Os queremos mucho, ‘Charos’
Los lectores opinan sobre el término peyorativo que utiliza la extrema derecha para referirse a las feministas, la falta de medios en los centros educativos, la vuelta a la normalidad tras la pandemia, y sobre la actitud de Hungría respecto a la guerra en Ucrania
Hace poco comentaba con mi tía que ella es Charo, pero por partida doble. Nos referíamos a ese apodo que la caspuza más rancia ha puesto a la mujer que no se calla y defiende sus derechos. No parábamos de reír. Si antes eran putas, locas o feas, ahora les han adjudicado un nombre que no podía ser más bonito: Charo. Mujeres que se han pateado manifestaciones, que han sacado a sus familias adelante estando estudiando, trabajando, jubiladas, o en el paro. Ellas son quienes han luchado toda su vid...
Hace poco comentaba con mi tía que ella es Charo, pero por partida doble. Nos referíamos a ese apodo que la caspuza más rancia ha puesto a la mujer que no se calla y defiende sus derechos. No parábamos de reír. Si antes eran putas, locas o feas, ahora les han adjudicado un nombre que no podía ser más bonito: Charo. Mujeres que se han pateado manifestaciones, que han sacado a sus familias adelante estando estudiando, trabajando, jubiladas, o en el paro. Ellas son quienes han luchado toda su vida para que no peguen a tu amigo homosexual, para que tu madre no sufra un machismo asfixiante o para que tú disfrutes los mejores servicios públicos posibles. No se lo agradecerá nadie nunca, y no pasa nada. Todo esto lo hacen sin esperar nada a cambio, es lo que tiene luchar por un mundo mejor. Miren, yo solo sé que si alguien ya tiene un sitio vip en el cielo son ellas. Uno bien grande. Y siendo ellas, seguro que lo comparten. Os queremos mucho, Charos.
Gonzalo Matías de Lara. Madrid
Querido alumno
Soy profesor. Veo cómo nos desenvolvemos diariamente entre un montón de situaciones que necesitan una atención urgente y que no podemos dar las respuestas que tanto alumnos como padres nos demandan. Necesitamos que nuestros hijos se sientan seguros en sus entornos. Necesitamos un contexto seguro, pero éste tiene que ser social. Disponemos de normas y protocolos, pero carecemos de lo esencial: tiempo, apoyo y recursos. Fracaso garantizado. Está sucediendo. Y señalamos al centro educativo, que no hizo nada, o no lo suficiente. Siempre, el centro educativo. ¿Qué tal si miramos hacia las familias, a su situación? ¿Y si miramos hacia los recursos humanos, la necesidad de psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales o personal sanitario? ¿Y los profesores a los que cada vez se nos exige más con menos recursos?
Pablo Navarro Hevia. Móstoles (Madrid)
Normalidad
De un día a otro las mascarillas se volvieron un imprescindible en nuestro día a día: en el trabajo, en el supermercado, e incluso, si algún familiar estaba contagiado, en casa. Era tal la costumbre y la normalidad que adquirió en cuestión de poco tiempo que, al principio de la pandemia, pocos de nosotros nos imaginábamos libres del cubrebocas. Incluso recuerdo pensar en lo “asqueroso” que sería no llevar mascarilla en el transporte público, lleno de gente en muchas ocasiones y me prometí siempre hacer uso de esta cuando viajara. Sin embargo, aquella normalidad que rápidamente se había adquirido, poco a poco se ha ido desvaneciendo y hoy en lo último que pienso al subir a un bus o a un tren es precisamente en esto.
Elena Guasch Olivé. Gavà (Barcelona)
Recordar al pasado
Durante este año de guerra en Ucrania, Hungría se ha desmarcado de la política común seguida en el conflicto por la Unión Europea. Esa indiferencia hacia Ucrania parece inconcebible en quien sufrió en octubre de 1956 la invasión soviética para sofocar su revolución por la libertad, con los tanques enfrentados a la población civil en Budapest. Deberían recordarlo sus gobernantes.
Eduardo de Claver Montes. San Lorenzo de El Escorial (Madrid)