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El padre en el parto es como un guionista en un rodaje. Lo más importante que puede hacer es mostrar que está ahí: quizá sea eso lo mejor que puede hacer siempre

Un padre, con su hija recién nacida en un hospital de Barcelona.MAYTE TORRES (GETTY IMAGES)

Es lunes a primera hora de la mañana y se oyen las voces de las enfermeras que llegan. Comentan con el personal del turno anterior cómo ha ido el fin de semana en un hospital público de Madrid. En la sala de espera hay mujeres con su pareja, con familiares, alguna sola. A veces con dolor, a menudo con incertidumbre e ilusión, algunas asustadas y tristes. Una mujer solloza, entra un hombre con un...

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Es lunes a primera hora de la mañana y se oyen las voces de las enfermeras que llegan. Comentan con el personal del turno anterior cómo ha ido el fin de semana en un hospital público de Madrid. En la sala de espera hay mujeres con su pareja, con familiares, alguna sola. A veces con dolor, a menudo con incertidumbre e ilusión, algunas asustadas y tristes. Una mujer solloza, entra un hombre con un mono de trabajo, la abraza, se baja la mascarilla para darle un beso en la frente. Es una extraña sensación de espera y de repente todo cobra velocidad: en buena medida, por el dolor. Este rato es muy malo, dice una enfermera; yo ahora pienso que lo oyes todo. Salimos a pasear, apenas una vuelta a la manzana. No puedo imaginarlo, pero es como si fuera un terremoto.

Luego, al ingresar, llega una especie de túnel: unos pierden la noción del tiempo y otros lo miden obsesivamente. Cambia mucho por la epidural, que inventó el médico militar Fidel Pagés. (Un día te lo contaré y preguntaré: ¿sabes de dónde era? Y, como me conocerás, responderás: aragonés.) Después hay esa combinación de lo más animal y lo más humano: la fuerza y el instinto, por un lado, y la ciencia y la técnica, por otro; la dominación humana de la brutalidad e injusticia de la naturaleza. También, la necesidad de los protocolos para ofrecer una atención personal, paciente y tranquilizadora. El anestesista hace un chiste y tu madre contesta con otro: es heroico.

Aún no has nacido pero las matronas te animan: dicen que tienes que encontrar tu camino; ahora mandas tú. Explican, dan instrucciones para los pujos. Lo han hecho mil veces y saben que las mil veces es único. Este truco lo aprendí en Fuenlabrada, dice Ana, la matrona. Cuando parece que puede haber un susto llegan los equipos rápidamente: ginecólogos, pediatras, matronas. Naces y te ponen desnuda sobre tu madre, un par de horas antes de subiros a la habitación. La profesionalidad del personal es admirable; su alegría, emocionante. Tu madre está cansada y contenta; tú te acostumbras al mundo nuevo. El padre en el parto es como un guionista en un rodaje: siente responsabilidad por el lío que montó hace tiempo y entiende que su principal tarea es no pisar un cable. Lo más importante que puede hacer es mostrar que está ahí: quizá sea eso lo mejor que puede hacer siempre. Salgo un momento y miro por la ventana: ha caído la noche. Al otro lado de la calle O’Donnell, familia, amigos y protectores brindan por ti en una tasca iluminada. @gascondaniel

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