La búsqueda por notoriedad en las redes sociales hace sacar las pistolas en el Congreso de Brasil

El Gobierno de Lula intenta intervenir en un debate tan complejo como lo es el tema de la información contra el descontrol de las redes sociales

El diputado brasileño Alberto Fraga, en una imagen de archivo.Camilacalazans12

De todos es sabido que los senadores y diputados en los Congresos de todo el mundo siempre han actuado con los ojos puestos en la repercusión que pueden tener en los medios de comunicación. Aquí, en Brasil, lo que parece interesar hoy a los congresistas es el eco que sus intervenciones puedan alcanzar en las redes sociales, que llegan a millones de personas. Y para ello todo vale, hasta la amenaza de unos diputados a otros, la pistola en mano.

El nuevo Congreso, que ll...

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De todos es sabido que los senadores y diputados en los Congresos de todo el mundo siempre han actuado con los ojos puestos en la repercusión que pueden tener en los medios de comunicación. Aquí, en Brasil, lo que parece interesar hoy a los congresistas es el eco que sus intervenciones puedan alcanzar en las redes sociales, que llegan a millones de personas. Y para ello todo vale, hasta la amenaza de unos diputados a otros, la pistola en mano.

El nuevo Congreso, que lleva solo dos meses de vida, en el que la extrema derecha tiene mayoría y ha crecido la presencia de diputados llegados de las fuerzas armadas de policía, ha vivido escenas que no solo asustan al ciudadano común sino que ponen en tela de juicio a la propia democracia.

El presidente del Congreso, el bolsonarista Arthur Lira, ha llegado a reprobar las actitudes bélicas de algunos diputados calificando de “deprimente” lo que está ocurriendo. Y lo que ocurre es que el Parlamento se está convirtiendo en un campo de batalla con repercusiones hasta policiales.

Uno de los casos que más resonancia nacional ha tenido los días pasados ha sido el protagonizado por el diputado derechista, Alberto Fraga, representante en el Congreso del llamado “grupo de la bala”, formado todo él por expolicías, exmilitares y dos diputados que fueron los más votados del país: el progresista André Janone y el bolsonarista Nicolás Ferreira, ambos con millones de seguidores en las redes sociales.

Días atrás, Fraga en medio a una discusión en la importante Comisión de Constitución y Justicia, llegó a amenazar al izquierdista Janone: “Yo no uso chupete, uso revólver”. Janone se sintió amenazado de muerte y acudió a la policía para denunciar a su colega. Por su parte, el nuevo diputado, Sargento Faur, amenazó gravemente en el Congreso al ministro de Justicia de Lula, Flavio Dino: “Trabajé 35 años en la Policía Militar dando tiros en la cabeza de los vagabundos… Flavio Dino, mierdoso, ven a buscar mi arma aquí”.

Lo grave de ese cambio de actitud, cargado de tintes bélicos en el Congreso, es la búsqueda de una mayor proyección en las redes sociales, la cual le dio a Bolsonaro su victoria en 2018. El diálogo y la reflexión entre los representantes legítimos de la sociedad, sancionados en las urnas, se están sustituyendo por la agresividad usada en las redes en busca de proyección social. Y ello está contaminando sea a la derecha que a la izquierda. Esta última se encuentra por ahora en inferioridad ante la derecha, sobre todo la golpista, que ha hecho de las redes su reino y su trampolín para promoverse, algo que falta al nuevo Gobierno progresista de Lula.

La izquierda descubrió tarde la fuerza hasta subversiva de las redes sociales y Lula hasta hace alarde de no tener un teléfono móvil o de usarlo lo mínimo. ¿Un bien o un mal? El problema es que el golpista Bolsonaro ha regresado de su exilio voluntario de tres meses en Estados Unidos tras haber perdido, aunque por poco, las presidenciales frente a Lula. Y sea él que sus secuaces saben como nadie usar la fuerza de las redes. Y van a seguir haciéndolo, lo que supondrá un reto difícil para el Gobierno que no puede permitirse el lujo de emular a su enemigo político en el uso criminal de los nuevos medios de comunicación, donde ellos ya demostraron ser los más expertos.

El Gobierno de Lula está intentando intervenir en un debate tan complejo que atañe al mundo entero en el delicado tema de la información contra el descontrol de las redes sociales. Para ello está pensando en crear en su Administración algún instrumento capaz de hacer frente a las fakes news. El problema es que dicha iniciativa está siendo vista como censura del contenido. ¿Puede un Gobierno legislar sobre los contenidos? Es lo que se preguntan alarmados quienes temen que Lula ceda a los viejos deseos del ala más radical de su partido, el PT, que en sus anteriores Gobiernos intentó, aunque en vano, controlar periódicos y televisiones.

Eso hasta que llegó el primer mandato de Dilma Rousseff, que en su discurso de toma de posesión lanzó la famosa frase: “Prefiero el estruendo de los periódicos al silencio de las dictaduras”. Dilma había sido encarcelada y torturada por los militares. Acabaron apeándola de la ´presidencia en su segundo mandato.

Y ahora que Lula ha vuelto al poder se enfrenta a uno de los momentos más difíciles y delicados para la información, controlada por los mecanismos democráticos, en la que pueda confiar la gente sin tener que preguntarse cada momento: ¿será cierto o mentira? Unas redes que acaban convirtiéndose en basureros informativos.

El reto mayor es cómo dar credibilidad a unos medios de comunicación, que al revés que en los tradicionales, corren sueltos sin controles y sin confianza en su contenido. Y en los que cada día, a cada nueva invención impulsada por la inteligencia artificial, se hace más grave y difícil distinguir el trigo de la cizaña.

Días atrás un amigo se divirtió pidiendo mi currículum a una red de inteligencia artificial. Me quedé frío: acertó la mayoría de las informaciones, aunque con relación a mis libros publicados confundió a veces los títulos. Y lo que más me sorprendió fue que la red artificial hasta hizo una reflexión personal al subrayar que “era de admirar que un periodista con tantos años de profesión esté viviendo en un pequeño pueblo del interior del Estado de Río de Janeiro”.

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