado que el bolsonarismo tuvo como bandera y guía al Gobierno de Netanyahu.

El antropólogo Wilson Gomes se pregunta en Folha de São Paulo por qué el debate sobre Israel y Palestina está tan inflamado en Brasil. Según él: “En este conflicto los depósitos de residuos antisemitas e islamofóbicos son un reservatorio de símbolos y afectos”. Y añade que “la extrema derecha y la izquierda brasileña viven una dialéctica sin síntesis. Una es la que otra niega”.

Lula no es de los políticos que se encogen. Y a pesar del veto de Estados Unidos a su propuesta para resolver el nuevo conflicto bélico en Medio Oriente, motivado por la excusa de no haber mencionado el derecho de autodefensa de Israel, va a seguir insistiendo en su propósito de ser un mediador en el conflicto que cada momento se tiñe de nuevos dramas humanos.

Su ministro de Asuntos Exteriores, Mauro Viera, no ha negado que el veto a la propuesta de paz ha sido “triste y decepcionante”, pero que el Gobierno seguirá presentando nuevas ideas basadas en la urgencia de frenar una hecatombe y una tragedia humana que puede acabar incendiando de nuevo al Medio Oriente. Y ello, sin poder prever hasta dónde puede extenderse un conflicto con dos guerras en curso en las que resuenan, aunque aún en voz baja, las notas fúnebres de la fuerza atómica siempre en acecho.

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