Los jueces pueden salvar el mundo

Un grupo de chavales de Montana demanda a su Estado por apoyar los combustibles fósiles

Rikki Held (en el centro), junto a otros de los demandantes durante el juicio contra el Estado de Montana, en la ciudad de Helena el pasado lunes.THOM BRIDGE, Independent Record (AP)

Siempre nos quejamos, yo el primero, de la judicialización de la política, pero hay ocasiones en que esta maniobra puede tener un potencial transformador. El cambio climático es una cuestión política de primera magnitud, y las generaciones jóvenes no están muy felices con la gestión de los gobiernos actuales. Les hemos visto protestar, desesperarse y repartir kétchup por las pinacotecas, hemos escuchado o fingi...

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Siempre nos quejamos, yo el primero, de la judicialización de la política, pero hay ocasiones en que esta maniobra puede tener un potencial transformador. El cambio climático es una cuestión política de primera magnitud, y las generaciones jóvenes no están muy felices con la gestión de los gobiernos actuales. Les hemos visto protestar, desesperarse y repartir kétchup por las pinacotecas, hemos escuchado o fingido escuchar sus argumentos en las aulas y las cenas de navidad, sabemos que pasan mucho de sacarse el carné de conducir o de comer fresas de un regadío ilegal, sí, hemos comprobado todo eso, pero nuestra gobernanza no está ni de lejos a la altura de sus ambiciones. Estamos dañando de manera irreversible el mundo en el que van a vivir ellos, no nosotros. Es la definición de manual de un conflicto generacional. Y han empezado a llevar a los políticos ante los tribunales. ¿Judicialización de la política? Oh sí, y ojalá dure.

De momento son solo 16 chavales de Montana, el Estado de las grandes llanuras donde se ven más ovejas que personas, sede de la batalla de Little Big Horn y hogar del oso Yogui. Arguyen que el Gobierno estatal promueve los combustibles fósiles en flagrante violación de su derecho a un ambiente limpio y saludable. La cabeza visible de esta chavalería se llama Rikki Held, así que el caso se ha inscrito como Held versus Montana y así ha llegado esta semana a los tribunales. Montana es sobre todo una economía agropecuaria, pero también depende de la minería del cobre y de la extracción de petróleo, gas y carbón, las tres grandes causas evitables del cambio climático. Como el derecho a un ambiente limpio está reconocido explícitamente en la constitución estatal, Held vs. Montana marca un hito jurídico en Estados Unidos, y seguramente será una inspiración para el resto del mundo, donde también hay jóvenes muy cabreados.

De hecho, el precedente más notable de judicialización de la política climática no ocurrió en Estados Unidos, sino en Países Bajos en 2013, cuando un grupo civil demandó al Gobierno por su pasividad frente al calentamiento. Aquello salió bien, el tribunal les dio la razón y obligó al Ejecutivo a recortar sus emisiones. Pero los intentos similares en Estados Unidos se han topado hasta ahora con la élite judicial de Washington. Una acción legal de 21 jóvenes de Oregón en 2015 (Juliana vs. Estados Unidos) se estrelló cinco años después contra el Tribunal Supremo. Los mentideros científicos norteamericanos andan excitados estos días por el nuevo caso de Montana. Esta vez los chavales no van contra el país entero, sino solo contra su estado. El Supremo va a tener más difícil bloquear eso. A veces los objetivos modestos son más eficaces que los sueños ambiciosos.

La moraleja es bien curiosa. Los jueces tienen en su mano salvar el mundo, porque pueden puentear la torpeza, la inacción o la perversidad de los políticos. ¿Lo harán? Será interesante comprobarlo. Los jueces reciben tantas presiones como los gobernantes, pero tal vez tengan más capacidad para resistirlas y menos interés en avenirse a ellas. A diferencia de los políticos, pueden mirar más allá de la miopía de una legislatura. Y también tienen hijos cabreados.

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